Capítulo 10.

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No lo digo, pero... te necesito.

Te extraño tanto que mi paciencia ya quiere verte, abrazarte, besarte y hacerte el amor.


Al llegar el anochecer, en aquel pueblo yacían dos personas, solo dos personas recordando bellos momentos, solo dos personas que querían ser uno solo... dos seres humanos conectados al mismo corazón, viviendo uno con el alma del otro, pero sin poder estar plenamente juntos.

Por un lado estaba Inés sentada en su cama hablando con la luna, mientras le contaba lo triste y difícil que era estar sola, salían lágrimas rodando por sus mejillas como si estuviesen suplicando que Victoriano volviera. Y por otro lado, Victoriano estaba con una botella de tequila en el balcón de un lugar abandonado, también estaba hablando con la luna, también sus lágrimas rodaban, pero éstas suplicaban entendimiento a todo lo que él estaba haciendo, entendimiento a sus decisiones, que aunque eran malas no las tomaba él, sino su rencor, su dolor.

- ¿Por qué?, ¿por qué tiene que ser tan difícil amarte?, ¿por qué me duele tanto el no tenerte?, ¿por qué no solo vienes?. — Esas eran las preguntas que se hacía Inés. Mientras lloraba se tocaba el vientre, que era donde aquel ser humano comenzaba a crecer.

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- ¿Por qué?, ¿por qué tengo que ser un idiota?, ¿por qué no simplemente renuncio a mi dolor y vuelvo contigo?, ¿por qué?, maldita sea, maldito dolor el que se está quedando en mi pecho. — Decía Victoriano gritando y al mismo tiempo partiendo la botella de tequila que estaba en su mano.

- Soy un imbécil al dejarte ir, pero ya te hice suficiente daño mi morenita, no te quiero causar más. Te amo Inés, te llevo clavada en la piel. — Le decía Victoriano a una foto de Inés que estaba en su bolsillo.

Lágrimas e insomnios, ese fue el resultado de aquel amor.


Esa misma noche llegó Osvaldo a la casa de Inés, con un ramo de flores y serenata, que el mismo le dedicaba.

Inés al escuchar la voz de aquel hombre se asomó a ver quien era, cuando cayó en cuenta de que era para ella y venía de Osvaldo. Al principio se sintió rara, completamente ajena a lo que estaba sucediendo, pero ya después estaba más tranquila y sentía lindo el que él tuviera ese detalle con ella.

- ... Y si no fuera un caballero, te lo juro, te arrancara de sus brazos sin pensarlo ni un segundo, eres la mujer que más me gusta en el mundo, pero tengo respeto por ese suertudo.

Inés reía y lo miraba.

El dejó de cantar, tomó toda su atención hacia ella, le acarició la mejilla y le entregó el ramo de flores.

- Así que tienes el atrevimiento de venirme a cantar después de todo, eh. No hombre, hasta cantante. — Le comentaba Inés.

- Jajaja. Fue una manera sutil de pedir disculpas por todo lo que pasó, de verdad lo siento, no fue mi intención. — Le agarraba la mano.

- Lo que hiciste no estuvo bien, Osvaldo, somos amigos y no me puedes forzar a nada que yo no quiera o no esté dispuesta. No quiero que se vuelva a repetir, te lo pido encarecidamente.

- Lo siento Inés, pero es que esto que siento jamás lo había sentido con nadie y de pronto llegas tu, has despertado sentimientos muy bonitos en mí. Yo sí te sabré valorar, no como Vic...

Inés lo interrumpió.

- Por favor, no quiero que me hables de Victoriano, tampoco quiero que te metas en mis asuntos. — Le respondía Inés al mismo segundo que retiraba su mano de la suya.

En otra vida, ¿quizás?...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora