La vida es como una flor. Nace bonita, radiante, plena; pero con el paso del tiempo empieza a marchitarse, a perder color. Se le caen los pétalos, uno a uno.
Se muere, y con ella, nosotros también.
Puede que mi flor no estuviera tan bien como debería, puede que necesitara algo más que mi simple ilusión para que mejorara, para que sobreviviera muchos años más; y también puede que eso que necesitara fuera amor.
Y yo me pregunto, ¿qué es el amor? ¿un sentimiento? ¿una fantasía? ¿existe, acaso?
El amor te construye y te destruye a su antojo.
Te da felicidad y te la quita.
Te hace creer en cosas que no ves y te hace volar.Entonces, si la vida es como una flor, ¿el amor es algo así como el mar?
Puede llegar tan bruscamente como este al chocar contra las rocas en los temporales y ahogar a la flor de la vida, matarla. Pero, por otro lado, también puede rozarla suavemente, darle calor, agua para resistir -como cuando el mar acaba en pequeñas olas sobre la orilla de la playa, mojándola levemente-.
Yo necesitaba un amor como el segundo: dulce, reconfortante.
Y lo encontré.
Lo encontré en ella.Al principio pensé que no podía ser real. Que, siendo la obra de arte más bonita, no podía ser real.
No.
Claro que no.¿Por qué iba a tener yo, entonces, la oportunidad de contemplarla?
No podía ser real.
Todos los atardeceres, desde hacía demasiado tiempo, se apoyaba en la barandilla del paseo y me miraba.
Y todos los atardeceres, desde hacía demasiado tiempo, mi guitarra, mi música y yo, la intentábamos demostrar la vida que me estaba dando.Todos los atardeceres, desde hacía demasiado tiempo, se tomaba un café y me miraba. Y me miraba.
Y yo la miraba a ella. Y no podía parar de mirarla.
Y me ahogaba. Me ahogaba por saber su nombre.Su oscuro cabello ondeaba al son de una canción de nana cuando había brisa y la tenue luz solar que quedaba siempre a esas horas la iluminaba el rostro.
La melodía que nos rodeaba me embriagaba y podía pasarme horas tocando la guitarra y cantando solo para verla. Solo para ella.Sus ojos se habían convertido en la perdición que no había probar.
Algún día, solía pensar, cuando tenga el valor suficiente, me acercaré y me apoyaré a su lado para observarla más de cerca. Para susurrarla que mi flor puede flotar gracias a ella. Que mi vida ya no pesa tanto. Ya no duele tanto.
Algún día, solía pensar, cuando tenga el valor suficiente, me acercaré y la regalaré un ramo de estrellas. Para hacerla entender que ella es a la única a la que voy a pedir deseos.
Para hacerla entender que me ha salvado.Algún día, solía pensar, cuando tenga el valor suficiente, me acercaré y la diré lo que siento.
Que me enamoré. Aun sí conocerla.
Que me enamoré y ya no hay canción que no me recuerde a ella.Que Kerem Bürsin no creía en nada, pero ahora cree en el destino. Y, en concreto, cree en su sonrisa.
La sonrisa más bonita que ha visto nunca.
La sonrisa de la musa de su vida.
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Inara ➳ hanker
Fiksi PenggemarKerem Bürsin es un artista callejero que canta al atardecer a orillas del Bósforo y Hande Erçel simplemente pasa por allí cada día y le deja notas agradeciéndole por hacerla sonreír. Él le devuelve un pétalo como respuesta y en esa comunicación sile...