Capítulo 4.

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El amor no tiene escape.

El amor a veces puede ser un laberinto, donde no tenemos escapatoria, y nos encontramos frente a una pared, una pared llena de furia, llena de melancolía y culpas...

- No... No sé qué decirte Morenita, ésto es demasiado. – Se acercaba a ella, con intenciones de estrecharla entre sus brazos, y decirle que todo estaría bien.

- Será mejor que no digas nada, ni siquiera me toques... ¿Sabes? Si tan sólo tú no hubieras retado a tu padre de esa manera, con tal de estar conmigo, nada de ésto habría pasado. Es tu culpa. – Recriminándose al instante por las palabras que segundos antes salían de su boca. Cegada por el dolor, y las emociones que la predominaban, decía cosas que no sentía.

- ¿A qué te refieres, Inés?, ¿Te arrepientes de que yo haya dejado todo tipo de comodidades y mi más grande sueño, para iniciar una nueva vida juntos?... – Sin poder evitarlo, su vista empezó a nublarse gracias a las lágrimas que se afloraban en sus bellos ojos verdes.

- No, claro que no. Yo te adoro; pero si estuvieras en mi lugar, te darías cuenta que es difícil... Mi Mamá era mi vida entera, tú más que nadie lo sabes. Así como así no puedo pretender que nada pasó, y continuar con mi día a día. – Para ese punto, su llanto era inconsolable, e incluso se le dificultaba hablar.

- Claro que te entiendo mi amor. Lo único que te pido es que trates de calmarte un poco, de ésta manera no vamos a llegar a ningún lado, sólo quiero verte bien... Feliz, mi cielo.  – Sin más, no se contuvo, y envolvió el pequeño cuerpo de la femina con el suyo.

Después de una larga charla motivadora, y lágrimas, muchas lágrimas de por medio, se encaminaron hacia la finca del patrón Santos. Eso no se quedaría así, al menos no por parte de Victoriano. Lo que había hecho jamás se lo perdonaría.

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- Ya les dije que no, don Siberiano dió claras órdenes; ninguno de ustedes es bienvenido por éstos lares. Y mucho menos tú, niñita estúpida. – El hombre que aguardaba en la entrada negándole el paso a la pareja, le hablaba y miraba de manera déspota a la pequeña e indefensa Inés.

- Ten mucho cuidado con lo que dices, imbécil, a mi mujer la respetas, aunque tenga que hacerte entender a golpes. Ahora quítate, tengo que arreglar un asunto muy importante con mi padre. Y no eres nadie para impedirlo. ¿Te quedó claro? – Frustrado y cansado, pero nunca bajando la guardia, gritaba Victoriano, desesperado por entrar a hablar con su padre.

Pero los trabajadores se negaban, además estaban armados y el patrón Siberiano no era capaz de enfrentar a su propio hijo, después de todo si, era su hijo, y sentía remordimientos de conciencia por lo que había hecho.

Ya después que pasaron unos cuantos minutos Inés le decía a Victoriano que se fueran, que estaba cansada, que no quería discutir, que su madre ya estaba muerta y no tenía sentido pelear por ello si no se la iban a regresar. Victoriano quiso convencerla pero a la final terminaron por irse a la casa de Inés

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Ya habían llegado cuando nuevamente las emociones, los recuerdos y el ambiente se hacia más tensos.

- Victoriano, siento que estoy viviendo una pesadilla, de esas que no puedes despertar, solo fíjate, mañana es mi cumpleaños 17, mi mamá no está, tú estás lejos de tus sueños, de tu familia y yo sin saber que voy a hacer con mi vida. – Ella lloraba.

- Mi morenita, tú no estás sola, y sé que tú mamá allá arribita en el cielo te está cuidando, quiere que seas feliz, por mi no te preocupes que mi felicidad y mi mayor sueño es estar a tu lado eh. – Le secaba sus lágrimas que corrían como cascaditas en calma.

- ¡No sé qué hacer Victoriano, no sé que hacer!... – Empezó a llorar más fuerte sobre el pecho de Victoriano.

- Me duele tanto verte así, ¿Pero sabes qué?, los dos saldremos juntos de esta mala racha, volveremos a ser felices, yo confío en Dios, y sé que nos dará muchas oportunidades, mañana saldré a buscar trabajo y quiero que tú descanses un poco. – Decía él con entusiasmo para que Inés se calmara un poco, temía al verla sufrir.

- Te amo tanto, gracias por nunca soltarme. – Se le acercó y beso su mentón.

- Y nunca lo haré, de eso puedes estar segura, nacimos para morir iguales mi morenita. – Le daba un beso tierno, como si no la quisiese soltar.

La noche conspiró para abrazar y consolar a esos dos seres que solo se tenían el uno al otro.

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A la mañana siguiente, era el cumpleaños de Inés, obviamente los ánimos estaban por los suelos, pero sin embargo Victoriano no quería que ese día Inés la pasara mal, así que se levantó muy temprano, fue al pueblo por algunas cosas para el desayuno, las compró con el poco dinero que tenía, y cuando iba de regreso ve un letrero.

"Se busca vendedor novato para tienda comercial de quesos".

Victoriano entró, le hicieron como una mini entrevista, y le dijeron que obtuvo el trabajo, después de todo ese día no había comenzado tan mal, hasta que cuando finalmente se iba, vió a sus padres, y no dudó ni un segundo en ir a reclamarles.

-¿Cómo pudiste papá?. – Dijo Victoriano, acto seguido de un golpe que le dió a su padre.

-¿Qué te pasa Victoriano?. – Gritó doña Elizabeth.

- No te hagas, se muy bien que mandaste a matar a la mamá de Inés, ¿Qué demonios te sucede?. – Gritaba, que toda la plaza escuchaba.

Don Siberiano aún sorprendido porque un adolescente de 16 años le había pegado, y saber que era su hijo le dolía más, se limpiaba la sangre que tenía alrededor de los labios.

- Si, si lo hice, ¿Y qué?, ella se lo merecía. – Decía con descaro. – Hijo mío tienes que entenderme, ella te apartó de mi lado, y no se lo iba a perdonar.

- No tienes perdón de nadie, eres un desgraciado, estoy tan decepcionado de ti, que todo este pequeño pueblo se entere de la basura que eres... Si, si señores, este señor es un asesino... – Decía dirigiéndose a las personas que lo rodeaban. – Me das asco Siberiano, asco. – Decía Victoriano gritando y viéndolo fijamente a los ojos.

- Hijo mío. – Con una lágrima en sus ojos, le susurró don Siberiano.

Don Siberiano quedó en shock, igualmente que todas las personas que escucharon lo que se estaban diciendo, pero Victoriano no quiso seguir allí y se fue.

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A llegar a la casa, Victoriano quiso darle la sorpresa a Inés, aunque ya se había levantado.

- ¿Dónde estabas amor?.

- Mi vida, estás despierta... Fui al pueblo a comprar algo de comer para nosotros, por cierto, ¡Feliz cumpleaños vida de mi vida!. - Le dijo y la besó.

- Gracias Victoriano, de verdad muchas gracias. – Bajó su mirada.

- Hey, no te pongas así, hoy es tu cumpleaños y quiero que lo pases bien.

- Eso es imposible.

- No, no lo es, y yo te lo voy a demostrar. - Se le acercó, la abrazó, la miró a los ojos, le dijo cuanto la amaba y le cantó las mañanitas.

Ese día no fue tan malo como ellos pensaban, al menos no hasta ahora, estaba todo de maravilla, pero después de unas cuantas horas, alguien llamaba y tocaba a la puerta.







MariaSR31_

María y Zulmary:
•Hola chic@s, esperamos que les esté agradando la historia...
> ¿Ustedes quién creen qué estaría tocando la puerta?. Lo sabrán en el próximo capítulo, nos vemos pronto.

En otra vida, ¿quizás?...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora