1. Emperador Consorte (SheevWan) [Traducción] <Hal>

Capítulo 2: Sidious.

Sheev Palpatine se había puesto su mejor prenda, un gran abrigo morado, con bordados dorados, debajo, llevaba una túnica gruesa, de un rojo llameante, color que le gustaba, por su simbolismo: era el color sangre, pasión, amor y también grandeza. Todo lo que amaba.

Su oficina, que había frecuentado desde que era Canciller, había crecido y exhibido artefactos Sith, decorando sus estantes, se habían colocado murales que representaban la purga Jedi, así como la victoria de los Sith, los siglos anteriores. Esta pieza lo representó bien. Incluso había cambiado de asiento, que ahora era digno de un Emperador como él. Se hundió en él y sonrió mientras se giraba para admirar la vista de Coruscant.

Pero eso no fue suficiente para él, pronto había planeado quedarse en el antiguo Templo Jedi, al que había llamado Palacio Imperial. El trabajo había comenzado hace más de un año y gran parte del mismo se terminó pronto, esperaba quedarse en este lugar que una vez había albergado a sus enemigos. Fue una victoria abrumadora y muy satisfactoria.

Un pitido lo sacó de su ensueño, la voz de un soldado de asalto elevándose mientras respondía al mensaje.

- Su Majestad, el Emperador Consorte y Lord Vader han llegado.

- Bien, que vengan. 

El soldado hizo una reverencia e interrumpió la transmisión.

Usando la Fuerza, se sirvió una copa de vino, temblando de emoción al ver a sus dos favoritos de nuevo. Su esposo y su aprendiz. Para Vader, había tardado tanto en cuidar de sí mismo, en dar forma a su lado oscuro, preparándolo para convertirse en el Sith ideal. Para él era como un hijo. Su querido hijo.

En cuanto a Obi-Wan. Se rió suavemente, había sido difícil, pero no se arrepintió de nada.

Hace unos veinte años

Acababa de perder a su aprendiz, a quien no había previsto. ¿Quién había tenido suficiente coraje y poder para matar a un Sith? Había creído por un momento que Qui-Gon Jinn era quien había logrado esta hazaña, luego se le informó que era su Padawan. ¿Aprendiz? Qué humillación. ¿Entonces Maul era tan patético? Iba a tener que reemplazarlo y sabía dónde encontrarlo. Pero por ahora, tenía que poner buena cara y saber más sobre el Padawan de Qui-Gon, así como sobre el que se hacía llamar "El Elegido".

Cuando bajó del barco para ser recibido por los representantes de Naboos, les dio su mejor sonrisa. Fue allí donde conoció a Obi-Wan Kenobi y al niño pequeño, que había jugado un papel en la batalla contra la Federación de Comercio.

El padawan se le acercó y se inclinó. Podría haber perdido el uso del habla si no fuera un Sith. Obi-Wan tenía un físico atractivo, su belleza no le era indiferente. Sus ojos eran como cristales Kyber tan codiciados por los Jedi y los Sith. Sus finos y suaves labios sedientos, haciéndolo querer beberlos. Era la primera vez que sentía esto, un sentimiento nuevo.

Sheev tragó saliva antes de pronunciar una frase con una voz segura y sencilla.

- Le debemos mucho a su valentía, Obi-Wan Kenobi. 

La mirada que le dio fue de agradecimiento, pero estaba llena de un dolor sordo y un dolor reciente. Por supuesto, el Padawan acababa de perder a su maestro, esto no era sorprendente. A Sheev le hubiera gustado abrazarlo, secuestrarlo y hacerle olvidar su dolor. Pero no ahora. Se volvió hacia Anakin Skywalker, ardiendo en la Fuerza, brillando como una estrella. Entonces era cierto, el Elegido era ese niño. Le hubiera gustado reírse a carcajadas en ese momento, porque se dio cuenta de algo. Estos dos seres presentes ante él iban a pertenecerle. Uno sería su esposo, el otro su aprendiz. Estaba seguro. Ese era su destino.