Hermanos por interés.

17 7 1
                                    

Harald se encontraba en la batalla de su vida, ninguna de sus anteriores disputas con un ser humano se asemejaba a la que batía con el rey, pues para él, no era cuestión de sobrevivir, era una cuestión de honor y de respeto. Lucía su larga melena poco cuidada que se había teñido roja a lo largo de sus batallas con la sangre de sus enemigos mientras propiciaba hachazo tras hachazo a el rey del bosque.


Luego de pocos minutos de pelea que se asimilaban como si fueran miles, el rey empezó a ceder, habría perdido demasiada sangre debido a la extensión de la batalla y los constantes cortes de Harald, que de ciego solo tenía su sed de gloria. El oso carecía de la fuerza para devolver el voltaje que le imprimía Harald a él, no había escapatoria, no había retirada ni a dónde correr para este rey.


Bastarían dos golpes más, deducía Alastair a un lado junto con Ingrid mientras observaban la épica pelea entre David y Goliat, expectante ante tal batalla que estaba por definirse, observaba cómo un humano con cuerpo blando era suficiente de sí mismo para acabar con la vida de un fornido oso con grandes dientes que atravesarían cualquier armadura de un hombre.


-Esto está por acabar. Afirmaba Alastair con la mirada fija en la batalla.


-Sí, niño, pronto acabará todo. Acompañaba Gerd.


Entre gritos y suspiros ambos reyes decidían en una batalla a muerte cuál de los dos llegaría a ver a su creador primero, si el rey del bosque, o, por el contrario, el rey de los bandidos que habría perdido a su manada de alacranes, el único restante era Gerd, su fiel amigo y con el cual habría luchado infinitas veces juntos, tantas aldeas asaltadas y tantas aventuras vividas que decoraban sus fechorías, pero gran amistad formada entre ambos.


-¡No hay tiempo para hablar Gerd, es hora de morir! Le gritaba Harald al expectante Gerd.


-Lo que digas amigo, pero si puedes hablar, ¿por qué no acabas con esa cosa primero? Aludía Gerd en tono de juego.


-¡Ya lo verás!¡Hoy cenaremos entrañas de oso! Respondía Harald en su osadía.


Después de este breve intercambio de palabras, Harald se dispuso finalmente a acabar con la vida del oso, se encontraba sobre él, ya rendido, perforados sus órganos más importantes, no había un mañana para el rey del bosque, pues encontraría su final en la hoja afilada del hacha de Harald el ciego.


Eran solo ellos dos, todos enmudecidos, un silencio azotador que intimidaba, que se sumergía por los oídos y consumía todo hasta el llegar al pensamiento, fuego alrededor demarcando la zona de lucha y una nube de humo que oscurecía hasta el futuro de quienes se encontraban en ella, como si de un escenario pensado por los mismísimos dioses se tratara.


-Haz peleado bien, pero entre tú y yo, tú verás a nuestros creadores primero, pero mi hoja siempre recordará el fervor de tu piel, mi mente tu gran ferocidad y mi alma tu tenacidad, nuestros caminos se terminarán, pero he de ser tú quien partirá. Sin más, acabaré con tu sufrimiento. Dedicó unas últimas palabras Harald hacia su contrincante.


-¡Acábalo! Gritaba Alastair con los brazos cuidando a Ingrid.


-¡Termina con él! Realzaba Ingrid por primera vez.


-Sus deseos son órdenes. Respondía Harald con su misma gracia que siempre.


-¿Dónde estás Gerd? Ven, acabemos con este animal juntos. Reclamaba Harald.


-¡GERD! ¡¿Dónde estás?! Voceaba Harald en busca de su amigo.


Lo que Harald no sabía, era que Gerd estaba, sin embargo, estaba detrás de él...


-Aquí estoy, Harald. Respondió Gerd.


-Viejo amigo, acompáñame en este momento de glo...


En este momento, algo habría sucedido, algo que marcaría un cambio en esta historia, en la historia de los mismos dioses y de toda la humanidad, una traición y el inicio de muchas, un hermano asesinando a otro hermano. Pues aquí, en este preciso momento, las gotas de sudor caían, los callos se abrían y con una espada el corazón de Harald caería, pero, ¿de quién? Una sorpresa, Gerd, el mejor amigo de Harald, lo habría asesinado.


Incrustando su espada en su pecho cansado luego de la batalla, la espada de Gerd encontraría su saciedad en el interior de Harald, cortando limpiamente su torso se halló un ruido extraño, era la primera vez que lo sentía, pero se sentía cálido. Harald, al igual que el rey del bosque cayeron en un mismo día y escenario, como si de un plan divino para demacrar a los reyes se tratase, pero Harald en sus últimos suspiros le expresó algo a Gerd.


-Sucio traidor. Sentenció Harald.


Mientras todo el tiempo pareciera que se hubiera detenido, la vida dejaba el cuerpo de Harald para abrirse en las puertas y grandes salones del valhalla, encontrarse con Odín y embriagarse a diario con el hidromiel de los dioses, ver las guerras vinientes y luchar a diario, el sueño de todo vikingo.


Dibujándose una sonrisa en Gerd, Alastair miraba impaciente el acto de traición de un hermano a otro, sintiéndose como un testigo de la más vil y repugnante acción que podía cometer un vikingo, sin embargo, para él no había tiempo para atender a razones, pues, para él, este era el momento idóneo de su escapatoria.


No había intención de quedarse con un traidor, dos cadáveres y el fuego consumiendo la inmensidad del bosque, queriéndose escapar, Alastair dispone sus fuerzas, luego de apreciar la sonrisa demarcada en el sucio y repulsivo rostro de Gerd, a hacer que Ingrid y él salieran con vida de esa situación que los atormentaría posteriormente.


-Vamos Ingrid, es nuestra oportunidad. Le indicaba Alastair a Ingrid.


A lo que Ingrid a asintió con un movimiento de cabeza, el cual Alastair nunca olvidaría, pues encontraría en ella la belleza de la niña de sus sueños, con su cabello blanco y negro, lacio y regio, sus ojos verdes que parecían reflejar la naturaleza misma.

Sangre y gloria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora