Capítulo 9.

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Necesitar, extrañar, amar.

No sabemos si afortunada o desafortunadamente el aferrarnos a algo o a alguien sea bueno para con nosotros. Sentimos ansiedad cuando esa persona que queremos no está, y aún así somos capaces de amarla mucho más.

Inés abrazaba aquella rosa blanca, la carta que recién terminaba de leer estaba llena de lágrimas. Sentía muy vulnerable ese sentimiento de necesitar tanto a Victoriano en ese momento, quería verlo, abrazarlo y por supuesto, darle la noticia de un pequeño que comenzaba a crecer allí dentro de su vientre, fruto de amor, de su amor.

Qué dificil es
Cuando las cosas no van bien
Tú no estás feliz
Y eso me pasa a mí, también...


Inés había quedado dormida, muy agotada después de tanto, pero un ruido en la cocina escuchó...

Al ver quién allí se encontraba fue tanta su reacción que se desmayó. Aquella persona la sujetó y la recostó en la cama, al Inés abrir los ojos empezaban a salir lágrimas.

- Estás aquí. — Decía Inés, con los ojos medio cerrados y agarrando aquella mano con fuerza.

- Si mi morenita estoy aquí. — La apretó contra su pecho.

Victoriano había vuelto, aunque no estaba seguro si su decisión los afectaría aún más.

- No te vayas, por favor Victoriano, quédate aquí a mi lado, no me sueltes. — Se aferraba con un abrazo, desesperada.

- Te amo Inés. Te amo y siempre lo haré. — Agarraba su mejilla.

- No sabes lo equivocado que estabas al haberte ido Victoriano, no puedes hacer las cosas a tu manera creyendo que son las mejores. Me haces mucho daño, no tienes derecho a causarme dolor. — Le dijo a Victoriano un poco molesta e indignada.

- Yo no quería, ni quiero hacerte daño, perdóname. — Le da un beso y coloca su frente junto a la de ella.

- Te amo. — Dijo con voz baja y entre las lágrimas. — Tengo temor al perderte, no quiero perderte.

- Tu nunca me vas a perder Inés, siempre me tendrás contigo. Te amo. — Limpiaba sus lágrimas.

Después de tanto tiempo al estar separados necesitaban sentirse uno solo nuevamente, sentir sus pieles, sus caricias. No dudaron, ni pensaron tanto, querían hacer el amor.

Esto fue algo muy delicado, con calma y muy pasional. Victoriano quería asegurarse en que esa tarde-noche nunca olvidaran. Despacio y muy lentamente quitó toda la vestidura de Inés, a quien admiro por varios segundos, lo mismo hizo ella.

Los besos eran tiernos, como llenos de nostalgia, querían naufragar todo su cuerpo y quedarse allí para siempre.

Tocaban sus pieles, sentían la carne, la pasión, las caricias del otro, el sonido que hacían sus labios era música para sus oídos. Llegaba el momento, el reencuentro. Inés encima de Victoriano besaba todo su pecho, hasta que se incorporó en él y empezaba a cabalgar muy lento. No hubo momento en donde no se besaran, en donde no se sintieran. Estaban llenos de tanto, pero tanto placer que es como si no existiera un mañana. El lugar se inundaba de gemidos y calor.

Victoriano tomaba los senos de Inés y los llevaba a su boca, mordisqueaba y ella jadeaba. Querían parar ese momento, que fuera eterno.
Se decían cosas en el oído, mordían sus orejas. Y todo parecía perfecto, después de tanto tiempo dos pieles se reencontraron, uno era la pieza del otro y juntos armaban un rompecabezas.

- Aah, Victoriano, te extrañaba. — Dijo Inés casi sin voz.

- Aaah, yo también mi vida, yo también. — Fue lo que apenas salió de su boca a jadeos.

En otra vida, ¿quizás?...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora