Ella.

La amaba.

Ella no fue un amor cualquiera.
Me caló desde el corazón hasta el cerebro,
llegando incluso al punto en que éste perdió la razón
y empezó a concordar con todo lo que mi corazón gritaba.
Tal vez fuera un tanto obsesivo pero era sincero e incondicional.
Tal vez no fuera tanto cuanto ella deseaba o necesitaba
pero era todo lo que podía dar,
estaba entregándole todo de mí.
La amaba con los pies porque a pesar de todo volví a ella.
La amaba con la inspiración porque ella se convirtió en mi musa y la protagonista de mis letras. La amaba con cada amanecer porque ella era una de las razones por las cuales me despertaba por las mañanas y tenía ganas de vivir.
La amaba como se ama a las rosas, cuidándolas aunque sus espinas hagan daño.
La amaba como se ama a las estrellas, disfrutando y admirando su resplandor y belleza pero siendo consciente de que nunca podría alcanzar ninguna.