04: Regalo

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Día 04: Regalo

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Kagome miraba a Kaede con los labios apretados, mientras la anciana se lavaba las manos en una de los cuencos de madera que tenía junto a ella; mientras a su lado, tomándole las manos con cierta fuerza por los nervios que generaba la situación, estaba Rin con su abultado vientre dándole apoyo y aunque solo estaba a un cambio de luna del futuro nacimiento de sus hijas, ahora estaba al pendiente de Kagome, la joven mujer que estaba aún más ansiosa que ella.

—Bien —Kaede dejó el paño a un lado, tomándose el tiempo para doblarlo impacientando a la sacerdotisa frente a ella, dio una pequeña risa antes de afirmar con la cabeza—. Inuyasha tiene razón —confirmó—, serán padres, finalmente.

—¿De verdad? —exclamó, completamente emocionada, recibiendo primero, el abrazo de Rin al que respondió con todo el afecto que le entregaba esa jovencita.

—¡Esto es genial, Kagome, ahora mis niñas tendrán con quien jugar, seremos una gran familia! —exclamó, ni bien se separaron.

—Ay Rin —soltó, limpiándose las lágrimas que se formaron en sus ojos cafés por la bella noticia que había recibido—. Solo tú puedes pensar en esas cosas —sonrió cuando la jovencita llevó su mano a la nuca, avergonzada, pero enseguida cambió el semblante.

—¿A poco no dejaría que jueguen juntos? —consultó con un tono de tristeza en su voz, bajando la mirada hacia su abultada panza— ¿No nos ve como parte de su familia?

—Creo que no soy yo la del problema, sino sus padres... —Rin observó a Kagome entendiendo a lo que se refería, sin embargo, empezó a reír, acariciando su vientre.

—Las madres son las que crían, ¿no es así? —preguntó sin mirarla, pero con una enorme sonrisa en los labios—. No importa lo que quiera el señor Sesshoumaru o el Señor Inuyasha, nada pueden hacer en esta parte, porque aquí mandamos nosotras —volvió a mirarla con una sonrisa tan brillante que Kagome se emocionó, abrazándola de nuevo— ¿no lo cree?

—Tienes toda la razón, Rin —afirmó con decisión—. Si no les gusta, que se vayan a pelear por ahí.

Ambas sonrieron planeando el futuro de sus retoños, hasta que Kaede se hizo notar, carraspeando un poco.

—Debes cuidarte Kagome, caminar despacio y tratar de no tropezarte —ella solo afirmó. Ya Inuyasha se lo había advertido también con anterioridad ese día, cuando la dejó en la cabaña de Kaede, no era su culpa que tuviera tan poca estabilidad con esas sandalias.

—Tengo que tener mucho cuidado —se dijo con convicción, con ambas manos en su vientre—. Para que nada le pase.

—¡¡Kagome!! —la voz de Sango, hizo que se pusiera de pie, para recibir a su amiga que ni bien la vio la abrazó con tal felicidad que no entendía la razón, por un par de segundos— ¡Inuyasha nos contó! —le informó con tanta emoción que la dejó paralizada— ¡Estoy tan feliz por ustedes!

—Qué Inuyasha, ¿qué? —dijo sorprendida. Sango la soltó con cuidado, apoyando sus manos en los hombros de la joven sacerdotisa.

—Ha desparramado la noticia por todos lados, es como un niño pequeño contando su gran logro. Es tan bonito verlo tan feliz —Kagome no podía creer lo que escuchaba, sí, sabía que Inuyasha estaba encantado con la idea de que finalmente fueran padres, pero esto de ir a contárselo a todo el mundo, y no solo a sus amigos era algo que realmente inaudito. Pero, por alguna razón, su corazón latía demasiado rápido por la sola idea de imaginarlo tan feliz.

Se despidió con un gesto de su mano de Kaede y de Rin, y salió con Sango de regreso a su casa. Pudo notar que su amiga no le quitaba la vista de encima, pero a la vez, caminaba con cierta actitud defensiva. Kagome elevó su ceja derecha, tratando de adivinar que era lo que le pasaba, o si algo quería saber. No creía que fuera a preguntarle como pasó, porque ella tenía tres, aunque tal vez...

—¿Crees que me tropezaré? —indagó con cierta suspicacia, podía oler de alguna forma las intenciones de Sango por como reaccionó su cuerpo. Sí, era eso.

—Claro que no —protestó en forma de contraatacar su acusación—. Solo me preocupa que fuera a pasarte algo, estás esperando un hijo, tenemos que cuidarte. Tener un hijo es un hermoso regalo que nos da la vida cuando estamos con la persona correcta.

—Sango —detuvo los pasos y se abrazó de su amiga, con fuerza.

—Kagome...

—Todo estará bien —afirmó con una sonrisa—. Gracias por cuidar de mí.

...

Los días siguientes, Kagome empezó a notar como los regalos de los aldeanos empezaron a llegar a la puerta de su casa. Distintos tipos de verduras, frutas y arroz con la idea de que la joven futura cabeza de la aldea tuviera un buen embarazo. No pudo negar que se sentía realmente afortunada del cariño que todo el mundo estaba dándole, pero de todas formas sentía que algo le faltaba. Pero, ¿qué podría ser?

¿Quizás debería hablarlo con Inuyasha? Pero lo veía tan emocionado con todo, que le daba mucho miedo arruinarle el ánimo. Suspiró, sino se lo decía, él tarde o temprano lo notaría, así que mejor no perder el tiempo.

Esa noche, finalmente retomaron sus paseos nocturnos, aunque se no fueron muy lejos de la aldea, se acercaron al Goshinboku a descansar contra él.

—Hable con Rin —le dijo, ni bien se acomodó sobre el hombro de Inuyasha, quien la rodeó con el brazo.

—¿Y?

—Tenías razón, ella no había pensado nada malo, al contrario, estaba preocupada de que algo me estuviera pasando, está muy feliz con mi embarazo también.

—Bah, te lo dije —le recordó, usando su otra mano para rodearla completamente, enlazando los dedos de ambas manos—. Rin no es de esa clase de personas.

—Sí —afirmó, cerrando sus ojos, aspirando el aroma de Inuyasha.

—Ahora solo debemos cuidar que todo este bien contigo, que nada te haga mal y... —en eso sintió que algo humedecía su pecho, movió su rostro buscando el de su esposa y no lo encontró— ¿Kagome?

Ella no respondió, simplemente se puso a llorar por un largo momento, ahí, en los brazos de su marido hasta que se calmó, Inuyasha solo deslizó su mano por su espalda durante todo ese rato.

—¿Estás mejor? —preguntó, tratando de buscar nuevamente el rostro de su esposa, ésta lo miró finalmente y afirmó— ¿Qué pasó?

—Con esto del embarazo, me acordé de mi mamá, de mi abuelo y de Sota —apretó los labios tratando de aspirar profundo—. Me gustaría tanto que ellos supieran de esto, poder gritarles lo emocionada que estoy de esto, que sepan que vamos a ser papás.

—Kagome —Inuyasha la apretó un poco entre sus brazos para acercársela y poder dejarle un beso en su coronilla—. Entiendo tu deseo, pero estamos juntos. ¿no? Mientras nos mantengamos juntos, ellos sabrán y sentirán que estamos bien... y estoy seguro, que hasta tu madre puede imaginar que será abuela.

—¿Tú crees?

—Tu madre sabía más cosas de las que piensas —confesó en un tono de voz tan bajo, que Kagome no alcanzó a entender bien a lo que iba con eso— Nada. —dijo, acomodándola de nuevo sobre su pecho para acomodar su barbilla sobre la cabeza de la azabache—. Gracias por darme la bendición de ser el padre de tu hijo, Kagome.

Ella sonrió encogiéndose de brazos, antes de mover la cabeza para mirarlo.

—Gracias por darme este regalo de ser madre, Inuyasha.

Ambos unieron sus labios en un beso, antes de volver a acomodarse en los brazos del otro a disfrutar de otra noche juntos.

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Palabras: 1278

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¡Y al fin el capítulo 4 está disponible!

Ya solo quedan tres, en lo personal no sabía como manejar este capitulo en un inicio, pero me iluminé y quedó así, un poco de Inukag disfrutando de su pronta paternidad...

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¡Nos leemos la próxima!

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Aquatic~

14 de Marzo 2021.

Relatos bajo las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora