05: Hälsningar (1/4)

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[18 Septiembre]

Los agujeros vacíos de sus ojos parecían cada segundo más oscuros, ni siquiera los gusanos que estaban comiéndose la carne podían verse mucho más allá. Sus labios cocidos con hilo negro, rasgando la piel con los bruscos puntos, estaban de un morado tan oscuro que parecía negro. Su piel pálida, casi blanca, estaba manchada de sangre y pequeñas heridas que surcaban su piel haciendo que su rostro fuera incluso más horrible. Su ropa estaba a penas con un centímetro libre de sangre, lo que solo me decía que lo habían torturado de todas las formas posibles, también por los salientes en sus brazos que rasgaban la tela. Huesos.

Me había acostumbrado al olor de la descomposición. Me había acostumbrado a su imagen aterradora. Me había acostumbrado a su voz, aunque no fuera la suya en realidad. Me había cansado de gritar, llorar y suplicar una ayuda que nunca llegaría.

Nunca llegaría. Nunca llegaba si era yo quien la necesitaba.

Pero sabía que si me movía, un solo centímetro, aquella valentía que había pasado horas construyendo se derrumbaría y todo volvería a comenzar. Él volvería a atormentarme, aunque no estuviera aquí en realidad, los escalofríos y el dolor volvería y yo gritaría por una ayuda que nunca respondería.

No podía pasar por eso otra vez. No podía. No debía.

La puerta se abrió y yo solo la miré, sentada en el suelo mientras apretaba mis piernas contra mí, esperando a que vinieran a llevarme a una nueva tortura a la que tuviera que enfrentarme. Vi como entraba él, de nuevo con el rostro cubierto aunque ahora llevaba una máscara blanca junto a un traje a juego.

—Lo lograste—dijo a través de su voz robótica—. Me siento bastante orgulloso, Eira.

¿Orgulloso?, ¿De que superara algo a lo que no me había dado la opción de negarme?, ¿O de qué no tratara de acabar con esto antes de tiempo? Aun así no dije nada, por temor a que eso me trajera una consecuencia peor a la que ya había tenido que enfrentar.

—Y con ello vuelves a tener acceso a todo—continuó diciendo ante mi silencio—. Vamos a desayunar antes de que vuelvas a tu habitación, ¿Te parece?

Sabía que su pregunta era solo para fingir que mi opinión importaba porque en verdad no importaba si a mí me apetecía comer o lanzarme en un tanque de ácido, lo único relevante era lo que él quería.

Me levanté con cuidado, luchando contra el hormigueo en mis piernas y el mareo que me nubló la vista, me sostuve de la pared para no caer. Levanté la mirada en cuanto estuve bien, él no se había movido y si estaba prestándome atención no podía verlo aunque tampoco sabía si me interesaba saberlo.

Al ver que no decía nada, me encaminé a la salida, temiendo que en cualquier momento cambiara de idea. No había nada del otro lado que no fuese el comedor cubierto de distintas porciones pequeñas de comida, de fruta y bebidas.

El estómago se me apretó nada más al ver y oler toda la comida, la boca se me llenó de saliva y tuve que contenerme para no lanzarme de lleno a la mesa para devorar toda la comida.

Me senté despacio, mirando lo que estaba a mi disposición pero aun así no me moví un solo centímetro hasta que no lo vi a él sentarse frente a mí, en silencio. Con un solo gesto me indicó que comenzará a comer y eso hice.

Aunque mi estómago rugía y la boca se me llenaba de saliva a cada bocado no cedí al impulso de comer hasta que terminara cada plato. No sé exactamente cuánto tiempo pasé comiendo pero se sintió como una eternidad, había acabado con la mayoría de los platos y comenzaba a sentirme satisfecha pero quería terminarlo todo.

JAQUE: El Perverso Juego del Rey [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora