GANADO

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Víctor salió del puente casi en contra de su voluntad. Primero tirado del brazo, para acto seguido, tras cerrarse la puerta, ir de la mano de Ezra. Esa hembra, con apariencia de niña y unas manos suaves y esponjosas, tenía suficiente fuerza como para llevar a Víctor en brazos donde a ella se le antojase. Lo más curioso de la situación no era que Víctor fuera de la mano de la nausicana, era que no iban en dirección al comedor, iban directos a la bodega de carga.

El manifiesto de la Fuego en la Bodega decía que llevaban ganado. Nadie fletaba una nave de combate, se arriesgaba a sacar a otra del subespacio y la perseguía por un núcleo lleno de estrellas tan juntas, solo por ganado. Sam se lo advirtió una y otra vez: «En estas naves pregunta solo lo justo». Entre esas cosas, en las que Víctor no tenía que meter las narices, estaban los manifiestos de abordo. Si en uno de esos papeles ponía «tierra para cultivo», era tierra para cultivo.

El paseo hacia la bodega se hizo tenso. Menos mal que esa pequeña mariposa iba muy rápido.

—Tienes la mano muy suave y me encanta que me la hayas cogido, pero me gustaría saber por qué vamos casi corriendo a la bodega. —Ezra se paró en seco y agarró la otra mano de Víctor haciendo que se agachara.

—Si le cuentas a alguien lo que llevamos en la bodega, te buscaré, te encontraré, te desmembraré, envolveré tus pedazos en seda y los tiraré al subespacio. —La nausicana había agarrado a Víctor con mucha fuerza, hablándole a escasos centímetros de la cara.

—Me sigues pareciendo preciosa. Tengo muchísima curiosidad por saber qué es lo que se esconde tras esas puertas. Tiene que ser algo realmente valioso para que vuestro amigo, Gulag, se haya tomado tantas molestias.

Ella se quedó un momento mirando la cara de Víctor; exploraba sus facciones, escudriñaba cada uno de los ángulos de su rostro. Lo soltó, se volvió y recorrió los cinco metros que restaban hasta la puerta de la bodega.

—No sabes quién es Gulag, ¿verdad? —Puso la muñeca junto al lector de la puerta y esta abrió la cabina de un ascensor.

—Parece el nombre que un escritor le pondría a un pirata de cuento. ¿Qué te llama la atención de mi cara? —Víctor entró en el ascensor después de Ezra.

—Gulag es el nombre que le ponemos a cualquiera que se mete con la Fuego. Por el tamaño de la nave y lo moderna que era, con toda seguridad, sería de un corsario. Te he mirado de cerca porque no sé si eres guapo o feo. Los únicos referentes humanos que he tenido han sido Jonás y Francisco. Los dos se parecían mucho: sobrepeso, barba y mucho pelo por todos lados. Según la información que he encontrado en la Holoesfera, eres guapo.

«Dile la verdad, que eres un adonis. Vas a acostarte con una nausicana, será tu tercer polvo. Estoy tan orgullosa de ti». Sam estaba contentísimo, canturreaba las palabras.

«Vale, le diré lo que tú me sueles decir; que estoy buenísimo y tal. Por cierto, ¿por qué te refieres a ti en femenino? Me decías que no tenías género, que eras un degenerado».

—Has vuelto a hacerlo. —Ezra pulsó el botón con la flecha hacia abajo y las puertas del elevador se cerraron.

—¿Qué es lo que he hecho?

—Hacer una pequeña pausa, apretar la mandíbula y mover la lengua dentro de tu boca, como si pensaras en voz alta dentro de tu cabeza. Se lo he visto hacer a Francisco, pero lo tuyo es más exagerado. —Pulsó el botón de parada de emergencia, el ascensor se quedó atrancado a medio camino —. O me cuentas la verdad o estas cuatro paredes va a ser lo último que veas. ¿Hay alguien más contigo? —soltó esas palabras calmada, pero se había puesto en guardia, un pie tras el otro, dispuesta a saltar sobre Víctor en cualquier momento.

EL ESPACIO ENTRE TUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora