No diré que estoy acostumbrado a las rubias, sonaría espantoso de mi parte. Pero, ¿Cómo como oculto que he estado rodeado de ellas? Mi madre, mi abuela, mis tías, incluso Samantha lo es. Quiero pensar que es sólo por eso que no dejo de mirar la melena color castaño oscuro que se encuentra sentada frente a mi.
Está inquieta, incluso incómoda. No ha emitido ni una sola palabra desde que entró. De mi no ha salido más que un Adelante cuando tocó la puerta por primera vez desde que me percate de su presencia en este lugar.
No de una forma agradable.
—¿Cuánto durará esto, señor Beaumont?
—Lo que me dé la gana que dure.—apoyé mis codos en el vidrio de mi escritorio—: ¿Planea contarme?
—No.
Dejé salir un fuerte suspiro por mi nariz.
—Error mio fué preguntar.
Resopló y juro haber visto como se mordía la lengua de forma interna para no comenzar con uno de sus arrebatos verbales.
—Señorita Kennedy—alzó sus ojos a los mios—: Déjeme hacer algo, eso es todo.
—No quiero su ayuda, señor—dejó caer sus hombros—: Estoy bien, puedo manejarlo.
Alcé una ceja.
—¿Está segura?
Se levantó de la silla.
—Si.—ahora sonaba ofendida.—: Con permiso.
Fué lo último que dijo antes de darse la vuelta y salir a paso apresurado de la oficina. Dejé salir el aire que no sabía que estaba conteniendo mientras apoyaba toda la espalda en mi silla. Con los pies hice que se girara para tener enfrente la cuidad a través del ventanal.
Me lleve la mano a la sien para intentar aliviar el dolor de cabeza que me estaba amenazando por dar. Dejé que gracias a respiraciones pausadas, la ridícula idea de insistirle a esa mujer se esfumara. En realidad, no solo era por ayudarla sino porque si, quería quitarme culpa.
O por lo menos eso pensé hasta que llegó el lunes. Todo el fin de semana me la pasé en silencio por la casa, Samantha había estado intentando hablar conmigo todo el viernes por la noche. Diciendo una y otra vez que no quería dejar ir lo nuestro, lloró. La esperanza de que la misma chica de la que me enamore en clases todavía pudiera seguir ahí adentro me hizo decirle que se calmara. Que cuando los dos estuvieramos más tranquilos se podría juntar a los abogados.
—Mientras,—asintió mientras absorbía su nariz—: Creo que me iré dónde mi hermana, el fin de semana.
No puse peros, ni siquiera objeciones. Quería mi tiempo solo, tratar de dormir bien ahora sería un privilegio que me costaba conseguir en esta casa.
Sábado y domingo fueron mis días de paz, comí y dormí técnicamente tranquilo. Estar junto a sus cosas tampoco me lo facilitó, ¿Extrañaba su compañía? Claro, durante un tiempo era lo único que tenía. Eso y mi sonrisa.
Que la provocaba ella.
Llegué el lunes bastante animado, Pascual me había llamado a primera mañana diciéndome que tenía un par de apartamentos no muy lejos de mi oficina. Que me pasaría los números para pasarme por ahí después.
Estacioné pensando si era buena idea o no decirle a Samantha que me iría, capaz lo más fácil sería empacar mis cosas y ya está. Sin complicaciones, mi vida no era complicada, no hasta ahora. Sin embargo en segundos, mi vida pasó a tener corona cuando ví aquellas piernas bajar de forma apresurada del autobús, no sólo llegando tarde sino también hecha en lágrimas.
Con el ceño fruncido detuve el ascensor hasta que se aproximara. Ella al ver que era yo sé llavo ambas manos rápidamente a sus mejillas, intentando limpiar lo que ya era obvio. No me dió ni tiempo para pensar cuando el ascensor se abrió.
No dijo nada, tampoco me atreví a soltar algo. Tragué grueso intentando buscar la solución a la situación tan incómoda que se presentaba justo ahora. Y, como si todo estuviera a mi favor, se apoyó en una de las paredes metálicas a su costado, llevo una de sus manos a su costilla mientras dejaba caer con cuidado su bolso al suelo.
Ahí, gracias a la presión de su mano sobre la camisa blanca, pequeñas gotas rojas aparecieron. Manchando la tela.
—¿Qué le sucedió?—pregunté con un tono de voz más alto del que pretendía.
—Estoy bien.—con la mano libre se limpió las mejillas.
No me iba a decir por las buenas, tampoco por las malas si la llamaba a mi oficina. Con más impulso del necesario, presioné el botón rojo y el ascensor se detuvo de golpe. Sus ojos amenazaron con saltar de su rostro, mirándome con ellos como si me hubiera salido una tercera cabeza.
—¡¿Está loco?!—casi gritó, enderezandose—: ¡Voy a llegar tarde, de por sí ya es tarde!
—Dígame que le pasó y hago que avance—me apoyé cerca del tablero para su desgracia.
—¡Señor Beaumont, por favor!—se llevó una mano al pelo, despeinando su coleta—: ¡Mi jefa va a matarme!
Casi rodeé los ojos.
—Aranza no va a hacerte nada,—estaba seguro—: Ahora..
Señalé con mi vista su costado, ella bajó sus ojos hacia donde miraba y suspiró. Cerró los ojos y nuevas lágrimas empezaron a bajar por ellos.
—Fué su hijo de nuevo,—soltó a regañadientes—: Quiso ver si ya tenía lo que le debía de la última vez, le dije que no que me diera más tiempo,—sollozó—: La señora Kennedy estaba dormida, ella no se levanta hasta las 10 que le tocan las vitaminas,—las cejas se me juntaron—: Intenté no hacer ruido, sino se preocuparía mucho..
—¿No hacer ruido?, ¿Por qué?—pregunté sin querer saber la respuesta, por mi mente pasó lo peor.
—Me voltee para tomar mi bolso junto con el almuerzo, ¡Ya era tarde! Se me pasó el tiempo muy rápido, estaba nerviosa porque me regañaran más—se sobó los brazos intentando no soltar el llanto—: ¡No me di cuenta, lo juro! Sólo me percaté que se había sacado el cinturón cuando me golpeó con el y me caí,—abrí los ojos con sorpresa mientras apretaba los dientes—: Una vez en el suelo me dió con el mismo como dos veces más hasta que escuchó ruido arriba y se fué, tomé mis cosas y corrí como pude hasta el último autobús—alzó los hombros intentando restarle importancia pero no.
Desde que tenía memoria mamá siempre nos decía que a las mujeres no se les lastima ni con el pétalo de una rosa.
Tragué saliva intentando buscar las mejores palabras, ahorita ella no necesitaba más gritos. Mucho menos más reclamos.
—¿Ya se vió las heridas?—ella alzó la mirada y negó, no esperaba que hablase.—: Bien.
Presioné de nuevo el botón y se puso en marcha, pero esta vez hacia el estacionamiento.
—¿Por qué bajá?—lo notó, tomando su bolso.
Miraba nerviosa el tablero de los pisos, cada vez estábamos más cerca de planta baja.
—Porque nos vamos.
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Tiktok: heroscotUn beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤
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DIVORCED - heroscot
Teen Fiction"No puedo comer no puedo dormir Quiero tomar mi telefono. Pero no puedo hablar, no puedo respirar. ¿Porque no estas aqui conmigo? Eres mi todo. Estoy completamente solo. Me equivoque. Ahora deseo que vuelvas a casa" . . . Publicación: Marzo 31, 2021