" Nosotros amamos porque Él nos amó primero."
—Juan 4:19
—Basta, por favor déjame en paz —pedía a media voz por la falta de aire que me ocasionaba la risa.
En vez de bajar el ritmo, Abadón parecía disfrutar del show, y sus manos se ensañaban en seguir aquel tormento llamado "cosquillas".
Y de alguna forma, la ventaja quedó en manos de él, quizá era un empate, pues verlo encima de mí... había una necesidad que yo ignoraba, una que salía a la luz cuando sólo estábamos nosotros.
Aquellos ojos con azul del cielo empezaban a oscurecerse, no dudo que los míos se contagiaban de la misma energía, con una sonrisa lo invité a hacer aquello que cada vez que iniciábamos se veía interrumpido...
No hubo tiempo de ralentizar mi respiración, el primero beso era lo que quería, sus manos encontrando el camino por debajo de mi blusa y las mías desabrochando su camisa, mi prisa me hacía torpe, en contraste con la calma de él.
Cambiamos el sofá por la cama de la habitación, y lo qué pasa con la puerta cerrada, se queda ahí...
Luego de nuestro repaso de anatomía humana, me sentía perdida, como si estuviera volando, y aunque estaba cansada volvería hacerlo.
Entre los brazos de Abadón, con las sábanas echas jirones entre nosotros, me olvidaba de los problemas y las habladurías que resonaban fuera de las cuatro paredes.
Los caóticos patrones que dibujaba de la mitad de mi espalda hasta el hombro me relajaban, el latir de su corazón empezaba a ir al compás del mío, y no había caído en lo peligroso que era amar a alguien, no había visto las señales hasta que ya estaba perdida en él.
Amar, un verbo, ¿O una emoción?, era confuso, un lío más.
Me removí buscando una respuesta a lo que sentía, no quería ponerle un nombre a esto, era difícil hacerlo cuando no podía ofrecerle amor de por vida, no sabía cuánto tiempo me quedaba aquí, podía ser un año o un siglo. Fruncí los labios, de nuevo me adelantaba a los sucesos, podría ser el vestigio de un viejo hábito aunque no sabría decir si era mío, de Renée o la combinación de ambas.
—Te tensaste, chéri —dijo Abadón, claro que iba a notarlo cuando entre su pecho y el mío no había nada interponiéndose.
—¿Decías? —pregunté, negó acostumbrado a la forma en que de pronto me perdía en mis pensamientos—. Tomaré una ducha.
Me ahorre el paso de desvestirme para entrar directo en la regadera con la esperanza de que el agua se llevara las preocupaciones del corazón; me repetía que no me afectaba, pero últimamente mis emociones estaban a flor de piel, combinadas con un desequilibrio entre mi parte humana y mi parte celestial, era una guerra que se libraba, arrasando con la normalidad de mi vida y comencé a llorar.
—Habla conmigo —pidió Abadón tomando mi cintura por detrás, mis lágrimas ya habían encontrado una salida pero mi voz seguía atrapada.
¿Qué podía decirle?, no sabía cuál era mi problema, no sabía si temía por mi estancia en el Paraíso ya que no pactamos un acuerdo de celibato, o por insignificantes problemas terrenales que impactarían en el incierto futuro que compartiríamos.
ESTÁS LEYENDO
CAELUM NIGRUM
Teen FictionY a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día. ...