08: Ensamhet

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[02 Octubre]

No tenía sentido llorar, no cuando mi cuerpo parecía envuelto en llamas y no era capaz de levantarme de la cama sin caer al suelo, aun sabiéndolo no pude detener las lágrimas que salían de mis ojos con fuerza.

Me sentía morir, cada día empeoraba un poco.

Primero fue la ansiedad de querer un poco más, solo lo suficiente para que todo el dolor desapareciera como había pasado en el momento en que él me había metido eso en el cuerpo sin que lo notara, pero también estaba allí el miedo a todo lo que ponían frente a mí, apenas si comía por temor a que luego todo lo que sentía en lugar de mejorar empeorara. Al menos hacía unos días había dejado de vomitar, de sudar, de temblar en cada segundo del día.

Seguía teniendo ese deseo contradictorio de buscar un poco más de esa droga que lograba calmarlo todo un poco, que hacía que incluso mi cabeza se volviera algo tan ligero que apenas podía entender medio pensamiento, pero no quería engancharme a eso. Había visto a Neisan sufrir si pasaba un solo día sin consumir algo, lo que fuera que le ahogara sus dolores, y eso era algo que no quería, algo que no deseaba porque no quería salir envuelta en una adicción.

Pero con cada día que pasaba, comenzaba a dudar que llegaran a encontrarme. Hasta el momento no me había interesado la estadística pero ahora no podía dejar de pensar, ¿Cuántas personas que eran secuestradas volvían algún día a casa?, ¿Llegaría alguien por mí en algún momento o moriría en estas paredes?

Me había aferrado a la idea de que llegarían por mí, de que mamá revolvería todo el país con tal de devolverme a casa pero... ¿Y si no era así?, ¿Y si no llegaba a verlas nunca más?, ya había pasado más de un mes y no me habían encontrado, ¿Habría alguna diferencia si pasaba un mes más?

No volvería a verlas, era una devastadora certeza, no sabría nunca más nada de Amaia y sus cientos de citas infinitas, ni de Emyli y sus mil y un libretos, ni de mamá en sus días más buenos en los que nos sentábamos ambas en la sala con una taza de café en las manos mientras la escuchaba hablarme de su días. Nada de eso volvería a suceder y no había aprovechado esos pequeños momentos como debería, no les había dado el valor que merecían ahora que no volverían a sucederme, ahora que mi mundo estaba girando alrededor de él y su juego perverso en el que terminaría perdiendo. Siempre perdiendo antes él.

«—Es lo que mereces niña, ni más ni menos que esto»

Esa voz rasposa en el fondo de mi cabeza era lo único que evitaba que cayera en la desesperación ahora que no tenía a nadie, con él no me salían las palabras porque tenía la seguridad de que en cuanto dijera algo terminaría por encerrarme de nuevo en esa habitación y no quería verla de nuevo, y el hombre de cabello rojizo no había vuelto después de lo que le dije.

Dios, fui tan tonta.

No sabía ni siquiera en que estaba pensado cuando se me ocurrió decirle eso, estaba tan molesta por la prueba y tan asustada por la forma imperceptible en que él había metido la droga dentro de mi cuerpo que solo cargué mis frustraciones contra él que no lo merecía. Era una completa estúpida.

En cuanto la puerta se abrió ya sabía quién era y tuve que morderme la lengua para no llorar, como cada día que había pasado desde la prueba.

—Es hora del almuerzo, drottning—me informó esa voz robótica—. Vamos.

No quería ir. No quería sentarme frente a él y mucho menos jugar al ajedrez como si nada de esto fuera una locura pero tenía miedo a que de no hacer lo que quisiera volviera a encerrarme en esa habitación o, peor aún, volviera a meter droga en mi cuerpo a la fuerza. Y esa última idea solo lograba que me propusiera con más fuerza llevarle la contraria.

JAQUE: El Perverso Juego del Rey [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora