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Con lo poco que tenía Enzo Colloricchio en la nevera había sido un milagro que hubiese podido cocinar esos apetitosos espaguetis a la carbonara.

Era todo un misterio para mí cómo conseguía alimentarse en su día a día, casi le pregunto pero desde que había bajado de la ducha era otro.

Parecía enfadado y aunque nadie más que yo tenía razones para estar así después de que me dijera a la cara que no le interesaba más, había conseguido pasar todo eso por alto.

Enzo tenía muchos defectos pero al menos era sincero. Podía incluso llegar a entender que no quisiera tener nada mas conmigo porque mi visión infantil de la vida no encajaba con la suya.

Me había molestado, y mucho, pero en la hora que había pasado duchándose había tenido tiempo de sobra para pensar en sus palabras.

Si no quería acostarse conmigo todo sería mucho más fácil.

Miro al sofá y sigue con la mirada fija en la tele. Como si estuviera solo y yo solo fuera una decoración mas en medio de la cocina.

Termino la comida y le aviso. No con muchas ganas se levanta y se acerca a la barra.

Llevaba un pantalón largo de algodón gris y una camiseta de manga corta, no podía ir más sencillo y tampoco más guapo. Que tortura de hombre.

Mira los dos platos de espaguetis y se queda asombrado.

-¿Sabes cocinar?

-Digamos que podría sobrevivir -me limito a responder.

No era una chef experta pero me gustaba así que muchas tardes de domingo me las había pasado en la cocina haciendo todo tipo de platos con mi madre.

Nos sentamos en los taburetes y veo que Enzo sigue con la misma expresión vacía.

-Si te molesto puedo irme, no tienes obligación ninguna de aguantarme aquí -le ofrezco.

Prefería coger mis cosas e irme a casa que seguir sintiendo que sobraba.

-No me molestas, es solo que estoy algo cansado -se defiende pero solo me creo la primera parte.

-Siempre podemos hablar -murmuro con ironía

¡BINGO! Un amago de sonrisa se asoma por esa carita.

Empezamos a comer y me alegra ver que me han salido muy buenos. Mejor que ninguno que había hecho antes. Menos mal que el desastre de la cocina había servido para algo. Esperaba un cumplido de mi anfitrión pero siendo quien era sería pedirle mucho a la vida.

-¿Puedo preguntarte algo? -rompo el incomodo silencio que nos envuelve

Se lo piensa un poco y sé que quiere negarse, pero acaba rindiéndose y con la mano me da permiso.

-¿Por qué pusiste esta cláusula? No sé, no le veo mucho sentido.

Enzo sigue mirando el plato tan concentrado que empiezo a creer que no me ha oído.

-¿Por que pusiste tú la tuya? -suelta al cabo de un rato que se me hace eterno.

Cómo no, responder con otra pregunta era la mejor manera de no responderme. Si quería sacarle algo tendría que darle algo también.

-Porque me gustas -respondo lo mas sincera posible.

Enzo deja de lado el plato y me mira fijamente. No sé si le sorprendía mi respuesta o mi sinceridad.

Estaba cansada de hacerme la interesante, él me respondía siempre lo que quería, lo que sentía y lo que le salía de la polla. Yo también actuaría igual aunque eso me dejaba en clara desventaja.

Mi versión de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora