Reencarnation. ┊ 𝐀𝐧𝐨𝐡𝐚𝐧𝐚

0017; Llorar.

Era diferente a la última vez.

Menma nuevamente estaba sobrepasando las reglas de lo que llamamos Paraíso, pero ahora no solo Jintan podía verla.

A ella, por algún motivo, se le dio la oportunidad de escoger a donde iría su alma. Al dicho paraíso o a la tierra de nuevo. Escogiendo lo segundo, fue como ella puede estar frente a sus amigos otra vez. 

Pero no era su cuerpo, no pudieron abrazarla. Lo descubrieron cuando, llenos de lagrimas, chocaron entre ellos donde se supone estaba Menma. Habían corrido a abrazarla, pero no había nada más que aire.

Ante ese incidente, la albina soltó una carcajada. Una que le dio escalofríos a todos, y los obligó a soltar lágrimas todavía más gruesas.

 Querían gritar, su pecho les oprimía. Pensaron que sus vidas seguirían como si nada después de ese encuentro en la adolescencia. Pero aquí están, frente a ella otra vez, sin poder abrazarla. Pero podían verla, oírla, hablarle y sentirla.

Cuando los superprotectores quisieron hablar, al mismo tiempo, para decirle algo a Menma, ella los interrumpió poniendo un dedo en sus labios, en señal de que pedía silencio.

Seguramente los chicos pensaban, que al igual que esa vez, tenían poco tiempo. Que ella se iría.

- ¡Compañeros! - exclamó el alma, con su voz que llamaba a una aventura, que te hacía sonreír incluso ahora cuando el dolor era abrumador - Esta vez... -susurró ahora, tranquila - No me iré. Tienen toda su vida para contarme todo lo que quieran..

Ella miraba el piso, a la par que se encogía y los superprotectores la miraban con extrañeza.

- Estaré aquí.. esperándolos.

Dicho eso, un aura blanca los cegó. Al poder divisar con claridad, la figura de Menma no estaba. En su lugar, una hermosa flor blanca. Y frente a ella, una nota pequeña, escrita a mano por la misma Menma y con dibujitos, tal y como la última vez.

Por cierto, Jintan, tu mami escogió quedarse y cuidarte desde arriba. ¡DILE A TU PAPI QUE SI ELIGE LO MISMO, PODRÍA ENCONTRARLA A ELLA Y ESTAR JUNTOS DENUEVO! 

Decía. Todos lo leyeron, sonrieron apenas pues los músculos faciales se concentraban en llorar. A quien se dirigía la carta, solo pudo abrazar a su pareja para desahogarse en gritos junto a su cuerpo. Y el resto se unió al abrazo a los instantes después.