La senda del pasado.

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Días pasados desde aquella traumática experiencia cercana a la muerte, Alastair se cuestiona recurrentemente el sentido de la vida, el sentido de pelear por un par de terrenos que pueden desaparecer en cualquier momento, el sentido de morir a manos de un semejante por razones triviales las cuales desencadenan el insaciable deseo de poder del ser humano. El deseo de poder, uno de los principios del hombre, obtenerlo, un concepto abstracto que ciega la visión de los allegados a Alastair, quienes, únicamente piensan en ello, como método para ser reconocidos por los dioses y lograr ganarse una entrada al Valhalla como guerreros dignos del reconocimiento de sus deidades. Regresando a Alastair, luego de mucho cuestionamiento dio con una respuesta al recordar un evento que tuvo lugar en su pasado.


Tal recuerdo venía de su niñez, cuando tenía 8 años, su padre se encontraba en una enorme incursión a gran Bretaña, en específico al reino de Northumbria, gobernado por el rey Hans III, quien se veía en un gran temor frente a la amenaza nórdica que acababa con sus campos y sus grandes ciudades en cuestión de días, con sus feroces ansias de guerra y sangre, las cuales dejaban despabilados a los sus enemigos, quienes pobremente podían defenderse de ellos a pesar de tener conocimiento de su presencia en las ciudades y pueblos aledaños, teniendo mayor avance tecnológico y mayor número de soldados, sin embargo, los nórdicos poseían algo que ellos no.


Al estar en constante paz, los reinos de Wessex, Anglia, Mercia y Northumbria se adaptaron al poco conflicto bélico presente, lo cual representaba un avance en temas humanitarios, pero, un gran desliz que les costó infinidad de riquezas y tierras, ya que los "demonios", como ellos los denominaban, que venían en grandes monstruos de madera, sí tenían la experiencia, que les fue brindada por sus extensas y constantes guerras entre ellos mismos, entre sus pueblos y entre reyes para hacerse con el control de toda Escandinavia.


Esta experiencia fue su ventaja y maldición, pues al estar en constante disputa su esperanza de vida era muy corta, además de estar en unas condiciones poco favorables para el cultivo y el desarrollo económico que no dependiera del comercio, siendo Escandinavia una región propia de puertos, ya que las ciudades o pueblos que no tuvieran, se veían totalmente abandonadas y poco comunicadas con las ciudades comerciantes de los alrededores, ya que los caminos por los cuales se podían comunicar de forma terrestre estaban plagados de animales salvajes y bandidos, los cuales esperaban cada oportunidad razonable para realizar sus atracos a los que se atrevieran a pasar por el terreno de nadie, pero que realmente era controlado por ellos.


Volviendo al recuerdo de Alastair, él se encontraba en su ciudad, Tettenhall, era un verano y la nieve se volvía caudal de los ríos, cada día era un nuevo principio en calor, se sentía la comodidad, a diferencia del invierno, donde todos los días eran fríos e iguales. Al terminar sus quehaceres de la casa y con los animales, ya que esta función la tenía desde que era un bebé, al finalizarlas, se dirigió a la cima de la montaña Bristal, que limitaba con la ciudad, junto con dos de sus amigos, Axe e Ingrid. Pero, el nevado invierno pasado, con sus fuertes vientos hizo que el camino que acostumbraban tomar para llegar a dicha montaña se tornara intransitable, debido a que varios árboles habían caído sobre el camino demarcado. Ante esto, tuvieron que rodear toda el área y pasar por un camino comercial, el cual, sin saberlo, estaba vigilado por el grupo de bandidos liderados por el conocido ex miembro de los vikingos Jom, Harald el ciego.


Su apodo, Harald "el ciego", se debía a una herida que sufrió en lo que fue su última batalla como miembro de los vikingos Jom, en la cual, fue herido de gravedad por el comandante enemigo en su ojo derecho, sus compañeros lo llevaron a su refugio donde fue tratado y posteriormente llevado de vuelta a Tettenhall, donde posteriormente fue creído muerto y dejado a su suerte en las cercanías del lago Tjern en pleno invierno. Aunque, contra todo pronóstico sobrevivió, usando el cadáver de un ciervo para resguardarse del frío, alimentándose de este y esperando su oportunidad para salir y cobrar venganza.


Encontrándose Alastair y sus compañeros en ese camino, Harald decide emprender su asalto con dos de sus acompañantes al percatarse de que entre los niños se encontraba el hijo de Jarl Sigurd, que posteriormente podría usar como moneda de cambio. Dicho esto, empieza el asalto, los caballos resuenan bajando la colina en la que los bandidos se ocultaban, la tierra se esparcía con cada galope que plantaban los jinetes y los niños veían en los ojos de sus secuestradores, la codicia de un montón de dragones.


Preguntándose quienes eran, los niños se asustaron, mientras corrían de regreso a su aldea fueron interceptados, amarrados y trasladados a la guarida de Harald, donde se encontraban incluso más hombres seguidores de "el ciego". Era una pequeña cueva alejada en la montaña de Bristal, junto a un camino abandonado antiguamente usado por exploradores del conde Johansson, el antecesor del actual rey de Tettenhall. Alastair sentía una gran confusión e impacto por saber qué pasaba, reclamándole a Harald lo siguiente:


-¡Suéltanos!, ¿acaso no sabes quién es mi padre?¿qué te hemos hecho para que nos raptes?. Se preguntaba Alastair con clara hostilidad no propia de un niño de su edad.


-¡Ja!, qué insolente hijo tiene el Jarl Sigurd, no parece hijo de él, he de ser producto de algún amorío de la zorra de su madre. Sentenció Harald.


-Ya verás cuando mi padre se entere de lo que estás diciendo. Respondió con enojo Alastair.


-¿Qué tu padre se entere de qué?¿de que tu madre es una zorra? Todo Tettenhall lo sabe. Dijo Harald en su afán de insultarlo.


-Jefe, ya deberíamos de callarlos, la noche acecha y los lobos saldrán. Le comunicó uno de los vándalos a Harald.


-Entonces cállenlos, que no se escuchen sus lamentos ni lloriqueos. Ordenó Harald.


Al acto siguiente fueron callados y puestos en el suelo junto a unas pocas gallinas que tenían los bandidos. A diferencia de Alastair, Axe e Ingrid tenían un miedo incontenible, por lo que cada que podían echaban a llorar. Mientras que sus mentes los consumían, Alistair buscaba la salida para salvarlos, en su mente discutía:


¿Cómo podría salvarlos? Pensando como el niño entrenado que era.


¿Y si nos asesinan?¿Qué podemos hacer?


Preguntas como esta se hacía a sí mismo, pero no recibía ninguna respuesta, por lo que tuvo que esperar a la mañana siguiente, la mañana donde su destino haría aparición por primera vez.

Sangre y gloria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora