Capítulo 3 La enfermedad de D. I. O. S

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            Nadie sabe desde cuántos milenios se originó la calamidad, o si ha formado parte de la expresión génica desde los albores de la especie.

El vehículo parece casi estático en el denso tránsito aéreo, pero la mente facilitada de Matías vence todos los límites que a él mismo se le pudieran haber impuestos y el eco de las voces parece cada vez más un enmaraño de frases sin sentido, de naturaleza imperfecta pero acordes con su propia filosofía.

—Una secuencia de experiencias vagabundas inmersas en una multitud ciega, colisionando una tras otra con la verdad que se expone como piedras que entorpecen la marcha del camino hacia ningún lado.

—Puede sentirse el palpitar de un corazón vacuo en su interior. Se pueden observar las voces de una mente distorsionada, pero no existe oportunidad de vislumbrar al portador de la señal. Evento que cruza el horizonte de los mundos que quedan por descubrir con la profundidad de la entereza del que susurre las conexiones carentes en los circuitos de la complicidad arrebatada.

—Excitada con el silencio del espejismo bullicioso al interior del perímetro anatómico del propagado. La irracionalidad toma su forma a través del tiempo cuando la inmoralidad abandona la pocilga imaginaria de la honradez ondulante en el océano del caos. Ondas, líneas, puntos y márgenes de espacio dan forma al mensaje detrás de la interpretación priora del sujeto cuyo mundo en el que reside se expone al reverso de su elocuencia... Un momento, necesito respirar —dice Matías dando un gran suspiro de socorro ante la avalancha de conjeturas maltrechas otorgadas en ese momento frágil e inestable de su cabeza.

La actitud compacta y activa no hace sospechar bajo ninguna presunción lo caótico que se ha tornado aquel punto en su actividad cerebral, mientras trata de hacer un cambio forzado de dirección sobre las sombras formidables de un pensamiento obsceno y destructivo. No logra más que afianzar un pasadizo secreto a lo más profundo de su propio interior.

Se sostiene la cabeza primero con una mano, luego con ambas, se da la vuelta una y otra vez, respira profundo, se lame los labios, se masajea la barbilla, pero lo delata el frío sudor que empapa su frente ante la actividad exagerada de su sistema nervioso autónomo. Aquel momento supone para él un paseo dantesco sobre la realidad dispuesta entre los bordes más opuestos que su voluntad pudiese haber encontrado.

Pareciera no tener fin, y, tras batallar un momento contra las voces de su cabeza, estas arremeten, pero ahora con un sentido más fino para su comprensión, por lo que decide escucharlas.

—Un monótono ruido marca el tiempo para que el abanico de arrogancia abra los despojos de su propia incertidumbre y conduzca la putrefacción al sentido intacto cuando este se encuentre en el punto más íntimo donde trasciende la banalidad del placer.

»Epicentro de los arrebatos orgásmicos de la displicencia en cada cumbre de pasión donde limitan los deseos más intensos en un destello nauseabundo de placer sometido.

»No hay escapatoria y los impulsos abundan en un mar de posibles actos que desafiarían al más impune de los marchitos.

»Momentos, arrebatos, deseos y apuestas. No son nada sin arriesgar algo a cambio. La billetera está vacía, pero el poder yace ajeno a su contenido. Como metáforas que enfrentan la concepción dual de los espejismos con la realidad. Nada queda sin su cometido.

Tratando de encauzar dichos pensamientos hacia su lógica militar, decide que es momento de intervenir no con la fuerza de pensamiento en contra, sino despojando cada una de las frases de sus incongruencias y darle sentido a lo más recóndito de su voluntad, para hacer frente a algo que pareciera venir más allá que de una simple mala racha.

Biodistopía X Distorsiones de una realidad sin sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora