Visión y perdición.

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Al siguiente amanecer, las pocas aves que vivían en la zona hacían presencia, en su mayoría agujas colipintas o cercetas azules, las cuales impregnaban la vista como pequeños puntos oscuros en el inmenso reflejo del mar al que llamamos cielo. Alastair recobró conciencia al escuchar la voz de la naturaleza, frunciendo su cara debido a la luminosidad del sol en aquella bella mañana. Por otro lado, Axe e Ingrid no lograron conciliar el sueño, o en su defecto, en poca cantidad, lo cual se podía apreciar en sus jóvenes y suaves rostros opacados por el barro y la decadencia de sus ánimos.

Alastair, de tanto pensar la noche anterior buscando la manera de salvarlos, tuvo una visión durante sus sueños enviada por el mismísimo Balder, dios de la luz y la pureza, o al menos eso pensó en su momento el joven Alastair. Dicha visión le abrió la mente respecto a lo que podría ser su salvación. En la visión estaba él junto a Axe e Ingrid, sus confiables amigos de toda la vida, posteriormente, ante él aparecieron un jarrón de agua, un escudo, una antorcha y un collar, el collar de madera en forma de martillo que se le fue otorgado por su padre.

¿Qué significará este sueño?

¿Será un mensaje de los dioses? No se han olvidado de nosotros. Gracias a Odín recibí este regalo, pero no sé qué querrá decir, necesito encontrarle significado.

Luego de despertar, Alastair con su sedoso pelo oscuro y pequeñas pero desarrolladas trenzas hechas por su madre, miró la costa del lago Tjern, donde encontró las embarcaciones rodeadas por escudos típicas para las incursiones de su ciudad a territorio inglés, sin saber que en ellas se encontraba su padre, quien volvía victorioso de su expedición alrededor de la ciudad de York. Así mismo, se percató de que uno de los secuaces de Harald el ciego llevaba su amuleto, el collar en forma de martillo, cumpliéndose así, tres de los cuatro elementos que se le presentaron en su visión.

Sin saberlo aún, Alastair estaba presenciando cómo el camino a la salvación se abría ante él, pero todavía faltaba algo, la antorcha, a pesar de no saber el significado que tenían él tenía el presentimiento de que no era cuestión de suerte de que todo esto pasara, no obstante no podría pensar por mucho más, ya que con la llegada de los barcos, la noticia de la llegada de los vikingos corrió por toda la ciudad, hasta caer en el oído de Harald, el cual ante tal sentimiento entre temor y felicidad decidió empezar su venganza.

-Es la hora, traigan a los niños que vamos a hacer que esto empiece. Dijo Harald.

-¡¿Qué nos van a hacer?! Gritaba con gran desespero Axe.

-Hay que enviarles una prueba de que los tenemos secuestrados, señor. Propuso Gerd, el más fiel hombre de Harald, el cual le salvó la vida en aquella fatídica noche de invierno.

-Pues hagámoslo, tráiganme a ese, el de cabello rubio. Ordenó Harald.

Al entregarle Gerd el niño a Harald, este lo sostuvo y lo contrapuso al piso, mientras este luchaba por respirar, pues el líder de los bandidos mantenía su rodilla sobre su cuello.

-Denme un hacha, vamos a enviarles la prueba con un comerciante. Vayan y busquen a alguno y ráptenlo. Indicó Harald.

- ¡No le hagas daño, es mi amigo! No te perdonaré si le haces algo. Decía Ingrid entre lágrimas y sudor por su miedo.

- ¡No me des órdenes niña, tú no sabes nada! Le gritaba Harald mientras seguía con Axe arremetido en el suelo y cada vez más pálido pese a ser de por sí su tono de piel casi del color de la nieve.

Alastair no podía decir nada, se había quedado inmóvil mientras veía cómo su amigo de toda su vida poco a poco iba perdiendo su vida, no lograba formular una palabra o una acción, solo podía observar a su compañero en el suelo mientras este mismo lo miraba a él con unos ojos verdes que se perdían con el rojo de sus venas que aparentaban estar a punto de estallar.

El secuaz de Harald llegó, con un viejo hombre que apenas podía valerse por sí mismo, con los huesos marcados como si no hubiera sido alimentado hace semanas, ropa vieja y una barba tan larga y blanca como el vestido de una mujer.

-¡Eh, tú! ¿cuál es tu nombre? Preguntó Harald al pobre anciano.

-Mi nombre es John, a su servicio señor. Respondió el anciano mientras la boca le temblaba.

-Pues tú, buen hombre serás el encargado de llevar un mensaje al gran campeador del rey, Jarl Sigurd. Expresó Harald.

-Como ordene señor, haré lo que me pida. Aceptando el anciano.

-Pues espera un momento y te daré el mensaje que tienes que llevarle. Indicó Harald.

Mientras el anciano esperaba el siguiente hecho que vendría a acontecer sería totalmente imposible de borrar de las mentes de los presentes, al menos de los niños y el anciano. Harald, posterior a hacer que el anciano esperase, sostuvo con sus manos el hacha y señaló al pálido y asombrado hijo de Jarl Sigurd y le dijo:

-Si tu padre se niega a cooperar con nosotros esto será lo que te pasará a ti, pero primero, tu querida amiga será vendida al mejor postor como una esclava y a saber lo que le harán a una pequeña niña. Dijo Harald señalando a con el hacha a Alastair.

-Pues venga, hagámoslo. Se respondió a sí mismo Harald.

Después de decirle estas palabras a Alastair, Harald se dispuso con su hacha a cortar la cabeza de Axe, que, sin más, pasó de un momento a otro, como un destello de luz o un pestañado. Fue un corte limpio, así como entró, así terminó, con rapidez y precisión el hacha atravesó el cuello del amigo de Alastair, cubriendo las hojas de sangre mientras los niños aún vivos observaban cómo acababan con su amigo y la sangre paseaba por las plantas como un riachuelo el cual había acabado de nacer.

Para Alastair sería un recuerdo inolvidable que se tatuó en su mente, pues presenció los últimos momentos de su mejor amigo, con el que creció y jugó cada día y cada noche hasta el cansancio, el cual, sin más, dejó de vivir como luz al caer ante la inmensa oscuridad, oscuridad que se veía reflejada en Harald, que tras realizar tal acción no sintió remordimiento alguno, al contrario, se le veía feliz y eufórico.

Mientras la sangre seguía corriendo por aquella pequeña cueva y la mirada de los presentes cada vez parecía más y más fría, Harald le indicó al anciano que el ese era el mensaje que tenía que llevar, la cabeza de Axe. Ante lo cual el anciano no tuvo más opción que aceptar. Y, por último, el ciego le indicó una última instrucción:

-Cuando se la entregues, dile que tenemos a su hijo y que, si no quiere que le enviemos cada parte de él, empezando por sus dedos será mejor que esté en el puerto de el pueblo cercano de Clontarf mañana al anochecer.

Con prisa el anciano emprendió su camino directo a la plaza central en la que se supone, se encontraría el Jarl Sigurd. Mientras que Alastair seguía confundido de si en verdad su amigo había muerto o si era una simple imaginación suya, conservando la esperanza de que se levantase en algún momento. Lo cual nunca pasó, dejando así a Ingrid y Alastair en la misma miseria, sin su amigo y en su mente la idea de que acabarían como él. Sin tener fuerza ni cabeza para pensar en la visión, dicha noche Alastair no pudo dormir.

Sangre y gloria.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora