No teníamos muchas opciones por lo que en un intento desesperado por no estar cerca de esos animales, nos mantuvimos en el mismo sitio y cerramos todo. No sabía hasta qué punto sucedería lo que estábamos viendo, así que decidimos resguardarnos y encontrar todo lo necesario para mantenernos vivos y lejos de ellos. El que puedan rondar animales cerca de la casa era entendible, vivimos apartados de la ciudad donde todo a nuestro alrededor está cubierto por vegetación. Lo que ninguno podía explicar era por qué llegaban del cielo y, además, hablaban.
Los más pequeños de la familia se asustaron tanto que no querían salir de debajo de la mesa. En cierto punto solo son pequeños y el que escuchen a un conejo hablar hasta para mí es aterrador. Los más grandes de inmediato buscamos armas, comida y cerramos cada agujero por el que pudieran entrar. Todo estaba angustiosamente perfecto y aunque conocíamos la situación en la que la familia se encontraba, intentábamos reírnos de todo lo que veíamos porque no podía ser cierto.
Noté a lo lejos, un par de casas más abajo de la nuestra, cómo una anciana era rodeada por estos animales, lo curioso de esta imagen, era que ella las alimentaba con una galleta que traía consigo, pensó que solo así se irían y ella podría llegar a su casa a salvo aun creyendo que eran inofensivas. Qué puede haber en un animal que está acostumbrado a ser una especie tranquila y muy adaptable a casi cualquier lugar, para que muestre un comportamiento completamente diferente, yo no lo sabía y estoy segura que nadie a la redonda.
Podía escuchar los gritos de la señora desde mi casa y creo que todos los que nos encontrábamos cerca. Al parecer estos conejos no la querían atacar, morder o quitarle algo un poco más de esas galletas. Ellos solo querían subírsele encima, treparla, y lo hacían juntas apoyándose uno en el otro hasta verse todos arriba de ella. La señora gritaba y aunque otros corrieron a ayudarle, ya era tarde. Luego que estas creaturas se subieron en ella, le estornudaron encima y luego se fueron rápida y mecánicamente.
No tenía sentido, por qué buscaban subirse y solo estornudar, ¿acaso solo querían ser graciosas y jugar con las personas?, no podía ser cierto cuando yo sé lo que escuché y sé de dónde salió. Asustada, ante mi familia no podía verme inferior porque sabía lo mucho que me necesitaban ahora, así que solo esperé y la misma señora me dio la respuesta.
Luego de que los conejos se fueron, su cuerpo comenzó a experimentar cambios y, aquellos que fueron a ayudarle, también. Podía ver como se retorcían en el suelo mientras gritaban por ayuda. Otros veían lo mismo que yo pero nadie se acercaba. Comenzaron a mutar su piel y las ámpulas que brotaban de cada parte cambiaban a una tonalidad amarillenta. ¿Qué era esto que los animales cargaban o por qué nos quieren contagiar de algo que aparentemente no está bien?, ¿era esta otra vacuna de las que por años nos hemos librado?, necesitaba saberlo pero encerrada no podría indagar qué estaba pasando, así que decidí salir y averiguarlo por mí misma.
Aseguré la ventana y fui por algo que me permitiera estar segura de aquel estornudo. En casa tenemos vestimenta que utilizamos para la agricultura, prendas de ropa ancha y gruesa que nos protege de las picaduras de las serpientes y nos mantiene calientes en temporadas frías. No sabía qué pero algo tenía que hacer, así que me coloqué la ropa y tomé prestado el casco de astronauta de mi hermano menor, me cubrí mis manos con los guantes de la cocina y me aseguré de que no existiera ningún agujero por ningún lado. Salí por la puerta trasera y de inmediato la cerré para que todos estuvieran a salvo. Les dije que por nada del mundo abrieran la puerta y que volvería para sacarlos de ahí.
La verdad no creo en revoluciones, ni muchos menos creo que la gente cambien, así que lo que estaba pasando no era para hacernos cambiar, era para extinguirnos como siempre lo han intentado hacer. Era otra vacuna, una que estaba dentro de una especie para eliminar otra. Para los no humanos, aquellos que llamaban combatientes, podían verlos caminando entre las personas como si solo se tratara de una invasión de animales. Los conejos no se les acercaban, conocían quienes sí eran humanos e iban por ellos, los identificaban por una especie de olor del que ningún humano podía librarse. Nadie podía dejar de sudar ni mucho menos esconder su aroma, éramos un blanco muy fácil de distinguir.
Tenía que estar alerta y no dejar que ninguno de esos animales se me acercara. Lo primero que hice fue ir a donde estaba estacionada Moly para bañarme con un poco de su gasolina, esperaba que funcionara, de no ser así también llevaba un cerillo. Nada me importaba más que salvar a mi familia, llevarlos a un lugar seguro y matar a todas y cada una de esas cosas. Respiré y salí, todos y cada unos de los espacios en la calle, cada pedazo de suelo, superficie transitoria o cúmulo de tierra estaba repleto de animales. Simulaban el color del asfalto mientras caminaba, pisaba con miedo y aunque con cada pisada me llevaba conmigo uno que otro roedor para mí ya era ganancia. Ahora era indetectable para los conejos así que comencé a matarlos.
Cargada de ira entre pisotones y patadas me vengaba, pero era en vano. Mi esfuerzo se iba al ver que por cada uno que mataba otros cinco aparecían hasta volver a cubrir el lugar de pequeñas bolas de pelos, así que se me ocurrió atropellarlas. Fui por Moly, estaba consciente que pasaría lo mismo pero tendría la oportunidad de ver qué parte del pueblo no estaba lleno de estas cosas y así lograr huir con mi familia.
Me llenaba de ira ver a los combatientes tan cómodos mientras que los humanos moríamos sin ser ayudados. ¿Qué los hacía especiales o superiores a nosotros? no tenía idea pero ellos eran la siguiente especie a la que quería asesinar. Encendí a Moly y manejé casi por todo el lugar pero todo estaba siendo devorado, contagiado y asesinado. Había ya muy pocas personas en las calles, intentaban defenderse pero todo era en vano. Cada cuerpo en el suelo y cada ámpula que brotaba me rectificaba lo débiles que somos ante estas cosas. No quería aceptarlo pero sabía que moriríamos pronto.
Éramos un pueblo chico lleno de personas trabajadoras con ganas de seguir sobreviviendo y ahora, cuando estoy parada en medio de una manada de cosas que nos están matando y que no dejan de aparecer, miro mi alrededor y siento que podría despojarme de toda mi ropa y acabar de una de vez con todo. Pensar que el mundo realmente es bueno y que existe una oportunidad.
Hay personas corriendo intentando quitarse los animales de su cara, otros ya yacen en el suelo repletos de esa asquerosidad que ni me atrevo a ver. Sé muy bien que el planeta nos odia por cargar con nosotros, personas que se cuestionan estar vivas y otras que se niegan a aceptar un fin. Yo no sé qué clase de persona soy pero me doy por vencida.
Creo que escogí el lugar perfecto para morir y la manera más random de todas, así que solo me basta quitarme todo esto y listo, ser libre. Me di la vuelta y me quité el casco, a menos que también pudieran volar, no podían llegar a mi cara. Mi cuerpo aún olía a gasolina y, por primera vez, sentía que el mundo se movía debajo de mis pies.
Estas cosas reconocían mi olor pero no podían llegar hasta él por medio de mi cuerpo. Me llevaban de un lugar a otro como si estuviera encima de una cinta desplazadora. A mí la verdad ya me daba igual, ya no me importa lo que pudiera pasarme. Pensaba en mi familia sí, pero nadie nos salvaría a menos que llegara el ejército y nos llenara de bombas nucleares sin importarles los sobrevivientes, solo así.
En uno de estos movimientos mi cuerpo perdió el equilibrio y me fui para atrás contando los minutos en mi mente. Pensaba en todos y cada uno de los momentos que no viviría y lo acepté, acepté la muerte y cuando eso pasó algo me sostuvo.
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Yacer
Science FictionNo todos los sueños dicen cosas, algunos incluso solo son pedazos de unos pocos reflejos de algo que pasó y que no debió convertirse en sueño. Otros, por su parte, llegan a nosotros por muchas razones, tantas que no entenderíamos nunca el funcionami...