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El hombre pálido sudaba bajo la intensa mirada de Zayn, que lo escudriñaba de arriba a abajo con un deje dudoso en su mirada. Sus ojos eran oscuros, pero bajo la luz del intenso sol de ese día, irisaciones amarillentas aparecían bajo sus largas pestañas. Walter miró a Joaquín sobre el hombro de Zayn, que junto al General, aguardaba. Sabía que el pequeño muchacho audaz no saldría a abogar por él esta vez.

—¿Qué piensas? —inquirió el General impacientado.

Zayn se alejó, cruzando los brazos sobre su pecho con las manos ocultas.

—No lo sé. Se ve demasiado huesudo como para intentar algo contra nosotros.

—Aun así, podría robarnos si lo dejamos venir.

—Pensé lo mismo.

—¿Y qué hay de Azul? —preguntó Joaquín bajito— Va a necesitar a alguien que la ayude.

—Ese es otro dilema —Zayn comenzó a rascarse la barbilla, que comenzaba con una barba creciente y oscura. Lo hacía lucir más masculino y dominante, aunque a Joaquín no le gustaba sentir la áspera barba en la cara de una persona amable como Zayn— Puede venir, supongo, pero le mantendremos un ojo encima.

—¿Es en serio? —cuestionó Walter. Zayn asintió.

—Pero te lo advierto. Trabajarás como todos nosotros, ayudarás a Azul o a cualquiera que lo necesita, y si notamos algo sospechoso, no vacilaremos en disponer de ti, ¿entendido?

Walter asintió repetidas veces con ansias. No sabía si estar alegre por haberse colado en un nuevo grupo, o preocupado por lo que podría pasarle estando dentro de él.

Cuando Zayn se dio la vuelta, Walter le lanzo a Joaquín una sonrisa agradecida, pero el muchacho no le respondió, eso lo dejó inquietado.

—Irás con nosotros —anunció Zayn, sin esperar a que el hombre lo siguiera. Walter corrió detrás de él.

—¿Y este quién es? —exclamó Azul, observando a un treintañero desconocido subirse a la camioneta junto a ella como si nada.

—Walter. Ella es Azul—dijo Sabrina, subiéndose tras Walter, flanqueándolo.

—Vaya, estás avanzada —Walter sonrió hacia la barriga de Azul, quien la cubrió protectoramente con ambos brazos.

—¿Se puede saber quién es este? —se inclinó sobre el asiento del copiloto, en dónde el General se encontraba subiendo.

—Tu nuevo doctor.

—¡¿Doctor?! ¿De dónde lo han sacado? Uno no encuentra doctores por la calle como si fueran monedas.

—Es el dueño del auto. ¡Joaquín! —gritó por la puerta, haciendo a Azul saltar en su lugar— ¡Apresúrate!

Joaquín corrió en dirección al sonido de la voz estridente del General, sus rizos rebotando al compás de sus pasos. Se había quedado hablando con Mark, que los seguía de cerca en la van detrás de ellos.

Se trepó en el alto Jeep, gateando sobre el regazo del General hasta tomar asiento entre él y Zayn.

—¿Por qué rayos siempre te tardas tanto? —gruñó Emilio, poniéndose el cinturón.

—No puedo seguirte el paso ¿bien? Tengo piernas cortas, no están diseñadas para seguir tus piernas de jirafa, toma en consideración mi tamaño. ¿Cuánto mides, por cierto?

—Más de 1,80. Puedo asegurártelo —respondió Zayn por él.

—¡1.80! Ni en sueños podría seguirle el paso a un titán como tú.

Voraz|Emiliaco|adaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora