Dulces sueños cariño

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Martes 12 de febrero: Este es uno de aquellos días donde la suerte no juega a mi favor, supongo que debería presentarme, me llamo gloria, tengo treinta y siete años, soy madre de dos niñas que son la luz de mis ojos. ¿El padre de las niñas? Un día simplemente desapareció y hasta el sol de hoy no sabemos nada de él, ya pasaron años y él sigue sin aparecer y espero no aparezca jamás. Mi historia es como un cuento de hadas, solo que mis hadas salieron del peor averno existente, crecí en una familia disfuncional con un padre alcohólico y una prostituta por madre, debemos sumar a ello que mis dos hermanos mayores eran unos abusivos que peleaban con todo lo que fuera más débil que ellos y para mi infortunio yo recaía en ese grupo. Los estudios no eran el fuerte en mi familia - mi madre solo sale leer pequeñas frases y contar el dinero y mi padre sabe escribir su nombre y como robar, mis hermanos nunca fueron a clases porque estudiar es para ricos y nosotros somos pobres. Entonces se darán cuenta de que yo fui la única con primaria terminada— entonces se imaginaran lo duro que fue estudiar en una casa que apestaba a alcohol, sexo y cigarrillos. Cerca de los doce años tuve mi primer trabajo en el bar donde se pasaba los días, mi padre, me contrataron como camarera y por suerte los clientes eran amables conmigo dejando propinas, con ese dinero pude comprar ropa que tuviera rico aroma, que fuera blanca, sin manchas de tierra y poder comprar mucha comida para mi casa. Ese trabajo fue hasta cumplir dieciocho años y para mi madre no era suficiente que yo pagara todo en la casa con mi salario, ella quería más y tuve que seguir sus reglas, camarera de día, prostituta de noche. Me encantaría contarle a mis hijas que con su padre deje de ser virgen, pero quien me la quito fue su abuelo, porque antes de vender un buen trozo de carne debe probar que sea buena la calidad del producto... Eso era yo para ellos, un maldito producto el cual vender para ganar dinero sin importar que sentía yo. Cumplí veinte años y tras juntar moneda por moneda que podía robar de mi propio salario pude huir de ese pueblo lleno de monstruos y demonios. En aquel lugar fui la puta hasta del padre que cada domingo gritaba que se arrepintieran de sus pecados o irían al infierno. Llegue a un mundo lleno de luces, colores, personas con trajes muy elegantes y yo era una simple puta ignorante —o ese nombre me gané por los pueblerinos— pero no estaba dispuesta a serlo nunca más, estaba en un sitio donde nadie me conocía y podía ser quien yo quisiera y decidí ser una damisela en apuros en búsqueda de un príncipe azul, la vida luego de varios meses decidió sonreírme y darme a un príncipe —o eso me hubiera gustado— él era todo, lindo, trabajador, amable, divertido, apasionado en la cama. Él era mi mundo entero, lástima que los mundos sufren temblores y se destruyen y dejan ver más allá de lo externo. Mi príncipe se volvió mi verdugo, él conocía mi pasado, me llamo puta ignorante y yo no estaba dispuesta a soportar nuevamente aquel nombre, un día ya cansada de esos maltratos decidí tomar un jarrón y se lo rompí en la cabeza. Recuerdo que me llené de miedo al pensar en lo que hice, pero sabía que si dejaba que despertara me mataría y esta vez no quería ser el condenado sino que el verdugo. Ate sus manos y sus pies a la cama, espere que se despertara para hacer el amor una última vez, sentía sus latidos ir más y más rápido con cada movimiento que le daba, deje que eyaculara en mí, me limpie y decidí darle un poco más de calor a la habitación. Le llené el cuerpo de aceite para masaje y le dejé caer un cerrillo encendido, les juro que hasta sentí lástima por su pobre alma conociendo el infierno antes de tiempo, pero él despertó un monstruo difícil de callar. Llego la policía y los bomberos preguntando que había pasado, tuve que contar la verdad; estábamos haciendo el amor y él me pidió cumplir una de sus fantasías que era atarlo a la cama y yo dominar en todo momento, sin darme cuenta la cama estaba empapada de aceite para masajes que habíamos ocupado unas horas antes y él decidió encender un cigarro. Cuando volví a la habitación estaba todo en llamas y cuando logre desarmar sus ataduras él ya estaba totalmente quemado, solo pensé en huir y llamarlos. Les ruego me saquen de este lugar, no quiero ver como el hombre que más he amado ya nunca más estará a mi lado. Pasaron unos meses y algo dentro de mí no se calmaba, necesitaba volver a sacar a ese monstruo y castigar a otro demonio. Me contacté con una agrupación que ayuda a mujeres con parejas abusadoras, me costó ganarme su confianza y conseguir los registros, comencé a visitarlos uno por uno para darles una noche de placer que jamás volverán a vivir. Si un día te enteras de que un hombre murió atado a su cama, en su pecho escrito dulces sueños cariño. Ya sabes qué puta ignorante lo hizo. 

Te amo pero debo matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora