"Pues me habías echado a lo profundo, en el corazón de los mares, y la corriente me envolvió; todas tus encrespadas olas y tus ondas pasaron sobre mí."
–Jonás 2:3 .
Una nueva mañana y una nueva lista de cosas por hacer que repasaba mientras el café terminaba de caer en la taza, el tocino sobre la cacerola parecía reír; un desayuno después y estaba lista para meditar, esta era mi adición a la rutina de Renée, agradecerle a Él por guiarme en las pequeñas cosas, porque aunque ya no tenía línea directa con su sabiduría aún lo sentía alrededor, y a modo de agradecimiento por la oportunidad ofrecí el primero de los diseños que por la noche había creado, junto a una oración antes de realmente empezar mi día.
A ti que dominaste el bien y el mal,
Por dejarnos tropezar y a levantarnos con un nuevo aprendizaje,
Gracias por dejarme disfrutar de la fortuita creación y el rumbo que ha tomado.
Las últimas tres frases de mi oración resonaban en mi cabeza mientras tomaba el metro, aseguré la bolsa sobre mi hombro dejando de prestar atención, a mi alrededor todos los pasajeros parecían absortos en su mundo, quizá en sus problemas, nadie me prestaba atención salvo una niña de grandes ojos color avellana que sonreía y luego ocultaba el rostro en el pecho de su madre con timidez, sonreí en su dirección desbordando ternura por la criatura, la salude con la mano sacándole una risa que terminé por imitar, a la señora parecía no molestarle que la niña sobre su regazo fuera saludándome y en vez de regañarla instó a la menor a despedirse pues su parada era la próxima.
Bajé unas estaciones más adelante, esperando ansiosa visitar a Joseph, el anciano dueño de la tienda que era tan dulce como el azúcar y a su esposa, Marilyn, que era experta en poner en su lugar al terco y alegre hombre, su relación era de las más duraderas que conocía, aunque no era como que pasara todo el tiempo investigando, sin embargo cuarenta y nueve años de casados, era más de lo que podría imaginar, había un poco de todo en esa relación, amor, bondad, algo de resentimiento y engaños que me dejaban pensando sobre qué tan natural era la monogamia. Eran todos unos personajes que buscaba conocer tanto como me lo permitieran y los cimientos de su relación con Renée eran el mejor comienzo que podría tener.
Andaba por las calles del centro, distraída con la arquitectura y el estilo de los edificios, la cantera dominaba todo, y los letreros dorados anunciando el nombre del edificio me hacían sentir en otra época, un pasado tan complicado como el presente de la ciudad, faltaba poco para arribar a mi destino y cada paso empezaba a sentirse más pesado que el anterior, el cabello de la nuca se me erizó como advirtiéndome que algo andaba mal, aceleré creyendo poder escapar de la incómoda sensación; esa ansiedad de creer que alguien te vigila era la exacta descripción de lo que sentía, mis pasos resonaban acompañados de otros, en mis pensamientos algo me susurraba que no estaba sola y cuando giré segura de que encontraría a alguien pisándome los talones... no vi más que personas ahogadas en la cotidianidad.
Entre a la tienda de Joseph, una campana sobre la puerta anunció mi llegada y afuera se quedaron las inseguridades que me seguían, podía ser solo eso, un poco de paranoia.
—¿Qué puedo hacer por ti hoy, querida? —preguntó el anciano aclarando su garganta—. ¡Marylin, ven a saludar a Renée! —llamó a su esposa que no tardó en asomar la cabeza y salir con una cinta métrica alrededor del cuello.
—¡Volviste!, creímos que nos habías cambiado por las tiendas comerciales —dijo la mujer con voz dulce y los ojos brillando con algo que podrían haber sido lágrimas de alegría.
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CAELUM NIGRUM
Teen FictionY a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día. ...