3.ELLA ES IGUAL A NOSOTROS

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1:17 am.
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  —Espero que con eso mantengas tu boquita cerrada — alejó su mano rápidamente para esconderlo dentro de su abrigo. Su cabeza apenas se mantenía en vilo, fue un duro golpe provocado por ese bastardo. —Estas comenzando a hartarme.

Yo... —sisea con algo de dificultad esta vez. Lleva ambas manos para estabilizar su cabeza, observa con cierta curiosidad y diversión sus dedos; el impacto de su cabeza contra el concreto le abrió una herida segura.— Estoy comenzando a aburrime —Se encarga de limpiar el líquido en el abrigo gris y desgastado de su agresor con una sonrisa ladina.

"Es perfecta".

No.
Digo en voz baja, me aseguro de que nadie se de cuenta de mi presencia.

Esta vez no lo escucharía. Ella no debía ser dañada. No encuentro alguna salida viable para hacerlo desistir de sus pensamientos.


"Dijiste lo mismo la última vez".
Pienso.

" La última vez dije, y cito: creo que podría ser ella. Tú  eres tan inútil que no supiste interpretar mis palabras".

"Estas loco, no pienso hacerlo de nuevo".

"Estamos, querrás decir, el que habla con una voz imaginaria, eres tú,  Agust".

Claramente puedo escuchar su risa burlona. Él existe, yo lo sé.

"Le has echo daño".

"Cierra la puta boca, gracias a mí a logrado sobrevivir,  gracias a mí tiene todo lo que a soñado; el precio era matarte".

Su voz se ciñe de odio. No lo tengo todo, algo me hace falta. Observé de nuevo la escena, verla indefensa me hacía sentir cada vez más impaciente. Es como si ella fuera la última pieza del rompecabezas.

"Yo no estoy muerto".

"Pero para él sí, nunca te escucha".

Puedo oirlos, a ambos.

Confesé. Él no mantenía el control absoluto como yo se lo había echo creer; me sentí satisfecho al no escuchar respuesta, seguro la vena de su frente está a punto de explotar.

Lo siento — había dejado de escuchar la conversación, me removí con inquietud; en mi cabeza se seguía repitiendo las palabras de él, "Es perfecta". Pero, ¿Perfecta para qué? Jamás me hablaba de sus planes, yo solo era un títere, era débil y siempre supo usar  eso a su favor.

Siempre digo lo que pienso.—  Ella seguía sorprendiéndonos a todos. —Es algo que heredé de mi padre.— le restó importancia con un encogimiento de hombros, paseó su vista al rededor, se detuvo en su amiga; fuí capaz de notar ese momento de debilidad en sus ojos. Tenía miedo, tanto como su amiga. Por ello desvió su mirada, las voces desaparecieron y un extraño sentimiento inundó mi ser en cuanto su vista se fijó en la mía. Un leve alzamiento de cejas confirmó mis sospechas, no estaba segura de mi presencia. Su cara desencajada llamó la atención del tipo con un tatuaje en letras chinas sobre la mano; la cual sigue sosteniendo el cuerpo de la chica.

—¿Qué  tanto miras? —preguntó con recelo hacia ella por no ser el foco de su atención.

Volvió su mirada en mi dirección, obligándome a ocultarme un poco.

Negó y desvió la mirada, reposó su cabeza sobre la fría pared. —Alucinaciones, — apuesto a que eso es lo que ahora cruza por su cabeza. Sentí más frío, me había olvidado de que estamos a -11 °C en Seúl.

¿Hace frío, verdad? —el tipo a sus pies usó un tono socarrón, acercó considerablemente su cuerpo hasta ella, quién yacía en la fría calle desde que había llegado. Su cuerpo vibraba al compás de sus respiraciones, el frío también podría matarlas de hipotermia.

Nosotros podemos darles calor —continuó su camino sobre el cierre de su ramera, hábilmente deslizó una mano dentro de su ropa provocando la rabia de su acompañante. Y la risa en dos de ellos. Nada podía hacer para ayudarla. Los ojos de la chica se mantenían cerrados, por más que intentara alejarse el mozo hippie la retenía.

De nuevo el calor se apoderaba de mi cuerpo, si esto seguía así podría perder el control. Y no puedo dejarlo salir. Pero si por impulso llego a intervenir, ninguno saldría vivo.

Solo debo pensar en mi bienestar.
No es cobardía, es egoísmo. No existe persona en este mundo por el cual valga la pena sacrificarse, y menos por unas desconocidas. Seria un desperdicio  de mi apestosa vida. No pienso hacerla de héroe.

Conmigo.
Su voz cada vez era más tosca.

Acaparó la atención de los tres. El tipo barbudo y de estatura media se deshizo de su postura, se atrevió a mirar a su antigua víctima con aburrimiento. —Haganlo conmigo —pidió muy segura.

El mozo no encajaba, algo había en él que no me terminaba de convencer. Sus movimientos parecían demasiado premeditados, muy elaborados.

Apenas podía verle el rostro con la capucha de su suéter colorido puesta. Sería imposible reconocer su rostro.

Pronto, esos pensamientos  se esfuman cuando escucho como algo se desgarra. Esta vez no intenta forcejear, suspira nuevamente ante la presencia de ellos dos.

Aún así, el tercero no muestra reacción. Tal vez me equivoqué y no sea un inútil.
No puedo decir lo mismo de la otra chica, ella mira horrorizada la escena de su amiga, casi a punto de ser profanada.

Algo en mi cabeza hizo "clic".

Observo a mi alrededor con cierta urgencia. Mis palpitaciones son aceleradas, apenas puedo sentir que respiro.

Hago contacto con un frío tubo de metal oxidado, mi piel siente el cosquilleo. El olor a oxidado invade mis fosas nasales. Podría usarlo como un bate. Al menos podría dejarles una abertura en la cabeza. Mi preocupación es el hippie, que no se a tomado la molestia de sacar las manos de sus bolsillos, no debo subestimarlo. Pero correre el riesgo.


En la oscuridad sigo meditando si mi plan es al menos viable. No lo es. Son tres contra uno.

El impacto de un cuerpo colisionando con otro me sorprende.

Miro incrédulo la situación. Se lleva una mano a la zona afectada para darle caricias. Su acción burlona sigue sin encajar, su carcajada no se hace esperar. Esta burlándose de él; de nuevo. 

"Ella es igual a nosotros".

"Salvalas".

"Salvala, a ella". —Corrige—. "Escúchame solo a mí y vivirás".

Mi historia de una noche. /Agust-D/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora