Capítulo 1

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Existe un lugar donde los muertos van a escribir confesiones que han vivido. La gente en las millones de paredes blancas con escaleras corredizas de biblioteca. Cada uno lo hace (con un instrumento de escritura de su época) con una caligrafía no perfecta pero entendible en las paredes que ha escogido para escribir. De alguna manera marca el principio, pone un título en grandes letras y comienza. Cuando terminan, a pesar de que su historia esté rodeada de otras saben distinguir perfectamente cuál es la suya. Allí quedan grabadas confesiones de personajes históricos y gente corriente, desde que se inventó la escritura hasta la actualidad. Hay desde trágicas historias de amor con crueles finales y sueños de pobres ilusionistas jamás cumplidos hasta grandes obras de arte literarias y anécdotas de guerras y huelgas (por buenas causas) que valieron la pena ganar. Algunos lo escriben en prosa, otros en verso y otros en forma de canción. A veces los muertos dibujan algo debajo de su confesión para que quede más bonito o más significativo. Todas esas confesiones, gracias a los escribas, son escritas a mano y encuadernadas como si fuesen libros anónimos antes de colocarse en la Gran Biblioteca. La Gran Biblioteca es una habitación de miles de estanterías con huecos para todos los libros, con cómodos sofás de lectura y una cúpula de cristal en el techo para poder leer con una buena luz. Hay alfombras rojas y mesas de cristal para café en el centro de cada conjunto de sillones. Veo las distintas reacciones que tienen los lectores al leer un libro: tristeza, emoción, sorpresa, alegría... A la gente le da igual que luego se escriban sus historias porque no se sabe quién ha escrito una y quién ha escrito otra, son anónimas. El anonimato hace que los escritores que no querían que se publicaran sus historias estén felices, sin embargo, a los que leen el libro les frustra no saber quién ha escrito esa obra literaria o teatral en algunos casos.

  

Yo, María Hernández, soy una escriba, y estoy orgullosa de mi trabajo. Me gusta pasar copias de libros con unas historias muy diferentes de otras y, a la vez tan iguales para que otras personas puedan leerlas. No me canso de leer las ideas creativas de la gente. Te sorprendes mucho viendo lo que la vida ha concedido a la gente. Yo, junto con el resto de escribas, también tengo mi rincón de escribir. Porque yo también he estado viva ¿sabéis? Yo he escrito las historias que escribía de pequeña, me hacía mucha ilusión ser escritora. Por eso lo escribí, me recordaban esa ilusión. Pero bueno, no escribo esto para contaros mi vida, lo escribo para el futuro. Porque aunque espero que este lugar no se destruya nunca, podría ocurrir. Lo escribo para que la gente tenga un recuerdo de este lugar y de lo que se hace aquí. Y para ello, os mostraré unas cuantas historias que me han gustado. Empiezo por esta, con el título en grandes letras minúsculas:

ConfesionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora