Las reuniones propuestas dieron inicio hoy, temas y temas que a la mitad dejaban de entrar en mi cabeza. Más de 20 hombres estábamos reunidos en una misma sala, cientos y cientos de papeles estaban en la mesa, desparramados esperando sellos y autorizaciones, pero por más que mi cuerpo estaba postrado en la silla, mi mente no. Me sentía como un niño, uno que se sentía mal por haberle robado dinero a su madre del bolso.
Si antes creía que esa sería una buena acción estaba muy equivocado, incluso no tomé la opción de ella comprarme la prenda por lo mismo. Uno, no la necesito y dos, juré que no podía permitirselo.
Intenté una y otra vez dejar de taladrarme la mente con eso, lo dejé pasar por horas, mi concentración debía de estar toda para unos futuros contratos que me darían mucho más reconocimiento, más ceros a mi cuenta y como si fuera poco, una mejor posición.
Estuve bien hasta que cayó la noche, recogiendo mis cosas dejé unos sobres manila sobre el escritorio de Thalía para que los revisara por la mañana. Ella lo haría sin que se lo tuviera que pedir. Mi recorrido hasta salir del centro de los puestos fue normal.
Todo tranquilo hasta que ví a la señorita Kennedy esperando el ascensor.
Mi espalda se tensó mientras levantaba la muñeca para ver la hora, pasaban de las ocho de la noche. El horario de las secretarias no pasa de las siete, ¿Qué hacía aquí?
Antes de pensar en que hacer se volteó distraídamente, no parecía ser consciente que no estaba sóla hasta que me vió parado como un imbécil a unos metros.
—Buenas noches, señor Beaumont—murmuró cuando sus ojos cayeron en los míos.
—¿Qué hace aquí? Su horario concluyó hace unas horas.
Parpadeó sorprendida por mi respuesta, sin embargo no se descompuso.
—Por haber salido a la mañana se me atrasaron muchas cosas,—explicó—: Tenía unos correos del día anterior y.. —parecía hasta cansada de hablar—: Quería terminar.
—¿Aranza estuvo de acuerdo?
—No, me pidió que me fuera a casa pero no podía dejar más trabajo.
Asentí, acercándome para volver a llamar al ascensor.
—Apenas llegue a casa le regresaré el dinero,—solté de la nada—: El monto tal cual lo...
—No,—me cortó dándome una repasada—: Por favor, no lo haga.
—Señorita Kennedy no debió pagar eso—demandé presionando el botón de nuevo. «Chatarra inservible» —: No debe ser fácil estar en dos trabajos al mismo tiempo y el sueldo debe ser tan miserable que-
—¿Cómo sabe que tengo...—se interrumpió a ella misma—: Fué su abogado, ¿Cierto?—no tuve que decir algo para que comenzara a hablar de nuevo—: No quiero sonar irrespetuosa pero, con lo que haga fuera de su edificio no es asunto de usted.
La miré endureciendo la mordida, metiendo ambas manos en los bolsillos para lo terminar apretandolas en puños.
—Señorita Kennedy...
—Tengo principios,—me cortó alzando levemente la voz—: Responsabilidades, y sobre todo respeto hacia usted y su empresa que me está dando el trabajo, mi única forma de pagar el desastre que hice fué así, —yo no la estaba mirando, pero ella si a mí—: Le pido que por favor acepte el dinero y olvídese del asunto.
El sonido de las puertas metálicas abriéndose la hizo callar, adentrándose en ellas dándome una rápida mirada presionando el botón interno para mantener la puertas abiertas. Si pensaba que iba a entrar con ella estaba totalmente demente, no me iba a permitir otra discusión por un arrebato de una joven que se cree adulta. La decisión por mi parte estaba hecha, pero ella no se iba a enterar.
—¿Viene?
—No, tomaré el siguiente—no le gustó esa respuesta por lo que tragó grueso.
«Mi orgullo va primero»
—Bien, que descanse señor Beaumont.
Las puertas del ascensor se cerraron haciéndome soltar una maldición. Saqué el teléfono del bolsillo y le escribí a Beatriz para que me dijera el monto de la compra de hoy.
El ascensor se abrió de nuevo y está vez sólo me metí en el, disgustado porque está vez si había venido lo suficientemente rápido, «¿En qué piso se bajo?» Mientras bajaba lo necesario para llegar al estacionamiento, el sonido de un mensaje me distrajo.
700$ señor Beaumont.
«Santa mierda»
Nunca me sorprendía por algún precio, nunca. Pero ahora sí porque esté no lo pagué yo. Llegué a hasta el auto y antes de entrar le respondí.
Pásame la cuenta a la se hizo el pago de la camisa.
Solté más de una maldición por como me sentía en este momento, confundido. En otra oportunidad me hubiera valido muy poco en el que alguien haya tenido que pagar tanto por algo mío, pero el hecho de saber que no tenía para hacerlo me sienta como la mierda.
Conduje hasta casa y sin prestar atención a nada me dirigí al despacho. Me encerré para poder concentrar ideas, los pros y contras de lo que estaba a punto de hacer.
Me quite el saco y lo deje en el sofá individual de la esquina. Desajuste la corbata mientras me dejaba caer en la silla del escritorio. Yo soy uno de los hombres más testarudos y orgullos de la familia, encabezó el árbol de los necios y aún así estoy impulsado a hacer esto.
«Es caridad»
Copié lo que decía en mi teléfono y tras unas confirmaciones más, la pantalla se iluminó con un "Transferencia realizada correctamente"
—Que descanse, señorita Kennedy.
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DIVORCED - heroscot
Teen Fiction"No puedo comer no puedo dormir Quiero tomar mi telefono. Pero no puedo hablar, no puedo respirar. ¿Porque no estas aqui conmigo? Eres mi todo. Estoy completamente solo. Me equivoque. Ahora deseo que vuelvas a casa" . . . Publicación: Marzo 31, 2021