VI. Necesidades

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"Y los demonios le rogaban, diciendo: Si vas a echarnos fuera, mándanos a la piara de cerdos."
—Mateo 8:31

"Necesito más horas en el día para conseguir hacer todos mis pendientes" pensé mientras subía las escaleras de la facultad con un café en mano, y la mochila golpeando mi espalda con cada paso que daba, el reloj estaba a un pelo de rana calva de marcar las doce del mediodía y yo necesitaría de un milagro para lograr entrar a la clase del señor Perelló.

Las manecillas siguieron su curso dejando que la primera campanada resonara, mi pie derecho ya estaba dentro del aula por lo que el hombre no puedo más que dejarme entrar, esas eran las reglas, después del primer "Ding" nadie entraba.

La hora pasó entre historias y ejemplos de la teoría aplicada, dudas de la misma persona de siempre y tarea para enviar por correo el fin de semana.

Cuando estuvimos fuera, Amelia me sorprendió con un abrazo de oso, en sus ojos podía ver un brillo especial y sabía que terminaría con ella pidiéndome algo sobre lo que no podría negarme por el remordimiento de consciencia de haber besado a su ex novio.

—No... —dije de una, guardando el resto de mis cosas dentro de la mochila color rosa.

—Ni siquiera he hablado —se quejó en camino a la salida.

—De acuerdo, habla —la incité, tomé el brazo que me ofrecía y ambas recorrimos el pasillo.

—Me debes una noche de chicas y hoy va perfecto.

Estaba lista para negarme una vez más, no sabía si lo que Amelia quería era una noche alocada en algún club nocturno o si preferiría ver películas de terror con cientos de calorías frente a ellas.

—Creo que necesito una distracción —dije mordiendo mi labio mientras repasaba mi lista de cosas por hacer que mágicamente parecía haberse limpiado.

—¿Es un sí? —preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.

—Es un claro, por supuesto, y desde luego que sí.

Con un plan a medias, mi amiga empezó a enviar mensajes, nos tomamos un par de fotos para "sellar el pacto" y evitar que me fuera a retractar y ambas nos fuimos a casa a disfrutar de una tarde de viernes.

Anna había terminado con su semana de exámenes y estaba molida, al grado de amenazarme con romper cada dedo de mis manos si me atrevía a interrumpir su maratón de veintiocho horas ininterrumpidas de sueño.

"Pasamos por ti a las 10." Se leía en el mensaje de Nasya, el reloj de la pantalla del celular marcaba las 18:18 y la mejor manera de invertir mi tiempo sería con una siesta antes de desvelarme, con suerte dormiríamos algunas horas luego del club.

No desperté a los veinte minutos como había previsto, pasaban de las ocho y media cuando pude despegar mis ojos, chasqueé la lengua luego de abandonar la cama en dirección al armario.

El primer dolor de cabeza de la noche se derivaba de tener que escoger un atuendo, odiaba toda prenda que combinaba, y el espejo era el único testigo del fallido desfile de modas que tenía lugar en mi habitación.

"¿En qué momento me volví tan vanidosa?" Cuestioné al reflejo que me devolvía la mirada, el pantalón de cuero se quedaba, la parte superior del atuendo era la que no me convencía. Fue hasta que encontré una blusa de aplicaciones plateadas que me di por servida con mi apariencia. Una coleta alta y rizada, combinada con algo de maquillaje para realzar mis ojos y pedrería que los adornaban, más el típico labial rojo que daba ese toque extra.

Estuve lista apenas diez minutos antes de la hora, el ruido de mi estómago me recordó que de belleza no vivo con pesar busqué en la alacena y me prepare una rebanada de pan blanco con queso crema y mermelada de cereza, debía bastar.

CAELUM NIGRUMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora