🔥 𝟛𝟚.

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Kyōjurō es el tipo de padre que cuando cogió en brazos por primera vez a su bebé, le aterrorizaba poder lastimarlo, por lo frágil que le parecía.

*[nombre] = nombre de vuestro bebé.

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—Felicidades, señor. Es una niña.

Aquello ocurrió tan rápido que Kyōjurō apenas pudo reaccionar: hacía dos minutos que estaba apretando la mano de su mujer, dándole ánimos y sintiéndose impotente, porque no podía ayudarla mientras ella daba a luz.

Habían transcurrido unas seis horas desde que _____ había entrado en labor de parto, pero entre una cosas y otras, a Rengoku se le había escurrido el tiempo entre los dedos.

Todavía recuerda cómo si fuese ayer, cuando fantaseaba con tener una gran familia feliz, como en las novelas y cuentos que le leía su madre.

Ahora, sentía como si se hubiese estampado contra un muro. ¿De verdad estaba sucediendo aquello?

—Tómela.

El doctor le tendió al bebé, ya limpiado de los restos de sangre de la placenta y envuelto en la típica mantita de recién nacido. Rengoku las únicas palabras que pudo articular fueron:

—P-Primero ella —señaló tu sudoroso rostro, teñido por una palidez casi mortífera.

Sonreíste cansadamente al adivinar su deseo: quería que la primera que tomara en brazos a vuestra hija fueras tú.

El doctor te dio a la criatura, que acostaste delicadamente sobre tu pecho.

Aquello era una sensación indescriptible.

Calidez, miedo, paz, angustia, amor...

No pudiste evitar dejar escapar un par de lágrimas.

Tras un rato de acunar a la pequeña [nombre], os quedasteis los tres solos y decidiste que era hora de que su padre la tomara en brazos. Ya habías observado de reojo como tu marido no le quitaba los ojos de encima a la cría, expectante, sin ver el momento de cogerla en brazos.

—Cógela tú, Kyōjurō.

Rengoku pareció despertar entonces de su trance.

—No, _____. Tú eres la que más has sufrido en esto. Te mereces por lo menos diez años más con ella que yo.

Sonreíste enternecida y dichosa, de tener un marido así de considerado.

—Pero tú pusiste la semilla.

Kyōjurō tan solo alcanzó a sonrojarse y apartar la mirada, algo avergonzado. Aquello ensanchó tu sonrisa, y le tendiste a la bebé.

—Ten. Estoy cansada y quiero dormir.

La luz del mediodía iluminaba tus pupilas, dándoles un aire de ensueño.

El pilar de fuego, no logró resistirse más y como si de una muñequita de porcelana se tratara, cargó con sumo cuidado a la niña entre sus brazos.

⇉ [ 🔥 ; ❛ Rᴇɴɢᴏᴋᴜ ɪs ᴛʜᴇ ᴛʏᴘᴇ ᴏғ... ❜  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora