"Solo discúlpate y ya"... me repetía esa frase incesantemente en mi cabeza y se intensificaba junto con cada paso que daba.
Me disculparía, le regresaría el estuche de lápices y saldría de ahí sin más, deseaba librarme de este remordimiento lo más pronto posible, además no quería lidiar con más preocupaciones innecesarias.
Caminando volví a mirar hacia atrás, viendo como el tío Alex se alejaba del lugar. Definitivamente, eran suficientes dilemas para reflexionar por el día de hoy.
Por distraerme unos segundos, casi tropiezo con tres chicas que salían de los sanitarios, quienes al verme inmediatamente suspendieron sus estruendosas risas.
Nerviosa farfullé una disculpa y fue correspondida únicamente por sus diferentes expresiones de desagrado y sin decirme nada se marcharon. Reprimí el deseo de reprochar.
Tomé una gran bocanada de aire antes de dar el primer paso al interior.
Al entrar, lo único que encuentro es silencio, solo el eco de las voces del exterior resonaban en las paredes y opacaba el incesante goteo de un grifo de agua. Avancé lentamente al interior y el sonido de mis pasos sobre el azulejo destacó el vacío del lugar.
Extrañada y sorprendida por el interior desolado, me detuve justo en medio del corredor. Y sin escuchar algún ruido delatador, me abstuve de revisar los cubículos.
Asumiendo que aquella chica habrá salido sin que me diera cuenta, me giré dispuesta a salir del lugar, pero justo cuando toque la barra de hierro de la puerta principal, escuché débiles sollozos casi inaudibles. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.
Honestamente hubiera preferido que aquel ruido procediera de alguna entidad espectral, pero no era así. Lo peor es que reconocía aquellos sonidos, o más bien sabía a quién pertenecían.
Temerosa por no saber cómo manejar la situación, me adentré nuevamente con lentitud, caminé hasta los últimos cubículos, deteniéndome justo enfrente de la puerta que emitía aquellos lamentos y que al mismo tiempo dejaron de escucharse.
Levanté mi brazo derecho tembloroso y golpeé suavemente la puerta, los nervios me dominaban por el breve y agobiante silencio, pero al escuchar la notoria respiración errática proveniente del cubículo, no ayudaba a calmarme.
─ ¿Q-quién es? ─ preguntó con voz temblorosa.
Su voz me confirmó su identidad, era Scarlet.
─ Soy yo... Ruth. ─ respondí.
─ ¿Ruth? ─ volvió a preguntar.
─ Si... ¿Estas bien? ─ cuestioné y me arrepentí al instante. Está llorando, claramente que no estaba bien.
Ella no respondió, prefirió permanecer momentáneamente en silencio.
En espera por escuchar alguna respuesta por parte de ella, mis ojos comenzaron a divagar sobre la superficie del cubículo, deteniéndome en el pestillo de la puerta.
Por la repentina conmoción que estuvo a punto de invadirme, contuve el aliento y viendo totalmente incrédula aquella cuerda atada en la cerradura, dificultando que pueda ser abierta por dentro.
¡Esto debía ser una jodida broma!
Con manos temblorosas y heladas desaté aquel complicado nudo, liberando el pestillo. Empujé la puerta con fuerza con la intención de abrirla.
─ ¡No abras! ─ gritó fuertemente, respirando con dificultad.
Al escucharla, me di cuenta que no estaba pensando con claridad, que este asunto podría ser más delicado de lo que pensaba y también que no era de mi incumbencia. ¿De verdad estaba dispuesta involucrarme en algo tan problemático?
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Sólo son ocho letras (Editando)
RomanceRuth es una chica muy poco expresiva, siempre concentrada en sus estudios y por algunas razones es casi obligada a estudiar arquitectura. Parecía que todos sus días eran monótonos, sin darse cuenta en que momento comenzó a olvidarse de muchas cosas...