Tours de Taylor y un rubí

11 1 0
                                    

JAMES

Me encontraba sentado en ese parque aquel verano. Hacía calor, no era asfixiante pero estar sentado en pleno sol no ayudaba. Leía un libro acerca de filosofía e intentaba entender una resumida y fácil explicación del mundo de las ideas y el mundo de los fenómenos de Platón cuando le vi llegar. Un chico un tanto más bajo que yo, rubio de ojos verdes. Llevaba una camiseta del Reputation Stadium Tour de Taylor Swift. Cruzamos nuestras miradas por un segundo y entonces lo supe: me enamoraría perdidamente de él.

Él también se fijó en mí, o en mi camiseta del Red Tour de mi amada Taylor, así que se acercó. Su andar era simple y torpe, contrario al mío. Al tenerle cerca me puse realmente nervioso, era la primera vez que me sentía así.

─Me encanta tu camiseta, Red es brutal, tienes muy buen gusto.─ Esas fueron las primeras palabras que me dijo.

─A mí también me gusta la tuya, Reputation es una obra maestra y un real come back.─ Respondí.

─Y aún así no ganó ningún Grammy, ¡ni siquiera estuvo nominado a nada!─ Exclamó mientras se sentaba.

─Such a tragedy.

Y así pasamos toda la tarde, charlando de Taylor Swift. Él estaba tranquilo, como después descubrí que siempre estaba, y yo con los nervios a flor de piel. Su mirada, su expresión corporal, todo de él me hacía sentir como un idiota enamorado. Me había quedado indefenso ante sus fluidas expresiones y esa jodida sonrisa inocente. Cada vez que me sonreía o se reía ponía mi mundo de cabeza como nunca antes lo había estado.

─Entonces, ¿te gustan los chicos?─ Me preguntó. Debió leer la confusión en mi mirada ya que hizo una aclaración.─ Estabas hablando de lo guapo que es Joe Alwyn, que tú lo viste antes que Taylor y tal.

─Oh sí.─ Respondí nervioso, no podía parar de perderme en fantasías románticas con este chico.─ Sí, me gustan los chicos.

─Yo creo que me gustan pero no sé, no estoy seguro, ¿sabes?─ Me comentó.

─Been there, aunque te puedo ayudar con eso.─ Respondí justo antes de besarle. El tocar sus labios con los míos se sentía incluso mejor que cuando sin querer su pierna rozaba la mía, o el toque inocente e involuntario de su mano al explicar algo. Al separarme pude ver la sorpresa en su rostro y me sentí como un estúpido. Con la cara ardiendo me alejé y no le volví a hablar, o por lo menos no volví a mantener una conversación en condiciones con él.

Tuvimos un par de interacciones tras eso, pero nada largo e intentaba no dirigirle la palabra mucho. Por ejemplo cuando me teñí una parte del pelo de azul me hizo un cumplido, en ese momento supe que mi estilo no cambiaría en mucho tiempo.

Cuando no estoy teniendo un buen día o algo decido recordar todos estos momentos en que Carlos me ha dicho algo bonito o los dos besos que le he dado, simplemente me acuesto en el césped de un parque y cierro los ojos.

A pesar del cansancio me dirijo a casa de Bea a hacer un trabajo juntos. No tengo ganas de ver a nadie, simplemente no he tenido un buen día en clases. Al llegar a su casa nos saludamos cordialmente y comemos algo mientras me cuenta cómo fue su cita del otro día con Michelle.

Ambas se gustan desde hace tiempo pero ninguna daba el primer paso. Bea, un tanto cansada de la situación, decidió invitar a Michelle a una cita. Esta, sorprendida aceptó. Nos pasamos Valen, Betty y yo un día entero en casa de Bea planeando una cita perfecta, y por lo que contó ella, lo fue. No teníamos un gran presupuesto para preparar algo caro y fancy, así que decidimos que deberían pedir comida a domicilio y quedarse en casa poniéndose mascarillas y tal.

Justo donde me dejasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora