Y el Champán listo a servir.

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La reina Genevieve, miró hacia los invitados, esperando un milagro, esperando no  tener que sacrificarse de esta manera, pero nadie vino, nadie detuvo esta horrible celebración, y nada iba a evitar que su boca pronunciara las siguientes dos palabras.

—Yo acepto.— Una parte de su corazón se hacía muy pequeña mientras lo decía, y sintió un agujero en su estómago, pero la voz del cura la sacó del trance en el que estaba.
—¡Puede besar a la novia!— dijo con entusiasmo, y la reina dió un respingo, mientras volteaba la cabeza horrorizada, y cerró los ojos deseando que el beso fuera rápido.
Bajó un poco la cabeza y se acercó a Preminger, él tomó la mano izquierda de la reina, la jaló hacia él, girando en un rápido movimiento, cambiando las posiciones de ambos, él estaba ahora arriba, y se acercó a los labios de la reina.

A pesar de la maniobra, Preminger trató de hacerlo lo menos incómodo posible, haciendo que durara apenas un segundo, y en cuanto se separó, mientras todos estaban distraídos, le ofreció un pañuelo a la reina, para que pudiera limpiarse los labios disimuladamente, y le guiñó un ojo.
—No olvide que usted y yo, seguimos siendo amigos.— Dijo Preminger en voz baja, y le ofreció el brazo para que ambos pudieran salir caminando hacia el lugar donde se haría el banquete.

La reina estaba pálida, sostenía con una mano el pañuelo, y con la otra, sostenía fuertemente a Preminger, pues las piernas le flaquearon, la extrañeza de ese gesto estaba en su cabeza, y no podía dejar de ver a Preminger con una mezcla de curiosidad y asco.

Ambos pasaron al jardín para la comida, lo que siguió de la tarde no se dirigieron la palabra, pero se sentía una dualidad al verlos, Preminger se veía jovial, emocionado y sonriente, Genevieve por el contrario, lucia pálida, cansada y deprimida, él comía con ganas, y bebía el vino con felicidad, la reina apenas y podía sostener sus cubiertos.

Cuando menos se dieron cuenta la noche cayó, y la gente pasó al salón principal para el baile, Preminger le extendió la mano a la reina, y la ayudo a sentarse en su trono, él se sentó justo al lado mientras los músicos y la gente se acomodaba, entonces el director de la orquesta se les acercó, y les preguntó si ellos abrirían el baile, a lo que Preminger tranquilamente respondió.
—Discúlpeme usted, pero estoy un poco indispuesto en este momento...— y con voz más baja agregó —Ya sabe, creo que me emocioné con el vino, y ahora la pista entera da vueltas.— finalizó con una risa.
—Oh, no se preocupe mi señor, disfrute la música.— Respondió sonriente el director, y comenzó a tocar la orquesta.

Preminger miró de reojo a la reina, le dió otro guiño, y ambos quedaron sentados completamente mudos, mientras escuchaban la música.

XXXX

La fiesta llegó a su fin, los invitados se habían ido, y era la hora de dormir, Genevieve estaba asustada, no podía imaginarse que Preminger intentara algo con ella, prácticamente se separó de él, y corrió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Pero alguien tocó tan pronto como ella entró.
—¿Quién es?— dijo asustada, mientras se alejaba de la puerta, esperando que no respondiera la voz de su ex-consejero.
—Soy, yo su alteza, Preminger, déjeme pasar.— Respondió amablemente, la reina se acercó a la manija de la puerta, pero se arrepintió tan pronto sintió el metal.
—¡No Preminger, no quiero verte aquí!— gritó.
—No se preocupe, no tengo esa clase de intenciones... Carnales— respondió con algo de asco, aún así del lado de la reina sólo hubo silencio.
—Pensé que ya que estamos casados, es necesario poner las cartas sobre la mesa, y explicarle mis intenciones como esposo.— dijo tranquilamente.
—Puedo escucharte detrás de esta puerta, no es necesario que entres, Preminger.— respondió Genevieve con desesperación.
—Disculpeme mi reina, pero en verdad considero necesario que hablemos de frente.—
—¡He dicho que no, Preminger!—
—De una manera u otra tendremos que hablar, así tenga que esperar al amanecer, está conversación se dará, y no importa cuanto la aplace yo estaré aquí esperando.— dicho esto, se alejó de la puerta, dejando tras de sí, el eco de sus tacones, apenas había tocado el barandal de las escaleras, cuando escuchó una puerta abrirse.
—Si de lo único que se trata es de hablar, entonces pasa Preminger, pero si intentas ponerme una mano encima no me importará que seas el rey, ten por seguro que llamaré a los guardias.— dijo la reina, algo asustada.

Preminger regresó hasta la habitación con una sonrisa en los labios.
—Buenas noches su alteza.— e hizo una reverencia.
Él entró primero a la habitación, seguido por la reina, y se dirigieron a una mesita donde a veces la reina tomaba el té, Preminger tomó una silla y se la ofreció, ella se sentó, y de inmediato, frente a ella, Preminger tomó asiento.
—¿Y bien, Preminger?—
—Verá su alteza, yo tengo muy claro que usted no se casa conmigo por amor, pero no quiero preocupar al pueblo, no quiero que la gente piense que de alguna manera la obligué.—
—Eso fue prácticamente lo que sucedió, Preminger.—
—Ahí es donde usted se equivoca, su alteza, yo le ofrecí mi fortuna para salvar a su reino, y usted aceptó, pero pudo haber buscado otras opciones.—
—¡Es injusto, Preminger! Tú viniste a mí justo después de que me enterara de la muerte de mi hija.—
—Da igual como haya sido, de cualquier forma usted aceptó, y no hay nada que pueda hacer para retractarse.— y Preminger rió con la boca cerrada.
—Pensé que eras mi amigo, Preminger ¡Pero sólo te aprovechaste!—
—Si, si, mi lady, pero como ya dije, no hay nada que se pueda hacer.— y le mostró el anillo en su anular izquierdo.
—Ante dios y nuestro reino, somos esposos.— dijo dejando muda a la reina, que sólo giró la cabeza y comenzó a temblar.
—En fin, como le estaba diciendo, alteza, quiero que frente a la sociedad, aparentemos cariño, nada de esas caras pálidas y depresivas de esta tarde, no, quiero que me tome del brazo y sonría.— y la reina lo miró de nuevo con mucho asco.
—Hablando sobre mi reinado, usted ya me ha pedido asesoramiento con anterioridad, así que por el lado de hacer malos manejos con las riquezas del pueblo, no debería preocuparse en lo más mínimo, tengo un plan que nos traerá prósperidad, ya verá.— y la reina relajó un poco su expresión.
—Bien, supongo que puedo aceptar ambas cosas.— respondió con el ceño fruncido.
—Aún me queda una petición más, mi adorada reina.— Genevieve abrió los ojos, asustada, y con tan sólo unos segundos de silencio la reina podía escuchar a su corazón en los oídos.

—Quiero dormir en la misma cama que usted.—
—No.— Sentenció de inmediato.
—Ya le he aclarado que no me interesa tener ese tipo de contacto con usted, ¿Es que aún no lo comprende?—
—¿Comprender qué, Preminger?—
—Yo lo único que deseaba era ser rey, y no puedo ser un rey completo, si no duermo en la habitación real.—
—Bien, pues duerme aquí, yo ocuparé la habitación de mi hija.—
—Que no quiera estar con usted de esa manera, no significa que no quiera dormir acompañado, los reyes tienen a las reinas a su lado... Para mí, usted es una gran amiga, y agradezco poder ser rey a su lado.— La reina estaba sorprendida de la dulzura de esa última frase.
Pensó durante unos segundos su respuesta, se levantó de la silla y se dirigió a su cama, mirando el lugar donde las personas a las que había amado, habían descansado a su lado, pero ya no estaban.
Luego miró nuevamente a Preminger "de todos modos ya estaba casada con él" ya estaba sobre sus hombros la obligación de verle la cara el día entero por el resto de su vida, dió un respiro, y habló.

—Está bien Preminger, podemos dormir juntos.—

Un Reinado Púrpura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora