Conversación.

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— ¿Por qué los aviones flotan?

Susurraste mientras el alcohol desfilaba por tus venas y las estrellas se reflejaban con fuerza en tus ojos (o quizás fue al revés, y por eso esa noche, las estrellas me parecieron tan bonitas).

—Quizás porque alguien decidió que quería navegar por el aire y para ello debía flotar primero.

Alegué sin tener ni idea. ¿Pero acaso importaba? Todo lo que necesitaba era esa risa, esa risa que expulsaste mientras me golpeabas el hombro.

—Hace falta algo más que una decisión, algo físico, algo que nos distinga de los aviones. O sino, ¿por qué no floto ahora mismo?

Sonreí mientras te veía tambalearte sobre tus pies; intentabas descifrar si se habían despegado del suelo, pero no.

—Quizás porque la decisión es el primer paso y después viene la acción, la búsqueda que te lleva a conseguirlo.

Te quedaste callada unos instantes mirándome a los ojos, como si yo fuese la clave de todo, como si de pronto todo tuviera sentido. Y para mí, lo tuvo.

—¿Entonces algún día podré flotar si me lo propongo?

—Estoy segura de que conseguirás todo lo que quieras.

Y ahí, en esa noche de alcohol y estrellas, tú tomaste la decisión de flotar. Y yo, tomé la decisión de acompañarte en cada loca aventura que se te pasara por la cabeza, porque esa noche entendí que estaba enamorada de ti y que tus ojos eran mi carta de navegación.

-🌙

Ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora