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Dulce nuevo comienzo


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Terminó de acomodar la última caja de la mudanza en la que, a partir de ese día, era su habitación para poder levantarse haciendo sonar los huesos de su espalda. Apenas tenía 17 años, sin embargo, luego de haber intentado dormir en un auto, rodeado de cajas y maletas, en una mala posición, por 5 horas, Changbin solo podía sentirse como si tuviera 70 años y problemas de columna.

A esto se le sumaba que, ni bien habían llegado a la nueva casa, se habían pasado casi una hora moviendo muebles y cajas lleno de sus pertenencias. Ni hablar de que había estado de un pésimo humor durante el último mes, desde el momento en que sus padres le avisaron que se mudaría a otra ciudad y que tendría que empezar de cero en una nueva escuela.

Solo le quedaban dos años antes de terminar sus estudios, por lo que cambiarse de preparatoria a esta altura se sentía como una locura. Más aún considerando que el pelinegro siempre había estudiado en el mismo lugar con los mismos compañeros.

Incluso una semana antes del viaje ya había comenzado a extrañarlo todo, sus amigos, su hogar, su barrio, ¡incluso extrañaba al profesor Kim de biología! Eso ya era demasiado.

Daría lo que fuera porque sus padres le hubieran dado una alternativa para poder quedarse, ni siquiera le habían pedido su opinión, simplemente aparecieron un día diciendo: Papá consiguió un mejor puesto de trabajo en otra ciudad, prepara tus cosas porque en un mes nos vamos.

Se sentía tan frustrado que se dejó caer boca abajo sobre la cama sin armar, cerrando los ojos con fuerza para alejar las ganas de llorar. Los hombres no lloran, Changbin, la voz de su padre hizo eco en su cabeza.

Dio media vuelta para observar el techo blanco mientras suspiraba pesadamente. Por un segundo pensó que podría dormir una siesta rápida, pero comenzó a escuchar como la voz de su hermana mayor aparecía en la planta baja.

Sabía que en cualquier momento lo llamarían para bajar, por lo que decidió adelantarse y salir del cuarto. Hizo su camino lento hasta la planta baja a la par que el sonido de la charla entre sus padres y su hermana aumentaban de a poco.

Al llegar al living ninguno de los tres notó su presencia. Sus progenitores le preguntaban a la chica por su novio y cuando lo conocerían, ella simplemente contestaba que su pareja se encontraba ocupada aunque pronto vendrían juntos a visitarlos.

Esta fue la primera que lo vio, ya que los otros dos se encontraban de espaldas al chico.

—Binnie, que bueno verte, enano.— Sunbin lo miró burlescamente antes de acercarse a abrazarlo.—Veo que no has crecido mucho.—Changbin simplemente le respondió con una mueca sin devolver del todo el abrazo.

No es que se llevara mal con ella, o que no la quisiera, era su hermana al fin y al cabo. Sin embargo, desde que la mayor de había ido de la casa para estudiar en la universidad hace algunos años, su relación se había enfriado bastante. No solían hablar o verse mucho, cosa que él lamentaba más sentía que no había nada que hacer al respecto.

Los cuatro se dirigieron al comedor para charlar. Bueno, más bien eran los tres adultos hablando y el pelinegro haciendo acto de presencia.

El muchacho vio que en el medio de la mesa había una pequeña cajita de color rosado con líneas blancas, y dentro de esta había un apetitoso budín de vainilla con chocolate derretido en la parte de arriba. Cualquiera hubiera deseado hincarle el diente al instante, pero el chico simplemente frunció los labios.

—Lo compré en una cafetería que está a unas pocas cuadras de aquí, se llama Dulce Chocolate. Tiene un montón de delicias como esta, todas caseras.—Comentó Sunbin mientras comenzaba a cortar y repartir a sus padres el aperitivo.—Con Joon vamos de vez en cuando, por lo que creí que sería un buen regalo de bienvenida.—Corto un tercer pedazo para extenderlo a su hermano.—Ten, Binnie.—

Dulce chocolate - ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora