Dites-moi à nouveau

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Lo primero que notó fue una pequeña caricia, que apartaba el cabello que le cubría el rostro y se colaba por debajo de aquella sábana que mantenía cubierta su cara. La agarraba como si no quisiera desprenderse de ella, como si fuera su único bote salvavidas.

Lo segundo que notó, más bien escuchó, fue un susurro. Un débil y tenue susurro sobre su oído y el peso de una persona sentándose al borde de la cama. Seguía en la cama, podía sentir el calor de las mantas que lo protegían de todo lo peligroso de este mundo.

Soltó un pequeño gruñido, molesto por el hecho de que alguien lo hubiese sacado de sus sueños. Ni recordaba lo que estaba soñando, pero estaba molesto igualmente.

— Te quiero.

Alzó la cabeza entre las sábanas, confuso, con el cabello descolocado, los mechones saliendo disparados en mil de direcciones erráticas y los ojos achinados por la luz que entraba por la ventana. Aquella había sido la voz de Sherlock, limpia y clara, con aquel tono grave y seductor. Se tapó la vista con la mano para luego retirarla y enfocar mejor al ambiente.

Un cariñoso Sherlock lo observaba con una ligera sonrisa en su rostro, donde unos penetrantes ojos del mismo color que el fondo del mar relucían de felicidad. Miró a su alrededor, la habitación estaba en calma, bañada por la calidez matutina.

Sólo estaba él, suficiente para ser feliz.

— Buenos días, Liam — le echó el cabello hacia atrás con una mano, para poder verlo mejor. También le rozó la cicatriz, con el dorso de la mano.

William lo miró pausadamente y luego sonrió.

— Di otra vez lo que dijiste — dijo en voz baja. En su voz quedaban vestigios del efecto del Dios del sueño.

— Buenos días, Liam.

— No —negó con la cabeza. —Antes de eso.

— ¿Te quiero?

— Otra vez — le pidió ansioso.

Sherlock rio, con esa tersa risa que William tanto amaba.

— Te quiero.

— Yo también.

Espero que les haya gustado, ¡nos leemos!

Nous sommes Paris ♡ Sherliam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora