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Era una fría mañana de noviembre; de esas que no te quieres levantar por lo bellos que se escuchan los pájaros en tu ventana

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Era una fría mañana de noviembre; de esas que no te quieres levantar por lo bellos que se escuchan los pájaros en tu ventana. La calidez de la cama combinada con el fuerte viento que se escuchaba alrededor era el ambiente perfecto para dejarse llevar por el sueño del momento. Todo iba de maravilla cuando el toqueteo de la puerta despertó a un lindo chico de cabellos azules

— ¡Siren, despierta ya! ¿Olvidaste que día es hoy?

Adormilado, confundido y hasta enojado por interrumpirlo en el segundo mejor momento del día -Según él- respondió sin ganas.

— ¿Día del criminólogo?

— ¿Qué?, ¡No!-. Su contrario contestó de forma molesta.- Hoy es tu presentación en ese restaurante que querías, ¿lo olvidaste?

Sin pensarlo dos veces el de cabellos celestes se levantó sin dudar de su cómoda cama y como pudo corrió a abrir la puerta de su acogedora habitación de tonalidades azules.

— ¡Es cierto!

— En serio, no me digas que se te había olvidado...

— ¡Claro que no! Solo estaba cansado para recordarlo...

— Claro, como digas.

A Siren le gustaba esa sensación de comodidad que te regalan las mañanas, pero le gustaba aún más pasar esas mañanas con su amigo de cabellos azules oscuros, Pagoon.

— Tenemos que ir a desayunar, mi mamá está esperando.

Tal cual una mañana cualquiera en la vida de Siren, ambos chicos desayunaron, se vistieron y, no sin antes despedirse de Pim, Siren tomó su guitarra y salieron de su casa a buscar la aventura de ese día en la gran ciudad.

— Vivimos en una gran ciudad, ¿no lo crees?

— Todos los días repites lo mismo Siren, ¿acaso extrañas tu pueblito?

— La verdad, sí. A mi mamá más que nada.

— Un pequeño silencio reinó en el ambiente de ambos, pero gracias a Pagoon no duró mucho.

— No te preocupes amigo, pronto podremos ir a visitarlos.

— Las palabras no hacían falta en esa situación, pues con solo mirarse a los ojos ambos se entendían. Su amistad era algo rara, pero linda al mismo tiempo.

Ambos caminaban mientras veían a las personas caminar y hablar por teléfono, los automóviles pasar por la carretera y aquellos edificios con las luces encendidas. Mientras que a Pagoon le parecía aburrido y repetitivo su día a día, para Siren todo era algo nuevo por descubrir.

— ¿Está bien que sacrifiques un día de escuela solo para acompañarme al restaurante?

— ¿De qué hablas? Es sábado.

— ¿En serio? Pensé que era jueves.

Las risas por parte del chico moreno no se hicieron esperar, pues siempre le causaba gracia el que tan despistado podía ser su amigo.

𝓐𝓛 𝓐𝓘𝓡𝓔 ♡ 𝘊𝘢𝘴𝘵𝘪𝘭𝘭𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘮𝘢𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora