7

103 24 2
                                    

13 de mayo de 1893


El coche de punto se detuvo.

—Ya hemos llegado, caballero —dijo el cochero.

Una larga hilera de landos y clárens bordeaba toda la acera alrededor de la residencia Styles. Al parecer, su esposo daba una fiesta a la que asistían unas treinta o cuarenta personas. Harry había estado ausente cuatro días visitando a sus padres. ¿Es que Niall celebraba ya su desaparición de la faz de la tierra?

El mayordomo, aunque consternado por su regreso, lo ocultó hábilmente bajo una capa de puntillosa solicitud.

—Milord debe de estar cansado. ¿Milord querría tomar un baño? ¿Afeitarse? ¿Qué le llevaran la cena a sus aposentos?

Harry casi esperaba que le ofreciera una dosis de láudano, para que milord cayera rápidamente en un profundo sueño, de forma que la soirée de sir pudiera continuar sin obstáculos.

—¿Se esperan más invitados? —preguntó. Debía de ser así, si iba a haber un baile.

—No, señor —respondió Smithers ceremonioso—. Solo es una cena.

Harry consultó la hora. Las diez y media. A estas alturas los invitados estarían en el salón, tanto los hombres como las mujeres, preparándose para despedirse en la siguiente media hora, para poder seguir con la ronda de bailes y soirées dansantes.

Abrió la doble puerta del salón y lo primero que vio fue a su esposo, espléndidos con un exceso de diamantes y plumas de avestruz. Junto a ely había un hombre excepcionalmente apuesto que, con el ceño fruncido, parecía estar reprendiéndole. Lo escuchaba con una expresión de exagerada paciencia.

Lentamente, de uno en uno y luego de dos en dos y de tres en tres, los invitados comprendieron quién era él, aunque ninguno lo conocía. El murmullo de las conversaciones se fue apagando, hasta que incluso Niall tuvo que mirar hacia la puerta para ver qué era lo que había provocado el silencio.

Sus labios se tensaron al descubrir su presencia, pero no dejó pasar ni un segundo antes de que una sonrisa alegre y falsa apareciera en sus labios, y se acercó a él.

—Harry, ya estás de vuelta. Ven, te presentaré a algunos de mis amigos. Todos se mueren de ganas de conocerte.

Qué insolencia tan increíble. Qué desfachatez. Qué narices. Esperaba que a lord Devine le gustase llevar faldas. Harry cogió a su esposo por los codos, lo acercó y le besó suavemente en la frente. Había oído decir que el suyo era el matrimonio más civilizado de toda la sociedad. Bien, para qué iba él a contradecir esa opinión.

—Por supuesto. Estaré encantado.

Siguiendo el ejemplo de Niall, sus invitados lo recibieron amigablemente, aunque la mayoría no consiguieron actuar con su misma soltura. Le presentó al hombre apuesto de su tête-à-tête en último lugar y, para entonces, junto a él había una mujer alta y morena tan singularmente atractiva como él.

—Permitidme que os presente a lord Styles —dijo su esposo—. Harry, lord y lady Malik.

Así que este era lord Malik, el Caballero Ideal, según la señora Horan, y antiguo amante de Niall.

—Es un placer, milord —dijo lord Malik, con toda la untuosa inocencia de un hombre que nunca le hubiera puesto los cuernos a Harry.

Harry descubrió que casi se estaba divirtiendo. Apreciaba un poco de farsa.

—Lo mismo digo. ¿No será usted el mismo Zayn Malik que firmaba aquel fascinante artículo sobre la captura de cometas por Júpiter?

Esto los desconcertó a todos, especialmente a sir Styles.

—¿También es usted un entusiasta de la astronomía, milord? —preguntó lady Malik, con tono indeciso.

—Sin ninguna duda, mi querida señora —respondió Harry con una sonrisa.

Su esposo miró incómodo a su antiguo amante.
Los invitados, ante el dilema de tener que elegir entre ser los primeros en observar y chismorrear sobre la aparición de los Styles juntos, en público, o asistir a un baile no tan diferente de algún otro al que habían acudido tres días antes, se olvidaron de marcharse.

Harry no los decepcionó. Era un anfitrión encantador, pero mejor todavía, era franco en grado sumo.

«¿Cuánto tiempo pensaba quedarse en Inglaterra?» Un año, por lo menos.

«¿Le gustaba su casa?» Su casa, que le gustaba sobremanera, estaba en la Quinta Avenida, en Manhattan. Pero la residencia de su esposo le parecía muy agradable.

«¿No tenía sir Styles un aspecto magnífico esta noche?» Magnífico era una palabra demasiado insípida. Conocía a sir Styles desde que era prácticamente un niño y su aspecto siempre había sido espectacular.

«¿Conocía ya a lord Devine Stuart» ¿Lord qué?

Después de la medianoche, y después de unos cuantos recordatorios intencionados de su esposo sobre sus siguientes compromisos, sus invitados se dispusieron por fin a marcharse. Lord y lady Malik fueron los últimos en irse. Mientras lady Malik salía fuera, lord Malik se volvió, atrajo a Niall hacia él y le susurró algo al oído, como si su esposo no estuviera a solo unos pasos de distancia.

El genitor se echó a reír con una súbita carcajada de regocijo, y empujó, literalmente, a lord Malik a la calle.

—Déjame que lo adivine. ¿Te ha propuesto un ménage à trois? —preguntó Harry, sin darle importancia, mientras subían las escaleras uno al lado del otro.

—¿Zayn? No. Desde que se casó, se ha convertido en un aburrido defensor del hogar y la familia. De hecho, antes de que tú llegaras, se ha pasado toda la noche argumentando muy fastidiosamente contra el divorcio. —También fingió de una manera encantadora—. Bien, si quieres saberlo, ha dicho: «Follatelo hasta dejarlo sin sentido».

—¿Y vas a seguir su sabio consejo?

—¿Respecto a olvidarme del divorcio o a follarte? —dijo riendo, con su inconfundible aureola de atractivo sexual—. En esta coyuntura no acepto los consejos de lord Malik ni de nadie lo bastante estúpido para pensar que debería seguir casado contigo. Francamente, esperaba algo mejor de él. Josh lo considera un amigo.

«Pobre Josh», pensó él.

—Bien —dijo mientras se disponían a irse cada uno por su lado—, ¿debo esperar tu visita esta noche?

—Es poco probable. No quiero descomponerme el estómago. Pero estate atenta los próximos días.

Niall puso los ojos en blanco.

—Se me hará muy larga la espera.

Le había dicho lo mismo antes, una vez, el último día de su efímera felicidad. Entonces lo había dicho de verdad, con las mejillas arreboladas de placer y anticipación.

—A mí no —respondió él.

El rubio suspiró, un cansado aleteo en el aire.

—Vete al infierno, Harry.

Acuerdos Privados [narry] adaptadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora