Capítulo 29: La voluntad del consorte.

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Una prueba.


Eso era lo que le había dicho el Maestro Yoda. Le recordó los días en que era un iniciado, el esfuerzo que debió haber hecho para demostrarles a todos que merecía su lugar en el Templo, que había nacido para ser Jedi.

Hoy no fue tan diferente. Una y otra vez, tuvo que mostrarle a la Galaxia, al Maestro Yoda y a su difunto maestro, que todavía era digno de llevar un sable de luz, que todavía era digno de confianza, a pesar de su matrimonio con el maestro Sith y el emperador actual, el enemigo de los Jedi. Se había casado con un ser contra el que había luchado una vez. Qué ironía. No era de extrañar que el Maestro Yoda no hubiera accedido a enseñarle de inmediato las artes Jedi nuevamente.

Ya no era ese Obi-Wan, ese Jedi, ese hombre que luchó por el Orden, que obedeció ciegamente al Consejo. Estaba muy lejos. Tan lejos. Y, sin embargo, era parte de él.

El Maestro Yoda lo había acompañado a un claro donde el bosque se veía más oscuro, los árboles más abundantes, la niebla más espesa y la Oscuridad más presente.

- Camina dejándote guiar por tu instinto y allí encontrarás tu prueba definitiva.

Obi-Wan asintió con la cabeza y, apretando su espada contra él, entró con cautela en este lugar desconocido y aterrador, donde cada paso lo hacía sentir como si se estuviera hundiendo en el barro. Esta vez estaba solo, sin ayuda, sin Qui-Gon, en presencia de sombras y bestias.

No tenía miedo, sintió una descarga de adrenalina que no había sentido en tanto tiempo. Esa vez cuando luchó en las Guerras Clon. Con Anakin. Su padawan mayor, la única persona a la que no podía ponerle rostro, como si una niebla en su mente le impidiera recordar las características de su alumno.

Sospechoso y alerta, Obi-Wan se hundió cada vez más en este bosque oscuro, donde la luz era escasa. El Lado Oscuro lo rodeaba, lo discernía cada vez más, cada vez que daba un paso hacia adelante. Las lianas que se enredaban a su alrededor, se mezclaban con los cuerpos vivos de los reptiles, por lo que no sabía los nombres. Su corazón era el sonido que podía escuchar, se estaba poniendo cada vez más ansioso.

No tenía miedo, no, estaba incómodo. La Oscuridad siempre lo había enfermado y recordaba muy bien su condición cuando se reconectó a la Fuerza. Ese día en que su marido había decidido ponerle un collar antifuerza.

Ya no importaba, tenía otro objetivo, descubrir la verdad y para eso tendría que derribar a su marido. No sabía cómo llegaría allí, pero estaba decidido. La Fuerza estará con él y seguirá a la Fuerza, como siempre lo había hecho.

De repente se detuvo.

Frente a él estaba la entrada a una cueva, que extrañamente, no era natural. Con cautela, se apresuró a entrar, manteniendo su sable de luz en la mano. Era su única arma, quién sabe qué podría encontrar allí en este sórdido lugar. Un monstruo ? ¿Una criatura del mal? ¿Loco Sith? ¿O al revés, un Jedi loco?

La cueva descendió profundamente y tuvo que inclinar la cabeza varias veces para evitar chocar con ella. No había nada que indicara que aquí era donde tenía que estar, pero confiaba en la palabra de Yoda. Estaba siguiendo sus instintos.

Se encontró en un pequeño pozo, digno de una guarida de animales, excepto que no tenía nada que le informara de alguna apariencia de vida animal. Sin embargo, cuando se paseó un poco más por la guarida, se sobresaltó y se colocó en posición.

Una figura vestida con una capa negra, de espaldas a él, estaba en la esquina más alejada de él.

Levantó su espada, sintiendo el atractivo del Lado Oscuro proveniente del individuo. Sus manos apretaron la muñeca de su arma, tranquilizándola por el calor que ella respiraba en él en este lugar tan frío y tan oscuro.

1. Emperador Consorte (SheevWan) [Traducción] <Hal>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora