Ella.

Tú.

Tú, tan libre y tan tuya, tan inteligente y tan despistada, con un alma que te atrapaba, y el corazón más enorme que he conocido.
Tú, que traías alegría con tan poco, aveces, con sólo sonreír. Sabías plantarle cara a tus miedos aunque te intimidaran; y eso me fascinaba.
Tenías un universo en tu cabeza y era digno de explorar, y afortunados los que conseguían llegar hasta tu corazón, porque sabías querer como nadie.
Era admirable ver como le ponías tu alma a todo lo que hacías, como bailabas bajo tus tormentas sin ahogarte.
Eras alegría en los días más tristes, calma ante el caos, silencio ante el ruido.
Eras esperanza cuando ya no quedaba nada, ancla para quien se hunde, luz para quien camina en la oscuridad.
Eras quien merecía todo en este mundo, y cada vez que pienso en la felicidad, no se me ocurre un lugar mejor que a tu lado.