Souhaits à la fraise

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Volvió a la habitación, pero él ya no estaba, aunque no le resultó difícil encontrarlo. El ruido de platos y el olor de comida flotando por el apartamento lo delató.

William estaba haciendo algo en una sartén con cebolla y huevos. Iba descalzo, tenía el cabello revuelto y la camisa abrochada de cualquier manera y, al verlo, el corazón de Sherlock dio un vuelco. Nunca lo había visto así, recién levantado, aún con el aura dorada del sueño rodeándolo. Incluso parecía feliz, sin ojeras, riendo mientras daba la vuelta a los huevos en la sartén y pasaba una tortilla a un plato.

Miró hacia Sherlock y sonrió.

— ¿Revueltos o fritos?

— Revueltos. No sabía que fueras capaz de preparar huevos. — Soltó un bufido burlón. Se encaminó hacia la barra de la cocina. El sol entraba a raudales por las ventanas y la cocina relucía con aire mañanero.

— ¿Y quién no es capaz de preparar huevos? — preguntó en voz alta, hubo cierta burla en su voz.

— Yo, por ejemplo —. Respondió Sherlock con un impresionante orgullo.

William soltó una breve carcajada.

—Es muy básico prepararlos —dijo, y miró a su compañero. —Te puedo enseñar. Aprenderías rápido, lo sé.

Apartó la mirada de él y se ocupó en prepararse un plato de desayuno con lo que había en la mesa: pan, mantequilla, mermelada y bacon. También había zumo y café. Miró hacia la ventana y se quedó parado.

— Lo básico me aburre. No pierdas tu tiempo enseñándome.

William le pasó un plato con huevos revueltos.

— Sabía que dirías eso —lo miró pausadamente y sonrió de medio lado—. Pero, la decisión es tuya. Algo menos que sabes. — Cogió una fresa, se la metió en la boca y se lamió el jugo de los dedos.

Sherlock se mordió el labio. Deseó besarlo y probar las fresas en sus labios. Notó la excitación que le provocaba sus deseos.

— Ahora sí quiero que me enseñes.

— ¿Reflexionaste?  —le preguntó ingenuamente mientras cogía otra fresa y se la metía en la boca.

Se acercó al rubio, recorriéndole el rostro con la mirada.

— Digamos que sí. Es necesariamente útil.

Liam abrió la boca para responder, pero Sherlock ya lo estaba besando. Era un beso pensado para saborear. Él le devolvió el beso, vacilante al principio, y luego con mayor intensidad; le hundió la mano en el cabello, retorciendo los rizos entre los dedos. Lentamente, sus besos se fueron haciendo más profundos, y la intensidad fue creciendo entre ellos, como una llama que comienza con una sola cerilla y se convierte en una hoguera.

Yo considero que necesito un novio como Sherlock. También considero que necesito un novio como William. Estoy considerando que tener dos novios como ellos no estaría mal, estaría excelente.

Y no puedo dejar de escribir escenas de besos de estos dos porque no sé.

PD: Reescribiendo esto, un día como hoy: 24 de marzo; me pongo súper nostálgica de lo que pasa el tiempo. Ya tengo un novio tan bueno como ellos dos.

Espero que les haya gustado, ¡nos leemos!

Nous sommes Paris ♡ Sherliam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora