🔥 𝟘𝟡.

1.8K 168 45
                                    

Kyōjurō es el tipo de novio que si te pones enferma, se queda despierto toda la noche velando tu sueño: cambiando los pañuelos de agua fría de tu frente, despertándote para darte la medicina...

🔥🔥🔥

Serían cerca de las dos de la mañana, de una noche invernal. Había nevado, y haciendo caso omiso a las recomendaciones de tu novio, habías decidido salir en mangas de camisa a jugar como una cría pequeña. No ibas a mentir: te lo habías pasado en grande revolcándote en la nieve como si tuvieras tres años; haciendo demonios de nieve para luego masacrarlos con bolas de nieve; atrapando copos de nieve con tu lengua... ¿Pareciste idiota? Sí y probablemente muchos vecinos pensaron que de verdad lo eras.

Claro que ahora sufrías las consecuencias.

Bueno, Kyōjurō y tú; ya que él se veía en la obligación de cuidarte mientras tratabas de dormir un poco.

Habías pillado un resfriado de tres pares de narices, por lo que tus fuerzas ahora apenas llegaban para incorporarte de cuando en cuando para recibir tu asquerosa y repugnante medicina.

Lo peor de todo aquello era que al día siguiente llegaría tu discípulo, Kamado Tanjiro, junto a un par de amigos más. Si no recuerdas mal, uno se llamaba Zenitsu y otro Inasuke. ¿O era Inosasuke? En fin, ahora mismo era lo que menos te importaba.

Conciliaste un sueño ligero, así que te despertabas a menudo. Todas estas veces hallabas a tu novio, vestido con su kimono de noche, acariciando tus cabellos.

Te enternecía que se preocupase de aquellas maneras por ti.

—Cariño... Duerme un poco... Estaré bien... —tosiste, sin remedio, aunque trataste de reprimirlo para que tus palabras tuvieran mayor peso.

—Ni hablar, _____. Te cuidaré hasta que estés otra vez sana como una manzana —la sonrisa decidida con la que pronunció aquella declaración, tan solo te provocó unas ganas increíbles de abrazarlo.

—Túmbate un rato aquí, por favor —palmeaste el suelo a tu izquierda sin apenas energía. Él, hasta entonces sentado en forma de indio, se tumbó donde se lo indicaste. Ya cara a cara, juntasteis las frentes.

—No sé cómo puedes querer a esta idiota —mencionaste, refiriéndote a ti, sonriendo sin ganas.

—No eres idiota. Eres el amor de mi vida. Y si fueses idiota, pues ¡hurra por ser idiota! porque entonces me encantan las personas idiotas. Lo que me convertiría en un estúpido. Así que estaría tremendamente enorgullecido de ser un tonto.

Kyōjurō era el único hombre de aquel planeta que podía hacerte llorar únicamente hablando.

—Eres un sol, Kyōjurō.

—Y tú mi galaxia entera.

De verdad que como siguiese así, iba a tener que firmar una orden de alejamiento contra ti, porque te pensabas abrazar a él cuando te recuperases como en tu vida lo habías hecho.

—Te quiero, Kyō.

—Y yo a ti, _____.

Le sonreíste débilmente y agarraste su mano. Él posó sus labios, dejando un suave beso en el dorso de la tuya y volviste a dormir.

Rengoku solo era capaz de sonreír tiernamente. A pesar de las profundas ojeras que adornaban su rojiza mirada.

¿Qué iba a hacerle? Eres su princesa y no puede permitir que nada malo te ocurra.

⇉ [ 🔥 ; ❛ Rᴇɴɢᴏᴋᴜ ɪs ᴛʜᴇ ᴛʏᴘᴇ ᴏғ... ❜  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora