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-Adentro -la mujer, con tremenda fuerza, empujó a Joaquín dentro de la habitación.

No podía verla, pero podía sentir el frío que emanaba. Era la sala de interrogación de la comisaria. Un hombre alto, corpulento, pero no muy musculoso, de cabello largo y barba prominente, se encontraba bebiendo agua de una taza de café pacientemente.

- ¿Es este el chico? -preguntó con voz queda seseante.

-Sí -respondió Sarah.

- ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? -interrogó Joaquín. El hombre detrás de la mesa arqueó una ceja.

- ¿Estás segura de que es el chico que hace los planes de Malik? No parece ser tan listo como pensé.

-Es el ciego, Jaxon. ¿Cuántos ciegos crees que tenga Malik a su disposición? Debe ser importante si está dispuesto a cambiar a Azul por él.

El hombre, que tomaba el nombre de Jaxon, soltó una risa siniestra. El arrastrar de la silla por el suelo le erizó a Joaquín el vello de la nuca, entonces escuchó los pasos lentos y desesperantes del hombre recorrer el suelo alicatado.

Sintió unos dedos firmes y grandes tomarlo por las mejillas. La piel rasposa y tosca de sus manos contrastaba enormemente con la piel suave y porcelana de Joaquín.

-Entonces, tú ideaste el plan para recuperar a nuestros rehenes y echarnos de su base ¿eh? La verdad esperaba a alguien con todas las pintas de estratega, pero la verdad no estoy impresionado con lo que veo.

Joaquín se liberó bruscamente del agarre del hombre, quien sonrió ante la fiereza de su temperamento, insolente e intrépido. Se lamió los labios resecos mientras sus ojos marrones chispeaban con curiosidad.

-Creo que me lo voy a quedar -masculló.

-No pienso hacer nada por ti -replicó Joaquín de inmediato.

-Lo harás o te mueres.

-Entonces mátame -dijo, con la cabeza en alto y el pecho inflado.

El pulso de Joaquín era acelerado, no sabía cuál sería la decisión de Jaxon. Probablemente estaba hablando con el líder del grupo, y lo había hecho imprudentemente. Joaquín siempre se había jactado de ser un muchacho inteligente, más listo y persuasivo que el promedio, sin embargo, había sido estúpido, muy estúpido.

Jaxon torció la boca y restándole importancia, se encogió de hombros.

-Bien. Sarah, ¿me haces los honores?

Escuchó a la muchacha detrás de él cargar el arma que tenía en mano, haciendo que Joaquín se paralizara en su lugar ante el tacto del frío metal contra su cabeza. Cerró los ojos con fuerza cuando escuchó el estruendo resonante, el sonido de una puerta, el sonido de un disparo, y de un momento a otro, ya había un cuerpo inerte en el suelo.

-Oh vaya -escuchó a Jaxon decir-. Ciertamente no te estaba esperando a ti.

Joaquín abrió uno de sus ojos, que había apretado con fuerza al sentir el arma contra su cabeza. No podía ver nada, pero sentía la presencia de alguien más en la habitación, que de repente se había tornado más calurosa. El sonido de una respiración agitada adicional había delatado al intruso.

-¿Dónde está Malik? ¿Eh? ¿Acaso envió a su lacayo para hacer su trabajo sucio?

Jaxon dio dos pasos hacia adelante. Joaquín casi podía sentir al hombre parado frente a él.

-Aléjate de él.

Las rodillas de Joaquín temblaron y casi suelta un suspiro aliviado al escuchar la voz severa del General detrás de él, era como miel deslizándose por sus oídos.

Voraz|Emiliaco|adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora