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Capítulo 4

AUSTIN Y EL CÁNCER

AUSTIN VALVERDE

El camino hacia el hospital es tranquilo y un poco silencioso, a excepción de la radio del auto que reproduce una de mis canciones favoritas: A clossenes de Dermot Kennedy. Mamá la puso para que pueda relajarme y no esté tan nervioso al momento de llegar al hospital. Hoy tengo una cita con mi doctor para saber cómo se encuentra mi cáncer, hace un par de días empecé a tener dolor en las muñecas. Eso me preocupa bastante porque no quiero hacerme la idea de que mi cáncer está en una etapa agresiva.

A los trece años me diagnosticaron con cáncer de hueso llamado osteosarcoma, todo empezó cuando comencé a tener dolor en la rodilla, al principio lo dejé pasar porque pensé que solo era un dolor normal por un golpe que me había dado y probablemente no recordaba por lo olvidadizo que llego a ser. Las semanas pasaron y mi familia comenzó a preocuparse porque el dolor cada vez era más intenso, me costaba moverme ya que la rodilla estaba hinchada, mi pierna tenía una lesión que había salido sin razón alguna y tuve que quedarme en cama. Papá hizo una cita en el hospital y días después fuimos para saber que era lo que me estaba pasando, en ese punto tuvieron que llevarme en silla de ruedas porque apenas podía mantenerme de pie.

Al llegar al consultorio del doctor, me revisó, me preguntó si tenía síntomas a lo que respondí que solo dolor ya que lo demás era bastante obvio. Miró a mis padres y la forma en que lo hizo empezó a preocuparme mucho. Habló con ellos por un par de minutos, después se giró hacia mí y fue ahí dónde me dijo que posiblemente lo que estaba ocurriendo era por el nacimiento de un cáncer óseo. En el momento que lo dijo sentí una punzada en el pecho y rezaba porque no fuera eso, el doctor procedió a decirme el tipo de examinación que me haría para determinar si estaba naciendo alguna célula cancerígena en mi rodilla.

Las ganas de llorar me invadieron en segundos y en menos de nada, estaba llorando, mis padres se acercaron para darme abrazos y tratar de calmarme. Para un niño de trece años, el que le digan que puede tener cáncer, ocasiona que todo se derrumbe en segundos.

Cuando estuve un poco más tranquilo el doctor se acercó a nosotros y explicó que lo que me haría para determinar si podía tener un posible cáncer sería una Biopsia. Explico que había dos tipos de biopsia: quirúrgica o con aguja. La biopsia por cirugía — quirúrgica— es cuando el médico te realiza una incisión a través de la piel y quita una parte del tumor o en ocasiones todo. Mientras que la biopsia por aguja consta en introducir una aguja muy fina en la piel y la guían hacia el tumor, con esto, se extrae o quitan pequeñas piezas del tejido del tumor.

Cuando terminó de explicar en qué consistía cada una de las biopsias, mis padres me dieron la oportunidad de decir cual quería yo, pero tenía trece años en ese entonces y estaba aún con miedo, no podía tomar una decisión por mi edad y por el estado en el que me encontraba. Así que los dejé a ellos elegir el tipo, confiaba en que decidirían la mejor para mí. Lo hablaron por unos minutos hasta que llegaron a la decisión de la biopsia por aguja, para ellos fue la mejor opción y la que no me daría tanto dolor como la cirugía.

Mis padres le dijeron al doctor la decisión que habían tomado y de inmediato se empezó a preparar para realizarme la biopsia, les dijo a mis padres que la haría ese mismo día que estábamos allí para no dejar pasar más tiempo. Con los nervios a flor de punta, me senté donde me indicó, preparó mi rodilla y poco a poco empezó a introducir la aguja, el dolor que empecé a sentir fue tolerable, pues la aguja era demasiado delgada. Para no entrar en una crisis, aparté la vista y me fijé en mis padres, tratando de encontrar calma en su mirada. Los minutos pasaban y sentía que llevaba una eternidad, un gran rato después, el médico dijo que ya estaba listo. Sacó poco a poco la aguja con el tejido que había tomado y procedió después a curarme. Se giró con mis padres para hablar con ellos, lo que escuché en ese momento fue que, los resultados estarían en máximo dos días.

Solo quedó nuestra historia. © | Segunda versiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora