Uno.

2.1K 81 36
                                    

El sonido de sus tacones resonaban con suma potencia sobre la baldosa del piso de la oficina del abogado. El palpable silencio lo hacía oír más fuerte. Captando su atención.

Lo que ella quería.

—Señor Beaumont,—Levanté la mirada desde mi asiento—: Retomando el asunto..

—¿Que asunto, Pascual?—Se adelantó en decir la que llevaba puesto mi apellido por compromiso.

Pascual, quién se encontraba frente a mí; levantó su mirada ajustando la corbata en su cuello, le dijo.

—Si me permite, señora Beaumont..

—No.

Mi voz hizo eco en la sala.

—¿No que, cariño?—Samantha se giró hacia mi con una ceja alzada, con una mirada cargada de advertencia.

—No quiero que vuelva a usar mi apellido,—Ignorandola, me dirijo directamente a Pascual—: Por eso estamos aquí.

Sentencie, sintiendo una mirada en toda la nuca de mi cuello. Samantha, deteniendo su caminar por la oficina, se paró detrás de mí.

Si pudiera matarme con la mirada, ya estaría enterrado tres metros bajo tierra.

—Te recuerdo que estamos casados. —Dijo obvia.

Me voltee ligeramente para poder verla de brazos cruzados en su pecho.

Samantha Ball no era fea, es más podría decir que era una de las hermosas físicamente. Cualquier hombre con solo verla lo sabía. Pero internamente era una mujer con mucha soberbia. Llena de hipocresía.

Tanta, que la descubrí sacando dinero de mis cuentas bancarias.
Siendo mi turno de enfurecer la mirada, me puse de pie ajustando mi saco.

—Me aseguraré que dentro de poco ya no.

Pasando mi mirada a Pascual, desde años un abogado de confianza; lo noté removiendose incómodo en el asiento de cuero de su oficina.

—¡No puedes hacerm..—Se interrumpió ella misma. Pensó sus palabras—: ¡No puedes hacernos eso!

Me reí ligeramente.

—Si que puedo, y lo haré.

Tomando mi maletín del suelo, mire por última vez a Pascual.

—Te llamaré más tarde.—Cuando recibí un asentamiento de su parte, me apresuré a la puerta para ir al último piso, el 12.
Soltando un suspiro de cansancio en el ascensor, me miré en el espejo de este mismo.

Unas marcadas bolsas oscuras de podían apreciar bajo mis ojos pardos. Mi cansancio le apuntaba la culpa a las contantes discusiones con la que solía llamar esposa, a altas horas de la noche.

El ascensor emitió un sonido de aviso cuando llegue a mi piso. Al abrirse las puertas, menos de una docena de personas caminaban en todas las direcciones.

No me sorprendía, así era todos los días. Sin embargo, hay días de días.

—Buenos días, Señor Beaumont.—Dijo la secretaria de piso.
Asentí en respuesta.

A paso rápido, abrí las puertas de mi oficina, dejándome caer en mi silla.

—Señor Beaumont, tiene dos llamadas pendientes con unos inversionistas del Norte, —Comenzó a hablar Thalía, mi secretaria apenas me vio instalado—: No hay correos nuevos, y las juntas fueron suspendidas a mañana al medio día.

«Maldita sea»

—Gracias Thalía, ¿Algo más?—Dije frotándome el puente de la nariz con los dedos.

—No señor.

—Puedes irte.—Asintió en respuesta y salió en dirección a su escritorio.

Tomando los papeles de las juntas suspendidas; me puse a inspeccionar y tomar nota mental de los asuntos a tratar, sin embargo. Las punzadas en mi cabeza no me dejaban tranquilo.
Los murmullos de la gente por fuera de mi oficina o eran muy altos, o mi sentido auditivo estaba sensible debido al pitido que acababa con mi paciencia.

—Necesito café. —Dije en voz alta soltando un poco mi corbata.
Pensé en llamar a Thalía y pedírselo, pero estaba lo suficientemente opacado mentalmente que necesitaba moverme por mi mismo.

Thalía, lleva trabajando para mí hace 3 años. Nunca he recibido quejas de ella, su marido trabaja para mí empresa unos pisos más abajo como gerente de compras internacionales. No tiene hijos, es puntual y responsable con lo suyo.

Eso es todo lo que necesito saber, no me interesa saber más allá.
Saliendo de mi oficina, sin mirar atrás me dirigí hacia la sala de descanso.

En el pasillo era palpable el estrés de la mayoría de las secretarias. Cada uno de mis empleados en rango superior tenia una.

Al estar a centímetros de abrir la puerta, está se abrió desde adentro dejando salir a una apresurada señorita con una bandeja que contenia tres cafés en mano.

No notó mi presencia sino hasta que chocó conmigo derramando uno de sus cafés en mi camisa.

«Lo que faltaba» Pensé con sarcasmo.

—¡Ay, por los clavos de Jesucristo, lo siento tanto..—Se cubrió la boca con una de sus manos—: Señor Beaumont.. —En su mirada había impresión, y me atrevía a decir que miedo—: Como lo siento de verdad que no lo vi, yo..

—Basta. —Dije cansado de escucharla balbucear.

—Pero, señor..

—¿Quién eres?—Dije bastante enfadado, ya tenía suficiente en lo que iba de día.

—Yo, yo.. —Se aclaró la garganta—: Trabajo en su empresa hace dos años, soy secretaria de una de sus empleadas.

Fue cuando me percaté que tenía el uniforme de los demás.

—¿Para quien trabajas?—Dije demandante, sintiendo la tela húmeda de mi camisa.

«Esa mancha no se va a quitar»

—Aranza Christina.

—¿Quién?

—Noveno piso, inversiones regionales.

Con lo suficientemente cabreado que estaba, la podría mandar al demonio. Pero la miré, el terror y la súplica se notaba en todo su semblante. ¿Necesitaba el trabajo acaso?

—Señor Beaumont, de verdad lo siento..—Hablaba muy rápido, sosteniendo la bandeja aún con dos cafés en ella.— Le pagaré la camisa si quiere, ahm.. cubriría el fin de semana,  también podría..

—Basta, —La corté por segunda vez—: Hablaré con Aranza.
Y sin decirle más nada, retome mis pasos hacia mi oficina.

Instagram: heroscot_
Twitter: heroscotw
Tiktok: heroscot

Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤

DIVORCED - heroscotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora