Capullo de rosa.

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Llegó otra noche, Preminger estaba en la bañera del castillo, y seguía pensando en esa última reverencia, la reina ya lo había corregido directamente una vez, su cuerpo no obedecía a las órdenes, pero él sabía que no podía estar sintiéndose por debajo de la reina toda su vida, y se culpaba a sí mismo por haberse humillado tanto por obtener el favor de ella, sumergió la cabeza entera en la bañera, y gritó bajo el agua.

Terminó de cambiarse, secarse y finalmente entrar a la habitación con el listón que Genevieve le había dado hace días, pues a pesar de despreciar hasta cierto punto a la reina, aceptaba que tenía un buen gusto, además de que ese pequeño detalle, le daría puntos de simpatía con ella, sabía que Genevieve adoraba esa clase de pequeños detalles, y por lo que estaba a punto de decirle, iba a ser necesario.

Entró a la habitación, y ella ya estaba en la cama, con una lámpara encendida a su lado leyendo, puede que llevarán durmiendo juntos mucho tiempo, pero aún así era muy extraño que alguno de los dos iniciara una conversación antes de dormir, no había preguntas,  no había comentarios, ni siquiera se decían las "buenas noches", a pesar de ese hecho, Preminger estaba preparado para hablar, se acercó a la cama y comenzó.
—Alteza, tengo que hablar con usted sobre algo que me ha estado afligiendo últimamente.— la reina despegó la mirada de su libro y bajó un poco sus gafas.
—¿Qué necesitas, Preminger?— respondió tranquila pero con una expresión seria.
—Puede que suene a una locura, pero considero necesario llamarla por su nombre.— y la reina dió un respingo.
—¿Mi nombre?— respondió algo preocupada.
—En efecto, no puede ser que un rey siga llamando a su esposa "Alteza", "Mi reina" o cualquier otra parecida...— y la miró con sus ojos dorados, casi enojado.
—Preminger, para mí sería cruzar una línea en nuestra intimidad, y tú sabes que me casé contigo por la salvación mi pueblo.— explicó con voz nerviosa, entrecerrando un poco los ojos.
—Y lo tengo más que claro, usted se ha empecinado en recordarlo cada que puede, pero el motivo es distinto... No puedo seguirla tratando como si usted fuera mi superior ¡Soy el rey ahora!— manifestó levantando un poco la voz.
—Preminger, yo...— la reina quedó muda, y estaba un poco asustada.
—Disculpe, no era mi intención gritarle, pero en verdad detesto la sensación de inferioridad que tengo cada que hablo con usted.— confesó, sabiendo que sincerandose un poco, la reina confiaría.

Ella calló unos segundos, pensando su decisión, y Preminger la miraba de manera inquisidora, sabía que si la reina se negaba, iba a ser difícil mantenerse controlado, y evitar gritarle.
—Viendo las circunstancias, no me molesta en lo más mínimo, de alguna manera es tu derecho... Muy bien Preminger, puedes llamarme Genevieve, supongo que llamarme por mi nombre no le hará ningún daño a nadie.— expresó, y una sonrisa de malévola victoria se formó en el rostro de Preminger, y no se imaginó que las siguientes palabras iban a salir de su boca.
—Que tenga buenas noches entonces... Genevieve.— ella no contestó, pero esa noche Preminger dormía con una expresión ganadora.

XXXX

—¡¿Cortar mi cabello?!— chilló Anelisse ante la propuesta de Julien.
—Es necesario, ninguna joven en el reino tiene un cabello tan precioso como el tuyo, además de que es tu rasgo más característico, piénsalo un poco, nos encontrarían en seguida si vagamos por ahí.— Explicó Julien.
—Es lo último que me queda de mi viejo yo... No creas que es tan sencillo simplemente dejar mi vida atrás.— respondió Anelisse.

Llevaba un mes desde que experimentó la liberación de no pertenecer a la corona, aún parecía muy irreal el giro que su vida había dado.

Pasaron un día entero en la oscuridad de la mina, hasta que ayudados por el gato de Erika y el viejo caballo de Preminger pudieron encontrar otra salida, pero la que salió aquella noche de la mina ya no era la princesa Anelisse.

Después de confesar su amor a Julien, la desesperación cuando la oscuridad cayó sobre sus cabezas le hizo preguntarse muchas cosas.
¿De verdad era necesario que regresara? Probablemente Preminger la había dado por muerta ante el reino.
Luego vino a la mente su madre, ella debería estar destrozada por su muerte, debía regresar con ella a toda costa, debía salvarla de las garras de Preminger, así estuvieran casados, ella iba a encontrar la manera de liberar a su madre...
Libertad... Esa palabra le resonó, si llegaba a salvar a su madre de todos modos tendría que ceder su libertad a cambio de salvar a su pueblo, ya no podía fiarse de que la mina real pudiera salvarla de casarse, había descubierto geodas, pero todos los recursos tarde o temprano se acabarían.

Su pueblo era una de las cosas que más le preocupaba, no podía simplemente irse y dejarlo a la deriva, porque para eso estaba ella como futura gobernante, para dirigirlo, para sacrificarse si así fuera necesario, ella estaba para evitar el sufrimiento de todos.
Fue educada con ese sentimiento de sacrificio, con esa necesidad obsesiva se ver por el otro, y a pesar de anhelar libertad, ella no se detuvo ni un segundo a pensar qué hacer si es que llegaba a tenerla, no estaba permitido imaginar algo diferente.
Suprimió entonces sus anhelos, sus sueños, e incluso lo que le dijera el corazón, a pesar de que en el fondo ella detestaba estar en esa posición, no tenía tiempo ni de cultivar en ella esa clase de ideas.

Por primera vez, al salir de esa mina, pudo contemplar las estrellas en completa libertad, vió a Julien a su lado y tomó una decisión por su cuenta, sin pensar en el pueblo, sin pensar en su madre, sin pensar en la corona, sólo pensó en lo que ella quería hacer.
—Julien, escapemos.— soltó de repente.
—¡¿Qué?!— respondió él sobresaltado.
—Escapa conmigo, todos piensan que estamos muertos, nadie nos buscará, es nuestra oportunidad de estar juntos.— declaró al tiempo que lo tomaba de las manos.
—Pero... Tu madre... Ella está a punto de casarse con ese lunático.— suplicó Julien
—Ella estará bien, ten por seguro que si no hubiera otra opción, la que estaría en el altar junto a él, sería yo.— aseguró Anelisse.
—Mi madre siempre se ha preocupado por el pueblo, incluso ha sacrificado su vida entera por el bien de estas personas, pero yo no puedo, no estoy tan dispuesta.— confesó mientras sus ojos se ponían vidriosos.
—Julien, no puedo simplemente bajar la cabeza y asentir todo el tiempo, todos a mi alrededor han tomado las riendas de mi vida ¡Todos menos yo!— gritó y las lágrimas comenzaron a brotar.
—Entiendo Anelisse, pero no podemos simplemente irnos, no tenemos un plan, no tenemos recursos, y tampoco tenemos el tiempo suficiente.— Anelisse se limpió los ojos y le sonrió, sacando una de las geodas que habían descubierto en la mina.
—Sólo tenemos que tomar las suficientes y encontrar un lugar donde pasar la noche, Julien.—

Después de haber tomado la decisión, Julien encaminó los pasos hacia la casa en la que Preminger había secuestrado a Anelisse, debía tener insumos suficientes para emprender un viaje, tomarían lo necesario y se irían para siempre.

XXXX

Trozos del cabello de Anelisse estaban regados por todo el suelo, Julien tomó también las tijeras, y cortó su propio cabello, ahora ninguno de los dos era un maestro o una princesa.

—¿Ya lo decidiste?— preguntó Anelisse.
—Mi nombré será Nick, como aquel ayudante de Preminger.— respondió Julien con una risita.
—¿Nick? ¿Y por qué el nombre de un hombre tan horrible?—
—Es un nombre divertido.— dijo mientras reía y miraba hacia otro lado.
—En fin... ¿Cuál será el tuyo?— preguntó Julien emocionado.
Anelisse se quedó en silencio unos segundos, suspiró y miró detenidamente la luna y las estrellas unos segundos, Julien miró el fuego bailar en los ojos de Anelisse, hasta que escuchó su respuesta.
—Genevieve... Cómo mi madre.—

Un Reinado Púrpura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora