Todo era demasiado extraño, desde el momento que se conocieron hasta su reencuentro.
El alfa no era capaz de asesinar a ese omega.
No soportaba verlo sufrir así.
Y en ese momento, fue cuando le prometio a él y a sí mismo que nunca lo abandonaría...
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Todo parecía girar frente a sus ojos.
Una punzada dolorosa que se extendía desde la parte baja de su cuerpo hasta subir por su columna era lo único que mantenía su conciencia a flote.
En la última media hora había sido drogado al menos tres veces.
No había filtraciones de aire en la habitación, de hecho la temperatura era húmeda y caliente, casi insoportable, pero él solo podía sentir mucho frío.
Completamente tendido en la cama sobre su vientre, desnudo y con una de sus piernas fleccionadas. Hizo un esfuerzo por respirar correctamente entre el llanto incesante que no parecía tener fin.
El aire era tan escaso en esos momentos.
Uno tras otro. Ya ni siquiera era consciente de cuantos de ellos habían profanado su cuerpo, no se percataba en que momento salía uno y entraba el otro.
¿Porque la vida era tan injusta con algunas personas?
Su único error había sido el pensar que algún día escaparía de las garras de ese hombre sin corazón.
Todo dolía tanto. La realidad dolía tanto.
Apenas escucho el chirrido de la puerta al abrirse de nuevo y los pesados pasos que indicaban que alguien más había venido a visitarlo.
Las feromonas eran pesadas y lo asfixiaban.
Con las lágrimas escurriendo por sus mejillas, cerro sus ojos con fuerza, intentando convencerse de que pasaría rápido, que podría resistirlo.
El hombre tiro de sus brazos hasta tenerlo sobre su espalda.
Una sensación cálida abordó su cuerpo antes de enfriarse en un segundo. Su vista se torno borrosa y el aire no parecía estar llegando a sus pulmones.
Pudo escuchar el sonido de la ropa haciendo fricción. El cinturón callendo contra el suelo.
Unas manos toscas lastimando su cuerpo en cada dura caricia. Mordidas y succiones dejadas sobre su piel y luego vino lo peor.
Con un grito desgarrador trato de quitar el corpulento cuerpo de encima sin exito. Sus manos fueron sujetas sobre su cabeza mientras el ardor se volvía más intenso.
Ya no quedaban lágrimas por derramar.
JiMin solo sintió como su conciencia lo abandonaba poco a poco.
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