8. ¿Dónde quedan hoy los días en que aquello era un sueño?

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Al día siguiente, Millie Brown aporreó la puerta del dormitorio 79. Sujetó con fuerza el pastel de chocolate y rápidamente encendió las dos velas que formaban el número 20. Finn Wolfhard recién salido de la ducha –ya vestido– le abrió la puerta, secándose los rizos negros con una camiseta verde. Por suerte, antes de acudir al dormitorio de los chicos, Millie se aseguró de abrocharse bien el corazón para que ningún sentimiento o emoción se le escapase.

El guitarrista procuró no mirarla, se apartó y le cedió el paso.

Feliz cumpleaños a ti... —comenzó a cantar la pianista.

Gaten, Caleb y Finn se le unieron. Noah sonrió rebosante de alegría y agradecimiento por tal gesto.

Feliz cumpleaños, querido Noah, feliz cumpleaños a ti... —Finalizaron y rompieron en aplausos.

Millie dejó el pastel sobre el escritorio del cellista.

—Adelante, pide tu deseo —dijo ella.

Noah cerró los ojos por un instante y al abrirlos sopló las velas. Vino otra ronda de plausos. Acto seguido, los varones hicieron entrega de sus presentes. De parte de Caleb recibió una camiseta, una brea nueva para el arco de su violoncello, chocolates y una tarjeta de regalo para hacer compras en línea. Finn le obsequió una fragancia y tres cupones de descuento para su restaurante favorito: El taquito ardiente.

—Tu regalo llegará por la tarde —le dijo Gaten— lo reservé hace una semana, pero justo hoy salió a la venta.

—¡Cielos! ¡Gaten! ¡Es lo que creo que es?

—¿El primer libro de la nueva saga de Rick Riordan? —Gaten sonrió cómplice.

—¡Las pruebas de Apolo: el oráculo oculto! ¡No puede ser!

Llegó el turno de Millie. No quería mostrar lo que había conseguido para el cellista, sin embargo, y regañadientes, sacó de su bolsillo un par de cupones de descuento para El taquito Ardiente, como los de Finn.

—También pedí algo por paquetería, pero se retrasó —comentó la pianista encogiéndose en hombros—. Espero que llegue hoy.

—No te hubieras molestado. No se hubieran molestado —dijo Noah—. Gracias por todo, son los mejores. ¡Me temo que tendremos que ir al taquito ardiente por la noche y hacer uso de estos bebés!

—Hoy es tu día, tú mandas —concedió Caleb.

Millie y Gaten bajaron a la cafetería por utensilios para cortar el pastel, así como platos, cucharas, bebidas y fruta. Regresaron al dormitorio y por primera vez desde que Finn se había incorporado al curso, Millie desayunó con ellos.

—¿Dónde dejaste a Iris? —le preguntó Caleb— últimamente no se despegan para nada.

—Le tocó recibir a Chiara —contestó la pianista.

Chiara Partridge era una chica tierna y adorable de diecisiete años, invidente de nacimiento, que cursaba su segundo grado en flauta transversal. Era la única estudiante que no vivía en el conservatorio como el resto, sino en casa. Diariamente su hermano mayor la dejaba en la entrada del conservatorio. El director asignaba un alumno por día para recibirla y apoyarle a desplazarse por las instalaciones sin problemas, asimismo, el alumno en cuestión debía acompañarla de camino a todas sus clases y llevarla a la salida al final del día, donde su hermano le esperaba para llevarla a casa. Era una experiencia única y muy bella de la que nadie estaba exento.

—¿Le tocó o se ofreció? —inquirió Caleb achicando la mirada.

—En verdad David Koerner la asignó —Millie rio por lo bajo.

Vendiendo Recuerdos Para Poder Dormir [Fillie] [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora