Capítulo 02

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Al despertar el día siguiente Sabrina se sentía muy mal y no eran tanto las heridas físicas sino en su corazón que habían provocado su familia. Le dolió ver a su hermano irse mientras su madre la golpeaba, como su padre le gritaba cosas y su madre diciéndole que ella ya no tenía hija.

Había cometido el mismo error que ella cuando era más joven ¿Por qué no era más comprensiva?

Algunas lágrimas salieron antes de poder levantarse de la cama, por lo menos no la habían dejado tirada en el suelo como un pedazo de basura. Entro al baño y se miró al espejo, tenía toda la cara hinchada por las cachetadas y golpes, el ojo morado y cerrado, su labio estaba roto y tenía enorme hematomas en las mejillas. Hizo una mueca, lavo su rostro con mucho cuidado y luego se quitó la ropa, Dios mío. Su cuerpo sin duda alguna estaba peor y tenía miedo, miedo de que esos golpes hayan lastimado al bebé.

Después de todo, era lo único que tenía.

Se dió un baño para relajar su cuerpo adolorido, salió del baño, se puso ropa cómoda y salió del cuarto, en su casa no había nadie pero en la mesa había una nota.

"Espero que cuando tu padre y yo lleguemos a la casa ya tú no estés en la casa.

Llegamos a las 4:00, te quiero fuera para entonces."

No pudo evitar empezar a llorar ¿A dónde iría? No tenía familia y la que tenía estaba muy lejos, lloro, lloro por un buen tiempo. Se dió cuenta que le habían dejado un poco de dinero y suspiro, iría a un hotel mientras conseguía trabajo.

Pero, ¿Quién aceptaría a una menor de edad y más si está embarazada? Era su fin.

Su casa estaba hecha un desastre, su madre había tirado todo lo que había encontrado a su paso y roto las fotos donde ella estaba. Limpio la casa y lavo su ropa, quería tener todas sus cosas pues tal vez podría venderla y conseguir un poco más de dinero. Tomó su maleta y metió su ropa, zapatos y agarró su bolso escolar y metió libros y cuadernos.

Ya que no iba a seguir estudiando por lo menos por un tiempo podría vender eso.

Hizo un gran desayuno, panquecas con frutas, huevo revueltos y tocino. Aún tenía mucho tiempo y podía disfruta un poco del hogar donde estuvo por tantos años, decidió hacer brownies y galletas, también hizo un poco de comida para más tarde por si no conseguía que comer.

Los brownies y galletas los coloco en unas bolsitas y las metió en su bolso, también hizo un pastel. Podría vender eso por ahí, tenía que buscar la manera de conseguir dinero y era buena haciendo dulce, eso podría ayudarla muchísimo.

¿Que iba hacer ahora? Su hijo era la único que le quedaba pero... Cómo lo veía, no iba a poder darle una buena vida y ¿Que vida podría darle una niña de 15 años que ni casa tenía? No hablaría con el padre del bebé pues desde hace tiempo que dejaron de hablarse y probablemente no le importa.

No quiere que su hijo pase trabajo pero tampoco se quiere quedar sola.

No importa cuál sea su decisión, estará jodida por todos lados y sus padres nunca le perdonará esto.

No quiso perder más tiempo y salió de su casa con sus cosas, tenía que buscar los lugares dónde haya más gente para empezar a vender lo que había hecho. Paso por aquel restaurante donde siempre iba con su familia, hizo una mueca al ver a dos jóvenes sentado en una de las mesas hablando y riendose animadamente.

Decidió ignorarlo y seguir con su camino. Bajo la cabeza para que no la reconocieran, aunque los lentes de sol la ayudaba y no solo a ocultar las heridas.

— ¡Sabrina! — Escucho un grito proveniente del restaurante, alzó la cabeza.

Una señora baja, de cabello castaño largo hasta la cintura y una enorme sonrisa la llamo, le hizo una seña para que se acercará. Ella suspiro y entro al restaurante dejando sus cosas en la puerta, bajo la atenta mirada de los dos chicos en la mesa.

Embarazada a los 15 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora