Más tarde, estando en la biblioteca buscando un libro para su redacción de historia del arte, Finn escuchó unas vocecillas del otro lado del estante:
—Seguramente ya pasó por las camas de Noah, Finn y los cantantes —murmuró una muchachita—. Qué casualidad que se junte con ellos nada más.
—Es una mosca muerta. Las que no hablan son las peores —respondió su interlocutora.
Lleno de rabia, el guitarrista se dirigió con paso resuelto al pasillo donde las señoritas cotilleaban. Tenían qué ser Eline Vance y Juliette Purviance, amigas de Izabela.
—¿No tienen algo mejor qué hacer? ¡Dejen de inventar! ¡Déjenla en paz! Lo que ustedes hacen es ruin y cruel. —Le hervía la sangre que hablarán así nada más y nada menos que de Millie.
Las chicas huyeron como ratones asustados.
Cada segundo que pasaba odiaba un poco más a Eline por haber difundido la información que su novia le confío sobre el musical. Ahora, los conservatorianos miraban a la pianista con desprecio y la trataban con hostilidad, la odiaban por haber captado la atención de August Blanchard y su equipo.
Finn tenía la mala suerte de escuchar por casualidad todas las especulaciones de cómo Millie obtuvo el privilegio de participar en el proyecto; concordaban que tenía una relación amorosa con Blanchard. Resultaba nauseabundo. El muchacho salía en defensa de la pianista. Le dolían todas las mentiras que brotaban sin piedad de sus bocas envidiosas.
De haber sabido que sucedería todo ese lío, nunca le habría dicho a Izabela sobre Millie y versos de cristal. No la culpaba, en lo absoluto. Además, tarde o temprano los conservatorianos se iban a enterar de todo, posiblemente hasta el estreno del musical, y habría resultado más escandaloso para la pianista. No debía enojarse con Izabela, quizá lo comentó a sus amigas porque era una buena noticia para compartir. Noticia que no le agradó a muchos, en especial a los demás alumnos de composición y a los compositores de otras carreras.
Finn regresó al pasillo, tomó el libro que necesitaba y dobló a la derecha para irse. No obstante, chochó con Millie Brown y los libros que ella sostenía cayeron al suelo.
Finn se agachó rápidamente a recogerlos. Se los entregó al tiempo que la pianista giraba el rostro y se limpiaba un par de lágrimas.
—¿Todo bien? —le preguntó Finn con el corazón hecho pedazos.
Ella asintió. Finn no le creyó.
—Gracias por... —se le quebró la voz. Salió a prisa de la biblioteca.
Finn la siguió, no pudo evitarlo. Pareciese que lo ataron a ella y debía seguirla allá donde se moviese.
La pianista se sentó en una banca del jardín. Dejó los libros a un lado y terminó de secar todas las lágrimas que rodaron por sus mejillas.
Hacía un frío que dejaba tieso y la pianista sólo llevaba un suéter ligero. El guitarrista se acercó lentamente mientras se quitaba la chaqueta; abrigó a Millie colocándola sobre sus hombros.
—Las escuchaste ¿Cierto? A Evangeline y Juliette —se sentó de cuclillas frente a ella.
La pianista asintió. Esquivó la mirada del chico.
—Toma, está limpio —le cedió un pañuelo desechable.
—Gracias por lo que les dijiste.
—No hay de qué. No les hagas caso ¿vale? no vale la pena. Seguirán hablando aun cuando no las vea y no podré estar para cerrarles la boca —resopló el guitarrista, agotado, frustrado, impotente—. De momento, no llores más. Sé que es duro pero lo enfrentaremos. Estoy contigo. Los amigos están en las buenas y en las malas.
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Vendiendo Recuerdos Para Poder Dormir [Fillie] [en edición]
FanfictionFinn Wolfhard, un guitarrista veinteañero, abandona sus estudios en el Real Conservatorio de Canadá para seguir su sueño de ser una estrella de Rock pero las cosas no salen como lo planea. En medio de su desilusión y frustración, recibe una carta de...