Cuatro.

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—Con permiso—dijo Aranza haciendo que mi seño se arrugara, está era su oficina.

La que conocía ahora como señorita Kennedy, caminó hasta detenerse a un lado de Aranza que iba de salida. Sus ojos parecían tener bastantes dudas, pero lastimosamente quien tenía que aclararle todo era yo.

—¿Cómo está, señor Beaumont?—su voz hizo eco en la sala una vez que su jefa salió por la puerta principal.

Mis facciones se contrajeron, evidentemente esa era una pregunta que no le interesaba. A mí tampoco.

—Sientese, por favor—no estaba en mi oficina, pero me las tendría que arreglar.

La silla de Aranza era más pequeña que la mía, menos cómoda. Sin embargo, no iba a perder más tiempo en llevarla a mi oficina cuando sólo necesitaba unos minutos.

—¿Va a despedirme?—su pregunta salió con un hilo de voz, no se movió de su sitio cuando se lo pedí. Él único que tenía su culo en una silla era yo, ella sin embargo parecía un corderito apunto de ser cazado.

—Señorita..

—Señor Beaumon, por favor—su interrupción vino de forma apresurada, al igual que sus pasos hasta el escritorio—: ¡Le juro por lo que más quiera que no fue intencional!

—Señorita..

—¿Quiere que le pagué?—preguntó con esperanza—: Lo puedo hacer, la puedo lavar también,—hacer el intento de hablar era en vano—: Sólo que no la carga ahora, ¿Y si la manda a traer? O la puedo ir a buscar, sino le molesta.

—No necesito que..

—¡O le compro una nueva!—casi pude ver cómo daba un respingo de emoción por su idea—: Sólo dígame dónde y yo voy de una vez, no creo que a la señora Aranza le moleste,—dió una rápida mirada hacia la puerta—: ¿O si? Señor Beaumont usted le puede decir, que salí por eso, no creo que tenga problema,—¿Le quedaba aire para seguir hablando?—: ¡Le juro que no fue a propósito! Recé a todos los santos ayer para que no me despidiera hoy.

—Señorita Kennedy—coloqué ambas manos en el escritorio poniéndome de pie—: Sus ideas..

—Pueden ser factibles—completó la frase sin saber que lo que proseguía, no era eso—: Señor por favor, se qué es el jefe del jefe de mi jefa, no le haría algo así, ¡Menos intencional! —¿Se iba a poner a llorar?—: Valoro mi trabajo, ¡Y se que soy muy torpe! Déjeme arreglarlo...

Una de mis manos fué a dar a mi sien, frotarla mil veces con tres mil manos más no me iba a quitar la migraña que estaba amenazando con empeorar.

—Mire..

—Por favor, por favor..

—¡Cállese!—alzar la voz por primera vez en el día reveló la fuerza de mis cuerdas vocales.

Tras dar un nuevo respingo se enderezó con los ojos bien abiertos, sus manos estaban juntas en su espalda y su boca se había cerrado por completo. Quedándome de pie frente al escritorio de Aranza me dió la oportunidad de analizar las cosas que había dicho.

Desesperación, esa era la palabra perfecta que la podía definir en este momento. Parecía bastante necesitada del trabajo y, por la manera en como se ofrecía a hacer cada una de las cosas que mencionó me hacía sentir como un ogro.

Una parte de mi no lo tomó tan a pecho, sino que asocié con respeto. La señorita Kennedy sabía perfectamente que con una palabra suya, estaba fuera.

—Bien, señorita Kennedy—metí las manos en los bolsillos del pantalón, estaba atenta—: Estará aprueba una semanas, un desliz más y considérese en la calle.

DIVORCED - heroscotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora