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<Próximo que se burle de mis jeans, sale degollado>

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Era jueves.

Jueves con J de Jodida mierda tengo Matemáticas con el profesor Choi.

Se sabia de mano confiable que el profesor Choi no era de los mejores profesores del instituto. Más por su prontuario de malos tratos a alumnas mujeres y excelentes preferencias hacia sus alumnos masculinos, el típico comportamiento de profesores hombres machistas y pedofilos.
Más de una vez sus comentarios sobre mis pantalones rotos habían desencadenado charlas en medio de sus clases junto a mis compañeros hombres, tales como "La señorita Yuh parece que tiene mucho calor últimamente al traer esos pantalones en pleno invierno" "Yuh no quieres que te de un pedazo de hoja para taparte" y así muchos mas comentarios que hacían que mi repudio hacia los hombres se hiciera muchísimo mas grande de lo que ya lo era.

Más cuando el que tendría que haber sido un ejemplo solo provoco que ese odio creciera.

YeongMi siempre era la primera en saltar en mi defensa ante esos comentarios, aunque yo le dijera que era en vano decir algo sabiendo que la siguiente clase todo iba a ser lo mismo. Solo hacia que ella se perjudicara defendiendo algo inevitable.
Muchas veces me había sentido culpable, algo totalmente estupido ya que no era mi culpa que el pene andropausico¹ de mi profesor y los pene precozes de mis compañeros no pudieran pensar claramente sin acabar en sus pantalones al ver las piernas de una mujer. De mis compañeros a veces era mas "entendible" porque eran adolescentes ahora, ¿de un profesor?

Es decepcionante, pero no impresionante.

Pero como dice el dicho y la mentira más grande que las mujeres siempre terminamos creyendo. "No todos son iguales".

Volviendo a la clase, estaba entrando en el salón cuando veo de reojo una melena seca y muy maltratada de color menta cruzarse por mi costado junto a una melena castaña clara riéndose ambos muy alegremente. Por puro reflejo mi cuerpo retrocedió fuera del salón quedando justo en la entrada viendo fijamente hacia donde esas dos cabezas se alejaban no mas de tres metros antes de que el muchacho de pelo castaño sintiera mi mirada pesada, girándose y viendo en mi dirección. Su ceño fruncido hacia mi en signo de confusión e interrogación hizo que levantara inconscientemente una ceja mirándolo devuelta.
Si íbamos a hacer guerra de miradas interrogantes, iba a dar lucha. Y yo nunca perdía en esas guerras.

Su mirada barrio por completo mi figura, levantando también su ceja derecha al ver mi pantalones negros rasgados (como es obvio) en los muslos y pantorrillas dejándose ver parcialmente la mayoría de mis piernas, sin llegar a que la tela revelara mas de lo necesario. Al verlo pensé que miraba de la típica mirada que tienen los hombres ante mis atuendos, una mirada un poco obscena, pero para mi sorpresa su mirada fue aun peor de lo que espera.

El tipejo en definitiva me estaba mirando despectivamente por mis pantalones. Una mirada que te dan las viejitas coquetas que te tratan de vagabunda cuando te ven con ropas rotas. Fiel a la experiencia propia con esas señoras.

Sus labios se habían curvado de costado dejándose ver algunos de sus dientes de su maxilar superior, viéndose que sus paletas delanteras eran un poco sobresalientes. Asimilándose a un conejo con aires de Edna Moda. Fruncí mi ceño aun mas al ver esa sonrisa de burla por mis preciadas gemas de tela. Iba a hacer la típica seña preguntando que era lo que le causaba risa hasta que vi el movimiento de su acompañante con cabello indeseable girándose para ver porque su compañero había detenido su caminata.
Sus ojos gatunos se dirigieron hacia donde el castaño miraba, hacia mi, y sentí como clavaba su mirada en mi rostro inspeccionándome profundamente.
Pocas veces podía sentirme incómoda por una mirada. En realidad, nunca lo había hecho. Pero ese muchacho con cabeza de menta había logrado que mi mente solo pensara en excusas de mi ambiente para distraer mi mirada e evitar volver a verlo. ¿Qué tanto efecto podía tener su mirada? En definitivamente era que me era inevitable ver como su cabello menta caía de forma desordenada sobre sus cejas, solo logrando que mi cara se retuerza en una expresión de incomodidad y por no decirlo groseramente, en asco.

Mint ▪︎MYGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora