Dark Writer:

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Oscuro, calorífico, acogedor, romántico… perfecto. Así se podría describir la hermosa cabaña donde con el sonido de las llamas de una fogata rodaban en el colchón de una cómoda y discreta cama una pareja que no sabían con exactitud lo que sentían el uno por el otro.

¿Quién dijo que para amarse hay que sentir amor? Algo irónico tal vez, puede que me esté yendo de mis cabales pero hasta ahora es lo que he comprendido acerca del sexo, cosa que ellos dos sabían poner en práctica perfectamente.

Y mientras ella zafaba todos los botones de su ya molesta camisa – la cual había estado debajo de un pesado abrigo de lana – él besaba cada centímetro de su cuello, haciéndola soltar varios gemidos ahogados…

¿Ahogados? ¿Por qué? Ambos están solos en una pequeña pero dulce cabaña, en una montaña en medio de una ventisca donde los vecinos más cercanos quedaban a unos 15 minutos en un todoterreno.

Pero extrañamente sus gemidos eran ahogados, quizá para que no sonara demasiado desesperada o tal vez el chico no estaba haciendo su mejor trabajo… pero es algo que dudo mucho viniendo de la imaginación de alguien como yo. Esto se está tornando más interesante de lo que creí.

La joven de cabello rubio logro quitarle la camisa con una sensualidad inédita, él ahora estaba sobre ella, recorriéndola a besos, y no, la chica no estaba fingiendo; no lo hizo en ningún momento, de hecho, el joven moreno le causaba más sensaciones de las que ella misma podía explicarse.

El chico, con unos típicos ojos oscuros pero hipnotizantes, labios carnosos y tentadores, que desnudaban cada uno de los complejos de la chica, había temido tanto por este momento… tanto como el que había esperado por él. Había buscado arduamente donde podría ser, como podía ser perfecta la tan esperada primera vez de la chica a la que "amaba"; decidió salir de la ciudad… del país. Llevarla a conocer cosas nuevas, lugares nuevos, maravillas y gente nueva; así como una experiencia nueva: la tan conocida como el mayor placer que Dios les otorgó a los tan codiciosos humanos. Sonrió, por un momento pensó que él estaba más emocionado por esta nueva y excitante experiencia que la misma chica que tenía entre sus brazos…

Y desde aquí yo podía notar que era realmente así, no que la chica no estuviera emocionada, era claro que lo estaba, así como sus palpables nervios por explorar un área desconocida… o más bien porque la explorada seria ella.

Pero siempre desde el respeto mis queridos espectadores.

El joven se deslizo hacia abajo por todo el abdomen de la chica, dejando un erótico rastro de besos, cada gemido, cada sonido, cada movimiento que ella hacia involuntariamente dadas sus caricias le subían un punto más, no sabía muy bien si a su cariño por ella, su hombría o su orgullo; quien sabe si a todos y a más.

- Espera… - le detuvo ella cuando él ya tenía las manos por dentro de su ropa interior de encaje rosa, ella pensó que le haría falta, pero siendo honestos él ni siquiera se fijó en ello, además de que la oscuridad se lo hacía imposible, le hubiese dado igual como si hubiese traído puestas unas bragas de monja, para el solo existía ella en estos momentos, y su deseo era despojarla de toda prenda que no fuera su piel dorada, justo como le enseñó unos de sus ídolos de la música en la canción Desnuda.

- Tranquila – le sonrió y ella pudo verlo por los leves reflejos de la luz de la luna que incidían en su rostro. El chico subió y la besó e los labios tiernamente, como un dedicado novio lo haría, como él lo haría siempre que fuese necesario, lo último que quería era asustarla… me recuerda a un cierto personaje de Raine Miller - ¿Confías en mí, cariño?

- Claro que confío pero… - la chica titubeó, no, no tenía miedo, no estaba insegura de la decisión que había tomado y diría una y mil veces que él era el indicado. Pero había algo que simplemente no estaba bien en todo esto – No sé, siento que hay algo mal en este sitio.

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